Tras la muerte del afroestadounidense George Floyd , el 25 de mayo de 2020, se ha visto un cambio en la mentalidad estadounidense y en los esfuerzos por reformar a la policía; sin embargo, son cambios que “no pasarán de la noche a la mañana” y “no son suficientes”; además, está el “fantasma del supremacismo blanco”, que “salió de su escondite medio-subterráneo a un espacio abierto, y es difícil volver a meterlo a su botella”, mencionaron expertos a EL UNIVERSAL.
Floyd fue otra víctima de la violencia policiaca en Estados Unidos y su caso originó una serie de protestas y el reclamo de un cambio en el país. El afroamericano murió a manos del expolicía Derek Chauvin, quien colocó su rodilla izquierda entre la cabeza y el cuello del afroestadounidense. “No puedo respirar”, repitió Floyd, lo que se convirtió en un mensaje repetido en las acciones contra la brutalidad policial que desató su homicidio.
El 20 de abril pasado, Chauvin fue declarado culpable por la muerte de Floyd. Se le acusó de asesinato involuntario en segundo grado, asesinato en tercer grado y homicidio involuntario en segundo grado. El juez Peter Cahill dijo que “dentro de ocho semanas tendremos la sentencia”.
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Tras el asesinato de Floyd, “ha habido un enfoque mucho mayor dentro de la comunidad de aplicación de la ley, particularmente entre la administración y el liderazgo, en la necesidad de enfocarse en dónde se necesitan cambios y cómo se podrían lograr”, afirmó a EL UNIVERSAL la profesora de criminología Laurie Robinson , de la Universidad George Mason, y exfiscal general adjunta de la Oficina de Programas Judiciales del Departamento de Justicia.
“De manera similar, hay un apoyo bastante amplio en Estados Unidos para la reforma policial. Esto se refleja en el hecho de que más de 30 legislaturas estatales han tomado medidas desde la muerte del señor Floyd en mayo pasado para aprobar medidas de reforma”, señaló.
Andrew Selee
, presidente del Instituto de Políticas Migratorias, afirmó a este medio que las manifestaciones, tras el homicidio de Floyd, “generaron un debate público y una conciencia ciudadana sobre las inequidades y excesos policiacos, y van a llevar a algunos cambios específicos en la ley”.
Alice Krozer
, doctora en Estudios de Desarrollo por la Universidad de Cambridge, mencionó a esta casa editorial que “queda claro, por supuesto, que la nueva administración y representación nacional del país está echando muchas ganas para cambiar la imagen”.
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Tras el homicidio, se alista la ley George Floyd que, entre otros puntos, prohíbe a los policías usar técnicas como la llave de estrangulamiento o las que impliquen asfixiar a los detenidos. También va en contra de la “inmunidad calificada” para los agentes policiales, que los protege en caso de algunas demandas por su labor.
Se prohíben las órdenes judiciales conocidas como no knock (sin tocar) en casos federales de drogas, que permiten a los efectivos irrumpir entrar en los domicilios de las personas sin una orden o aviso previo, y sin tocar a la puerta como sucedió en el caso de Breonna Taylor , la joven afroestadounidense baleada en su casa en Louisville, Kentuky, en marzo de 2020 en un operativo policiaco.
También establece una base de datos a nivel nacional donde quede registrado el historial de mala conducta y abusos de los cuerpos de seguridad, de modo que se les pueda exigir cuentas, entre otros puntos. La iniciativa fue aprobada por la Cámara de Representantes , pero se encuentra atorada en el Senado, con la oposición de los republicanos.
La profesora Robinson argumentó que “lograr la reforma policial es un proceso lento porque la policía está muy descentralizada” en el territorio estadounidense.
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La experta en criminología detalló que hay “18 mil agencias de aplicación de la ley estatales y locales en el país, que están controladas localmente. El gobierno federal en Washington DC, incluida la Casa Blanca y el Congreso, no puede ordenarles directamente que cambien. Se deben utilizar diferentes ‘palancas’, como incentivos a través de fondos federales, para fomentar el cambio, o el poder de las demandas federales a través del Departamento de Justicia de Estados Unidos. Hay algunos aspectos de la institución policial, como la cultura policial y los sindicatos policiales, que se han resistido al cambio. Pero, al mismo tiempo, hay líderes progresistas en la aplicación de la ley que están trabajando para llevar las reformas necesarias a la profesión”.
¿Cómo se conversa sobre el tema?
La doctora Krozer , experta en el estudio de las élites y el privilegio, discriminación y racismo , y las percepciones de la desigualdad, entre otros temas, declaró que “es de suma importancia el cambio del oficialismo para un cambio positivo de mentalidad entre la población general”.
Indicó que “no se debería subestimar esto de ninguna manera, ya que pone las pautas para cómo se conversa sobre estos temas no sólo en las instituciones, incluyendo las educativas, sino también entre individuos de diferentes posiciones; puede funcionar como una especie de anclaje para el discurso privado. Así que es una mejora”.
La profesora Robinson también mencionó ser “optimista que algunos cambios se pueden implementar con éxito en la vigilancia, pero no sucederán de la noche a la mañana”.
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Especificó que el “entrenamiento para desescalar el conflicto y la prohibición de la estrangulación se volverán mucho más comunes. Pero aún se necesitarán más cambios sistémicos para abordar los problemas relacionados con la responsabilidad policial y, más fundamentalmente, construir puentes de confianza con las comunidades a las que sirve la policía”.
La doctora Amara Enyia , estratega, profesional en innovación social e impacto social y experta en políticas públicas en política de ciudades y estados, señaló que “las reformas policiales no son suficientes. Necesitamos un cambio sistémico a gran escala que dé prioridad a la inversión en comunidades marginadas”.
Además, la creación de la confianza es algo problemático. “Estamos ante un problema estructural de violencia que describe la relación de policía-población sobre todo en contexto de desigualdades arraigadas [de género, étnico-raciales, de clase, entre otros]”, argumentó la doctora Krozer, quien realiza una estancia postdoctoral en el Seminario de Desigualdad Socioeconómica ( SEDES ) de El Colegio de México ( Colmex ).
Como parte del esfuerzo por reformar a la institución policial, se está buscando sensibilizarla.
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NBC
reportó que un informe de 2018 del comité asesor de Minnesota sobre práctica policiaca dijo que los agentes carecían de una instrucción extensa en intervención en crisis, sensibilidad cultural y además justicia procesal.
El comité detalló que se asignaron 1.5 millones de dólares a la formación sobre “sensibilidad racial”, pero se concluyó que la formación acerca de los prejuicios implícitos no tiene un impacto perceptible en la reducción específica de la violencia policial.
La doctora Enyia no cree “que la gente esté satisfecha con los ajustes a la reforma policial y ciertamente no con las inversiones en la policía.
“La gente quiere definir la seguridad por sí misma. Saben que la seguridad requiere inversiones en comunidades históricamente marginadas. Las personas quieren y merecen acceso a la atención médica, la educación, el empleo, etcétera. Esto es lo que ayudará a crear seguridad”.
Recordó que “al mismo tiempo que se leía el veredicto en el juicio de Chauvin, un oficial de policía de Ohio mató a una adolescente negra (...) Los veredictos no son suficientes”.
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En EU, se siguen informando casos de violencia policial. Apenas a finales de abril, la policía de Alameda publicó un video de cómo unos agentes arrestaron a un hispano, en California. Mario González , de 26 años, fue la víctima en esta ocasión: los agentes le colocaron la rodilla al cuello para inmovilizarlo. El arrestado falleció después.
El mismo mes se divulgó un video de la policía de Chicago, Illinois, en el que se muestra cómo un agente dispara al joven Adam Toledo, de sólo 13 años, cuando el menor tenía las manos arriba durante una persecución en el barrio hispano de La Villita.
Ante el hecho de que los agentes sigan usando una fuerza excesiva, la profesora Robinson argumentó que en “primer lugar, es importante señalar que hay una serie de situaciones en EU”.
Especificó que “particularmente en un país donde las armas de fuego son tan frecuentes, donde la policía está legalmente autorizada a usar la fuerza letal para preservar la vida humana y proteger la seguridad pública, uno puede imaginar situaciones, por ejemplo, en las que la policía está rescatando a un niño retenido por secuestradores o lidiando con terroristas armados peligrosos que bien podría requerir el uso de fuerza letal y estaría autorizado y legal”.
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Sin embargo, “en otros entornos si bien hay un gran esfuerzo en todo el país para alentar un mayor uso de técnicas de desescalada, para "enfriar" los encuentros con civiles, particularmente cuando el individuo está desarmado, tomará tiempo cambiar la forma en que todos los agentes de policía manejan su trabajo a diario en nuestro sistema muy descentralizado. Se está realizando un gran esfuerzo de formación, pero todavía llevará tiempo, sobre todo para llegar a todos los departamentos de policía pequeños”.
“Alivio” en unos, “inseguridad” en otros
Y si bien se ve un cambio en cómo abordar el problema, esto tendrá diferentes impactos. Selee, exdirector fundador del Instituto México del Centro Wilson en Washington, DC, afirmó que “el tema de fondo es mucho más complicado. Simplemente hay percepciones muy arraigadas entre la población sobre diferentes grupos raciales y su propensidad al crimen, y eso afecta el juicio de los policías también en sus momentos de decisión clave. Esas percepciones no son fáciles de cambiar y va más allá de la policía también. Así que habrán algunos avances a raíz del movimiento pero no todos los que se esperan”.
La doctora Enyia recordó que “muy a menudo, los esfuerzos para abordar la violencia policial se tratan como fallas individuales de los malos oficiales, cuando de hecho, los problemas son sistémicos y abarcan la institución de la policía en su conjunto”.
Krozer, quien ha sido investigadora visitante en la Universidad de Stanford, la Pontificia Universidad Católica de Chile y en la CEPAL, enumeró que habrá “alivio, entre las mayorías de las personas perteneciendo a minorías étnico-raciales, las personas blancas que ya tenían estas creencias antes, muchos de los cuales sufrieron con las constantes provocaciones y transgresiones de la administración anterior, y gran parte del resto del mundo”.
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Sin embargo también se puede esperar “una cierta inseguridad entre personas que no pertenecen a los anteriores, no se hayan visto muy afectados por discriminación personalmente, y podrían pensar que se les da demasiada atención a estos temas [porque según ellos, no les afecta] o dejarse convencer que el "lapso" del Trumpismo fue un exceso, y hay que regresar a ser un poco más políticamente correcto aunque sea (incluso es concebible que haya algunos que hagan un verdadero "soul searching" y cambien de rumbo mental). Estos últimos podrían ver sus mentalidades afectadas de manera positiva, es decir: sensibilizarse hacia una posición más antirracista”.
Apenas el 18 de mayo, NBC reportó que “legisladores republicanos en varios estados han presentado al menos 80 proyectos de ley contra las protestas que restringen todo, desde el “ ruido irrazonable ” hasta el uso de una máscara durante las manifestaciones, en lo que algunos llaman una reacción violenta a las protestas del verano del año pasado”.
La doctora Krozer concluyó que “para el grupo restante, los Trumpistas de verdad, supremacistas blancos y muchos republicanos/votantes de derecha un tanto más moderados pero muy ideológicamente involucrados en los grandes temas de este partido, me temo que el cambio discursivo en la White House, más que convencerlos del lado correcto de la historia, los va a alejar más, ya que muchos de ellos no creen ni en hechos científicos, ni en medios u otras fuentes públicas/oficiales, y menos cuando éstas les indican que habían estado equivocados antes”.