Madrid

El Valle de los Caídos, donde reposan los restos de Francisco Franco, se convirtió este fin de semana en el escenario donde resurgieron las dos Españas más radicalizadas a favor y en contra de la figura del dictador.

Mientras los partidarios de Franco recluidos en la basílica añoraban tiempos pasados y rezaban el rosario para que España conservara sus valores más tradicionales, grupos republicanos y antifascistas se concentraban en las inmediaciones del panteón para exigir que se implemente cuanto antes la decisión del Gobierno de trasladar sus restos.

La comparecencia de franquistas y republicanos en el Valle de los Caídos tenía en esta ocasión un especial significado, ya que se produjo luego de que el presidente socialista Pedro Sánchez, con el apoyo de la mayoría del Parlamento español, aprobara la exhumación de los restos del dictador.

La lluvia, el frío y la densa niebla que envolvía desde primeras horas de la mañana al monumento —ubicado en la madrileña sierra de Guadarrama—, no impidieron la llegada de decenas de simpatizantes de Franco que participaron en la misa en la que se pidió por retomar los fundamentos del catolicismo.

Varios de los asistentes a la ceremonia religiosa portaban banderas españolas en la solapa o pulseras con los colores rojo y amarillo. Algunos reivindicaban abiertamente la memoria de Franco, pero todos ellos alegaban que los restos del dictador deben permanecer en el Valle de los Caídos, donde reposa desde 1975.

“La tumba [de Franco] es sagrada. Hay una parte de España que agita a otra parte de España, eso es lo que está sucediendo hoy en día. No se puede negar la historia. Al Gobierno le trae sin cuidado Franco, lo único que buscan es dividir a quienes no les votan”, aseguró indignado uno de los asistentes a la misa.

“La polémica la monta gente inculta, que no sabe ni leer. Yo estoy orgulloso de ser español, como imagino que en México están orgullosos de su país. Por eso rechazo que se mueva su tumba”, señalaba Vicente Andrés, que lucía una llamativa corbata con los colores de la bandera española.

“Es un hecho histórico bastante grande como para que se lo lleven de aquí. Nos parece un ataque a la historia de España”, agregó Pedro, un joven que viajó expresamente desde Ciudad Real con un grupo de amigos para visitar la cripta.

Apenas concluida la misa en la basílica, frente a la puerta principal del recinto custodiada por la Guardia Civil, grupos antifranquistas y defensores de la memoria histórica reclamaban a gritos la demolición del monumento y la salida urgente del dictador del Valle de los Caídos.

“Estamos aquí para exigir que esto deje de ser un monumento franquista y fascista y se convierta en un memorial democrático dedicado a homenajear a las víctimas de la dictadura, como sucedió en Buenos Aires o Jerusalén”, señaló a EL UNIVERSAL Arturo Peinado, presidente de la Federación Estatal de Foros por la Memoria, quien expresó el total rechazo de su organización a que los restos de Franco, una vez exhumados, sean trasladados a la Catedral de la Almudena en Madrid, como piden sus familiares.

“Los crímenes del franquismo no prescriben” y “Hay que juzgar al franquismo criminal”, fueron los lema más coreados por los manifestantes republicanos, algunos de ellos familiares de gente que desapareció durante la guerra civil y la dictadura. Más de 120 mil personas están en calidad de desconocidos en fosas comunes por toda España.

“Somos republicanos y venimos a pedir que se saquen de una vez los huesos de Franco de aquí, porque dicen que es el Valle de los Caídos pero en realidad es un monumento al fascismo. Esa cruz tiene que caer porque es una vergüenza que tengamos al dictador ahí”, aseguraba Juana Sánchez, quien sostenía una bandera republicana.

“Venimos a reclamar que se saque a ese genocida que atormentó a este pueblo durante 40 años (...) que se lo entreguen a la familia y que se lo lleven a un sitio donde no se le enaltezca”, apuntaba Fernando Castillo.

“No se puede permitir en una democracia un enaltecimiento así a un dictador equiparable a Hitler o Musolini, con quienes compartía ideología”, concluía Ovidio mientras los concentrados a su lado seguían gritando consignas contra la simbología del Valle de los Caídos y aguantaban junto a la carretera una llovizna helada.

Con ocasión del 20 de noviembre, aniversario de la muerte de Franco, renacieron a las puertas de la basílica de Guadarrama dos visiones contrapuestas de la Guerra Civil (1936-39), que enfrentó a las fuerzas de la República contra los franquistas que se levantaron contra el gobierno español y ganaron la contienda para establecer una dictadura de casi 40 años.

Las escenas contrastadas que se registraron en el Valle de los Caídos muestran que la reconciliación sigue siendo una asignatura pendiente para un sector de la sociedad, aunque son muchos más los españoles que se mantienen al margen de la polémica y que se acercan al mausoleo movidos por la curiosidad o como turistas.

El monumento, excavado en la roca y presidido por una cruz de 150 metros de altura, fue levantado cerca de El Escorial, a unos 50 kilómetros de Madrid, para glorificar la victoria de las tropas franquistas en la Guerra Civil.

En su construcción participaron de manera forzada miles de prisioneros republicanos. En la basílica reposan los cadáveres de unos 34 mil combatientes de ambos bandos y que permanecen sin identificar, lo que convierte al Valle de los Caídos en la mayor fosa común de España. Por todo ello no es un monumento apacible y sigue provocando serias interferencias en la sociedad española.

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