Glenn Greenwald
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Las revelaciones sobre el caso Lava Jato han enfrentado a Glenn Greenwald con Bolsonaro.

Glenn Greenwald no estudió periodismo, sin embargo, en el año 2014 fue ganador de un Premio Pulitzer, considerado como el mayor reconocimiento periodístico que se entrega en Estados Unidos.

No era para menos. Escribiendo para el diario británico The Guardian, Greenwald publicó en exclusiva la primera historia sobre las controvertidas labores de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional de EU (NSA, por sus siglas en inglés), a partir de las filtraciones hechas por Edward Snowden.

Desde entonces, este abogado estadounidense residente en Brasil que acostumbraba escribir columnas sobre temas legales y de seguridad nacional, alcanzó la fama global y se hizo objeto de atención por parte de la opinión pública.

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En los últimos días, las acciones de Greenwald han quedado nuevamente bajo los reflectores tras haber sido amenazado con cárcel por el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.

"Tal vez vaya preso aquí, en Brasil, no va a serlo fuera, no", dijo el sábado pasado el mandatario brasileño al referirse a Greenwald, quien vive en Río de Janeiro.

El estadounidense es editor y cofundador de The Intercept, una web de periodismo de investigación financiada por el propietario de eBay, Pierre Omidyar.

Polémica por Lava Jato

Los ataques de Bolsonaro responden a la publicación en las últimas semanas por parte de Greenwald de unos antiguos chats del juez Sergio Moro y los fiscales del caso Lava Jato, uno de los mayores escándalos de corrupción de la historia de Brasil por el que terminó preso el exmandatario Lula da Silva.

Escobas en mano, los partidarios de Lula piden la dimisión de Sergio Moro.
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Escobas en mano, los partidarios de Lula piden la dimisión de Sergio Moro.

En esos diálogos, Moro parece dar consejos e información estratégica a los fiscales acerca de la manera cómo llevar el proceso, algo que está prohibido por la legislación de Brasil.

La divulgación de los chats generó gran revuelo.

Apuntando hacia la supuesta irregularidad ocurrida, los seguidores de Lula comenzaron a pedir su excarcelación al mismo tiempo que exigían la dimisión de Moro, quien en la actualidad es ministro de Justicia del gobierno de Bolsonaro.

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Tras el caso Lava Jato, Moro se convirtió en uno de los personajes más notables de Brasil y muchos analistas creen que su designación en el gabinete ayudó a darle credibilidad a las promesas del presidente de llevar adelante una dura guerra contra la corrupción.

Así, el hecho de que ahora la figura del exjuez se encuentre en entredicho también golpea indirectamente al mandatario.

Amenazas y deportación

Bolsonaro basa su insinuación de que Greenwald podría ir preso en el hecho de que los chats que publicó de Moro fueron supuestamente obtenidos a través del hackeo de su celular.

La semana pasada, la Policía Federal de Brasil anunció la detención de cuatro personas sospechosas de haber intervenido no solamente el teléfono de Moro sino también el del propio Bolsonaro y hasta un total de mil aparatos.

Tras el caso Lava Jato, el juez Sergio Moro se hizo muy popular en Brasil.
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Tras el caso Lava Jato, el juez Sergio Moro se hizo muy popular en Brasil.

Según las autoridades, uno de estos detenidos, identificado como Walter Delgatti Neto, admitió que había enviado el material a Greenwald pero aseguró que no recibió dinero a cambio.

Sin embargo, el juez que investiga el caso reveló que indagan sobre los posibles "patrocinadores" del hackeo pues dos de los detenidos tuvieron durante el último año movimientos financieros por 166 mil dólares, mientras que sus ingresos declarados eran de mil 300 dólares mensuales.

"En mi opinión, creo que él cometió un delito porque en otro país él ya estaría en otra situación. Espero que la Policía Federal llegue y ate realmente todos los cabos. A mí entender eso tuvo transacciones pecuniarias", dijo el lunes pasado Bolsonaro, al insinuar que Greenwald había pagado a los hackers.

El periodista respondió en Twitter invitando al mandatario que demuestre sus acusaciones ante los tribunales.

"Al contrario de los deseos de Bolsonaro, él no es (todavía) un dictador. No tiene el poder de ordenar la prisión de personas. Aún existen tribunales en funcionamiento. Para detener a alguien se tienen que presentar pruebas ante un tribunal de que se cometió un delito. Esa evidencia no existe", escribió.

La divulgación del chat de Moro también llevó a Greenwald a recibir amenazas de muerte, así como al inicio de una campaña en redes sociales en la que los seguidores del mandatario piden su deportación de Brasil.

Esa petición no es viable legalmente por cuanto el estadounidense está casado con un brasileño, el diputado federal David Miranda, junto a quien adoptó también a dos niños de esa nacionalidad.

Bolsonaro mismo reconoció que no es posible expulsar al periodista estadounidense de su país, aunque al hacerlo aprovechó para acusarlo de "pícaro".

"Pícaro, para evitar un problema de ese tipo (ser deportado), uno se casa con otro pícaro, o no se casa y adopta un niño en Brasil", señaló el sábado.

Amigo de Snowden, crítico de Assange

Greenwald y Miranda se conocieron en 2005, en la playa de Ipanema, donde el estadounidense había viajado tras una decepción sentimental.

Según han relatado ambos, lo suyo fue amor a primera vista, y a los pocos días ya estaban viviendo juntos.

Edward Snowden
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Edward Snowden se refugió en Rusia para evitar ser enjuiciado por las filtraciones de la NSA.

Formaban lo que parecía ser una pareja dispar. No solamente eran de nacionalidades distintas, Greenwald tenía 37 años y trabajaba como abogado en Nueva York, mientras que Miranda tenía 19 años, había abandonado la escuela a los 13 años y había crecido en una favela pobre de Río.

Como pareja del mismo sexo, en aquella época les resultaba más fácil establecerse en Brasil, por lo que se quedaron en Río, donde Miranda retomó los estudios formales y Greenwald comenzó a escribir un blog llamado Unclaimed Territory (Territorio no reclamado).

Uno de los lectores que encontró con esa publicación fue precisamente Edward Snowden, quien años más tarde le entregó copias de los miles de documentos que obtuvo de los archivos de la NSA y con quien ha desarrollado un vínculo cercano, al punto que en los últimos años ha viajado en al menos dos ocasiones a Moscú a visitarle.

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Con Julian Assange, fundador de WikiLeaks y responsable de la otra gran filtración de las últimas décadas, no tiene una relación tan próxima, aunque también estuvo visitándole el año pasado, cuando este se encontraba encerrado en la sede de la embajada de Ecuador en Londres.

"No tengo una relación muy estrecha con él, pero soy una de las pocas personas que, pese a criticarle puntualmente, siempre he defendido la importancia de su trabajo", comentó el periodista sobre Assange en una entrevista reciente con el diario El País.

Ya trabajando en The Intercept, Greenwald y Miranda tuvieron su primer choque con Bolsonaro.

Jair Bolsonaro
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Bolsonaro insinuó que Greenwald pagó a los hackers para obtener los chats de Moro.

En 2014, decidieron hacer un perfil del actual mandatario de Brasil, cuando éste era un diputado federal conocido principalmente por su defensa de la último régimen militar que tuvo ese país, así como por sus comentarios sexistas y homófobos.

El titular de la historia no era precisamente complaciente: "El funcionario electo más misógino y detestable del mundo democrático: el brasileño Jair Bolsonaro".

Pocos años después, en los meses previos a la campaña presidencial de 2018, Greenwald atacó en Twitter a Bolsonaro, calificándolo como un "cretino fascista". Éste le respondió hablando directamente de sexo anal.

Ahora, la tensión entre ambos ha resurgido y no parece que vaya a amainar pronto pues Greenwald ha dicho estar decidido a publicar toda la información que tienen sobre Moro y el caso Lava Jato.

Mientras tanto, sin embargo, el periodista no parece estar en una situación muy fácil.

Aunque ha recibido mensajes de solidaridad de decenas de organizaciones internacionales que defienden la libertad de expresión, las amenazas proferidas en su contra le obligan a vivir junto a su familia con medidas de precaución extremas, enclaustrado al máximo en su casa y contando con escoltas armados que le protegen cuando sale a la calle.


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