El año cierra con la crisis Estados Unidos-Venezuela a todo lo que da. El presidente Nicolás Maduro está cada vez más aislado, con una izquierda regional poco dispuesta a expresarle su apoyo, mientras en Estados Unidos Donald Trump se debate entre si atacar o no territorio venezolano para sacar al venezolano del poder.
Maduro ha pedido en los últimos días a los países latinoamericanos que alcen la voz contra las amenazas de Estados Unidos. Los gobiernos de México, Colombia y Brasil han expresado su rechazo total a una intervención estadounidense y reclaman una solución diplomática de la crisis. Pero lejos están de decir: “Estamos con Maduro”.
El presidente colombiano, Gustavo Petro, llamó dictador al venezolano, con todas sus letras. Maduro dejó en una posición muy incómoda a los líderes de izquierda cuando se negó a difundir las actas que, según él, avalaban su triunfo en las elecciones presidenciales de 2024. La oposición, en cambio, sí difundió pruebas de que el verdadero ganador de los comicios fue Edmundo González.
Maduro sabe bien que, en caso de un ataque de Estados Unidos, estará solo. No habrá un país que intervenga para ayudarle.
Eso no quiere decir que Estados Unidos, en efecto, vaya a iniciar una guerra con Venezuela.
Trump tiene muchas razones para no hacerlo. La principal de ellas, que los estadounidenses están cada vez más enojados con su gestión económica. Su popularidad se ubica entre 26% y 28%, cuando aún no cumple ni el año de mandato.
En su mensaje del 17 de diciembre dijo que el país va muy bien, que los precios han bajado y que se viene un boom económico, pero los estadounidenses ven una realidad distinta, en la que el índice de precios al consumidor está aumentando a una tasa anual de 3%, la tasa de desempleo ha subido de 4% en enero a 4.6%, donde falta mano de obra porque el gobierno se ha dedicado a ahuyentar a los migrantes y donde el día a día, para el estadounidense promedio, se vuelve más costoso.
Trump puede decir a los estadounidenses que resolvió ocho guerras; que puso fin al programa nuclear iraní con sus bombas. Pueden creerlo o no, pero en todo caso les importa poco.
En lo que no puede mentirles es en lo que les afecta directamente. Él dirá que la economía va de lujo, pero ellos sienten los bolsillos vacíos. Y como siempre, en Estados Unidos, la economía manda.
El movimiento MAGA tampoco está contento con Trump. Prometió EU Primero y en vez de ello, ven cómo su gabinete está metido en ver cómo cumplir la promesa del mandatario de poner fin a la guerra ruso-ucraniana y, ahora, en amenazar a Venezuela.
No les interesa una guerra. Les interesa que impulse sus ideas conservadoras en Estados Unidos. Que reclasificara la marihuana no les hizo mucha gracia, tampoco.
En un contexto así, que Trump decida inmiscuirse en una guerra con Venezuela parecería poco probable. Sobre todo cuando los republicanos se juegan la mayoría que tienen en el Congreso en las elecciones de 2026. Exigen que la atención de Trump esté en otro lado.
Esa es la ventaja que tiene Maduro. Pero aun sin una guerra, su futuro en el poder en Venezuela pende de un hilo. El bloqueo a los buques petroleros sancionados puede ser la gota que derrame el vaso y termine ahorcando al líder venezolano a abandonar el poder. Las fichas del juego están en movimiento, con resultado impredecible.
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