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El Papa Francisco celebró el domingo la Iglesia católica de las periferias al viajar a las remotas selvas de Papúa Nueva Guinea, llevando consigo una tonelada de medicinas y juguetes y el mensaje de que el amor vence a la violencia para las personas que viven allí.
Francisco voló a bordo de un avión de carga de la Real Fuerza Aérea australiana desde Puerto Moresby hasta Vanimo, en la costa noroeste de la nación del Pacífico Sur, cerca de la frontera con Indonesia. Allí, Francisco se reunió con la comunidad católica local y con los misioneros de su Argentina natal que les han estado atendiendo.
En su discurso pronunciado desde, Francisco elogió a los trabajadores de la Iglesia que salen a tratar de difundir la fe. Pero instó a los fieles a trabajar más cerca de casa para ser buenos unos con otros y poner fin a las rivalidades tribales y a la violencia que forman parte habitual de la cultura de Papúa Nueva Guinea.
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Les instó a ser como una orquesta, de modo que todos los miembros de la comunidad puedan unirse armoniosamente para superar las rivalidades.
Hacerlo, dijo, ayudaría a acabar con las divisiones personales, familiares y tribales “a expulsar el miedo, la superstición y la magia de los corazones de la gente, a poner fin a comportamientos destructivos como la violencia, la infidelidad, la explotación, el abuso del alcohol y las drogas, males que aprisionan y arrebatan la felicidad a tantos de nuestros hermanos y hermanas, incluso en este país”.
Francisco llegó a Papúa Nueva Guinea para instar a que se ponga fin a la violencia, incluida la de género, y a que prevalezcan el sentido de la responsabilidad cívica y la cooperación.
Más temprano en el día, unas 35 mil personas llenaron el estadio de la capital, Puerto Moresby, para la misa matutina de Francisco. Comenzó con bailarinas ataviadas con faldas de hierba y tocados de plumas al ritmo de tambores tradicionales, mientras sacerdotes vestidos de verde, subían al altar.
En su homilía, el pontífice le dijo a la multitud que era posible que se sintieran alejados de su fe y de la Iglesia institucional, pero que Dios estaba cerca de ellos.
En su pontificado, Francisco le ha dado prioridad a la Iglesia de las “periferias”, diciendo que en realidad es más importante que el centro de la Iglesia institucional. En consonancia con esa filosofía, en gran medida el papa ha evitado los viajes a las capitales europeas, prefiriendo en su lugar comunidades remotas donde los católicos muchas veces son una minoría.
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Vanimo, de 11 mil habitantes, encaja a la perfección en ese objetivo. Situada cerca de la frontera entre Papúa Nueva Guinea e Indonesia, posiblemente esta ciudad costera sea más conocida por sus actividades de surf.
Según las estadísticas del Vaticano, en Papúa Nueva Guinea hay unos 2,5 millones de católicos, de una población total estimada de unos 10 millones de habitantes. Los católicos practican la fe junto con creencias indígenas tradicionales, como el animismo y la brujería.
El sábado, Francisco escuchó de primera mano cómo a menudo las mujeres son acusadas falsamente de brujería y luego rechazadas por sus familias. En declaraciones a sacerdotes, obispos y monjas, el pontífice instó a los líderes de la Iglesia en Papúa Nueva Guinea a estar particularmente cerca de estas personas marginadas que han sido víctimas de “prejuicios y superstición”.
kicp