Bruselas.— En el 2022 llegó el momento que toda su vida estuvo esperando el rey Carlos III, ascender al trono de la corona británica.
Al nacer fue tercero en la línea de sucesión y a los tres años, luego de que su madre Isabel II fuera coronada reina, se colocó como el siguiente heredero.
Finalmente comenzó el trabajo que esperó toda su vida, el 8 de septiembre, al momento del fallecimiento de su madre.
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Pero Charles Philip Arthur George no sólo heredó a los 73 años las tareas como rey de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, también de los otros 14 países soberanos que forman la Mancomunidad de Naciones y que reconocen al monarca como jefe de Estado.
La máxima herencia de lo que un día fue el imperio británico, se ha preservado por el “pegamento invisible” de la reina Isabel II, en palabras del expremier conservador John Major. Ahora muchos observadores de la realeza europea se preguntan si el nuevo inquilino del Palacio de Buckingham cuenta con el mismo “pegamento” de su madre para evitar la fragmentación de un club que perdió a su máxima reverencia.
Desde su arribo al trono, el soberano ha estado ocupado en mostrarse en las calles de una nación en serios problemas políticos y económicos. En el Reino Unido el desempleo casi se ha duplicado, 1.3 millones de personas se sumaron a lista de pobres desde 2021, la nación sufre la inflación más alta en 41 años y desde noviembre oficialmente entró en recesión. A esto se añade la crisis política. Dos días antes de que la reina Isabel falleciera en el castillo de Balmoral, Liz Truss se había instalado en el 10 de Downing Street como relevo del premier Boris Johnson. Para el 25 de octubre, una vez pasadas las ceremonias fúnebres, tomó sus maletas y dejó camino libre para su sucesor Rishi Sunak, quien al igual que sus predecesores enfrenta el permanente riesgo de una rebelión al interior de su Partido Conservador que lo lleve a renunciar o a convocar elecciones anticipadas.
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Para preservar lo heredado, el rey Carlos tendrá que dedicar tiempo a cada uno de los reinos de la Mancomunidad; más de 200 visitas reales realizó su madre a esas naciones. El problema es que tiempo es lo que menos tiene. Su legado se medirá por la habilidad que muestre para evitar que otras naciones sigan el ejemplo de Barbados, que rompió lazos con la Corona en 2021.
De arranque, enfrenta movimientos republicanos que tratan de capitalizar el cambio de mando en la cúpula de la Casa Real. Desde el Pacífico hasta el Caribe se debate sobre el papel de la realeza en los respectivos países y en la Mancomunidad. Mientras la casa real estaba de luto, en Jamaica, en el encabezado de ocho del diario Gleaner se leía: “La muerte de la reina, el fin de una era”.
Citando a Jahlani Niaah, profesor de la University of the West Indies (UWI), Mona, el periódico aseguró que el fallecimiento “haría más fácil el rompimiento de Jamaica con la monarquía”.
El catedrático afirma que la celebridad de Isabel II, junto con los viajes de Diana, Carlos y su familia a la isla, crearon un tipo de relación personal con algunos sectores de la población, pero “el hecho de que haya fallecido significa que hay menos afecto por el simbolismo que representa como una mujer poderosa en el mundo”, afirmó Niaah.
Jamaica dejó de ser colonia británica en agosto de 1962, pero para muchos, la circunferencia independentista sigue inconclusa. Se prevé que en 2025 los jamaiquinos decidan por la vía de referéndum sobre cuestiones constitucionales fundamentales, como el convertirse o no en república.
Un sondeo realizado en julio por la firma RJR Gleaner Don Anderson, mostró que 56% de los jamaiquinos es favorable de abandonar la monarquía; 27% defendió la permanencia, mientras que 17% se mostró indeciso.
El premier de Antigua y Barbuda, Gaston Browne, se ha comprometido a convocar en un periodo no superior a los tres años un referéndum para que el país decida si se convierte en república. Belice ha manifestado su voluntad de reformar la Constitución para destituir al monarca como jefe de Estado. Si bien la nación centroamericana no requiere consultar a la población para destituir al monarca, con dos tercios del apoyo de la Cámara de Representantes es suficiente, los beliceños tendrán la última palabra, adelantó el premier de ese país John Briceño. En Australia también es tema. “Así como el rey Carlos III no se ha demorado ni un momento en reanudar sus funciones, Australia tampoco debería demorar más la discusión sobre su futuro bajo la monarquía. Es la hora”, dijo el Australian Republic Movement.
Citando resultados de una encuesta realizada por la firma británica Flourish, la organización encabezada por Craig Foster, afirma que sólo 44% de los australianos tiene una opinión positiva sobre Carlos III, y la mayoría de los australianos menores de 35 años, 51%, quieren que Australia se convierta en una república.
“Los líderes de Australia y Nueva Zelanda, ambos republicanos, restaron importancia a la idea de un referéndum sobre la monarquía inmediatamente después de la muerte de la reina, pero sería un error asumir que guardarán por siempre silencio”, asegura David Lawrence, investigador del Instituto Real de Relaciones Internacionales Chatham House.
Si bien la coronación del monarca británico será el evento estelar de 2023, las disputas familiares internas o el posible éxodo de sus reinos podrían ensombrecer el primer año de su reinado. La influencia de la reina Isabel II sobre las naciones bajo su corona contribuyó a proyectar el soft power del Reino Unido en la arena internacional. La influencia británica inevitablemente irá en declive si pierde más reinos en la Commonwealth, asociación formada por 56 países independientes.
Cuando Isabel II fue coronada en la Abadía de Westminster en 1953, era jefa de Estado de 32 países y al morir, 17 de ellos habían decidido cortar lazos con la monarquía. Queda por ver cuántos territorios le deja Carlos III a su hijo Guillermo de Gales. No está claro, que con sólo recordar la historia compartida y lazos familiares con Gran Bretaña sea suficiente para preservar el legado.
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