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Toronto.— Casi una semana después de devastar Bahamas, donde dejó al menos 44 muertos, el huracán Dorian causó “estragos” en Canadá, con vientos violentos, inundaciones en las zonas costeras, donde cientos de miles se quedaron sin luz.
Dorian entró en tierras canadienses el sábado cerca de Halifax degradado por el centro local de huracanes a “ciclón postropical muy intenso”, con vientos de hasta 140 kilómetros por hora, antes de volver al mar el domingo. Según el reporte de las autoridades, más de 500 mil hogares no tenían electricidad a lo largo de la costa en las provincias de Nueva Escocia, Nuevo Brunswick e Isla del Príncipe Eduardo, aunque no se han reportado víctimas fatales.
Mientras Canadá enfrentaba la tormenta, los bahameños que lo perdieron todo tras el paso del devastador huracán intentaban escapar de las islas más afectadas, donde la tormenta de máxima categoría dejó al menos 44 muertos, según el ministro de Salud del archipiélago, Duanes Sands, y una crisis humanitaria que tardará en ser superada.
El funcionario de Bahamas reiteró que el número subirá “significativamente” y que los cadáveres de algunas personas nunca podrán ser recuperadas, ya que fueron arrastradas a alta mar en medio de la tormenta. Un total de 36 se produjeron en las Ábaco, donde residen unas 17 mil personas, y ocho en Gran Bahama, donde lo hacen alrededor de 51 mil.
“Hay muertos por todas partes”, “los cuerpos siguen tirados”, contaron sobrevivientes. Aviones, helicópteros y barcos convergían en las maltratadas islas Ábaco para ayudar con las evacuaciones, tanto hacia la capital Nassau como a Estados Unidos.
Las instalaciones del pequeño aeropuerto de Marsh Harbour, en las isla de Ábaco, quedaron dañadas por los fuertes vientos de hasta 250 kilómetros por hora. Varios hangares estaban derrumbados por el huracán, aunque la pista de aterrizaje estaba utilizable y centenares de personas pudieron embarcar rumbo a Nassau.
“Hace casi una semana que pasó y la gente no tiene comida ni agua. Sigue habiendo cadáveres por aquí, no es sano quedarse”, dijo Chamika Durosier, una joven madre de familia, quien salió del aeropuerto huyendo del mal olor de los retretes.
En el puerto comercial de Marsh Harbour cientos de personas esperaban a marcharse. Bajo un sol ardiente, el olor de los residuos se mezclaba en toda la isla con el de los cuerpos en descomposición.
“Algunos duermen aquí desde hace tres o cuatro días, el número de asientos es limitado en los aviones”, contó Durosier, quien fue herida después de que el tejado de su casa le cayera encima.
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