La ONU no se manda sola. Son los Estados miembros los que definen su marco de acción.
En estos momentos no existe un consenso sobre el papel que debe asumir Naciones Unidas respecto a los acontecimientos en Afganistán. Sin embargo, bien haría la comunidad internacional en utilizar a este organismo en tareas tan esenciales como la atención a los refugiados y desplazados internos, a la observación de los derechos humanos por parte del régimen Talibán, muy especialmente hacia las mujeres y los niños, en confeccionar un programa de desarrollo para una economía devastada y en temas más delicados como serían los de crear y poner en tierra grupos de observadores e inspectores internacionales para vigilar que ese país no se convierta en albergue de agrupaciones terroristas (como ocurrió en el pasado) y en el tráfico muy considerable de opiáceos y otros estupefacientes hacia el mercado internacional.
El Consejo de Seguridad podría jugar el papel más relevante, construyendo una agenda de paz y seguridad a la que idealmente deberían ofrecer su respaldo político los cinco miembros permanentes. Afganistán emerge de 20 años de presencia militar internacional con severos retos internos de reconstrucción y de reconciliación entre las diversas facciones. En apoyo a estas tareas, la ONU luce como la organización imprescindible. Pero también presenta Afganistán un signo de interrogación mayúsculo para la estabilidad regional en el centro de Asia, con respecto a grupos islámicos extremistas y las ambiciones de las grandes potencias que buscan obtener ventajas geopolíticas después del retiro de las tropas estadounidenses y de la OTAN.
Cuando la paz internacional está en juego, el Consejo de Seguridad (CS) está obligado a actuar. Las rivalidades e intereses distintos de países clave como China, Estados Unidos y Rusia no eximen a este cuerpo colegiado de tomar cartas en el asunto, como ya lo expresó y demandó el secretario general. En caso de que el CS sea omiso o caiga de nuevo en la parálisis no haría más que debilitar al órgano de toma de decisiones más relevante de la ONU y dejar un vacío institucional probablemente irreparable.