Bruselas.— Las consecuencias políticas del retorno de a la Oficina Oval son severas y terminarán encontrando eco en las democracias de Europa, en donde las fuerzas populistas de extrema derecha intentarán imitar el discurso tóxico y la agenda discriminatoria.

Como bien suele escucharse entre la clase política, empresarial e intelectual de Bruselas, lo que ocurre en Washington jamás se queda allá, siempre termina teniendo resonancia del otro lado del Atlántico.

Para Joao Vale de Almeida, exembajador de la Unión Europea () en Estados Unidos, el discurso de Trump como presidente ha marcado “el fin de la decencia en la política”.

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El premier húngaro Viktor Orbán, en una rueda de prensa en Bratislava, Eslovaquia. Él está convencido
de que Trump ayudará a las fuerzas de extrema derecha en su ofensiva “para ocupar Bruselas” 26 de enero. Foto: Michael Probst / AP
El premier húngaro Viktor Orbán, en una rueda de prensa en Bratislava, Eslovaquia. Él está convencido de que Trump ayudará a las fuerzas de extrema derecha en su ofensiva “para ocupar Bruselas” 26 de enero. Foto: Michael Probst / AP

Para Fabian Zuleeg, director ejecutivo y economista jefe de European Policy Centre (EPC), es “la normalización de los extremos”.

Precisamente, es el elemento político del discurso de Trump el que más inquietud genera en el círculo rojo de la capital de Europa, incluso por encima de las reiteradas amenazas de impuestos extraordinarios y aranceles comerciales a los europeos.

“El elemento más importante de Trump 2.0 es la dimensión cultural y política. El impacto de la contaminación de la agenda unilateral, nacionalista y proteccionista lo estamos sintiendo y lo sentiremos en Europa”, sostiene Vale de Almeida.

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Musk apoyó por videoconferencia
al partido de extrema derecha Alternativa para Alemania en Halle 26 de enero. Foto: Hannibal Hanschke / EFE
Musk apoyó por videoconferencia al partido de extrema derecha Alternativa para Alemania en Halle 26 de enero. Foto: Hannibal Hanschke / EFE

El puñetazo de Trump fue inmediato, afirma el veterano diplomático. Si bien en su discurso inaugural no mencionó a la UE, Trump usó la tribuna de investidura para arropar a las figuras de la extrema derecha europea, invitándolos a la ceremonia en el Capitolio, como fue el caso de la primera ministra italiana Giorgia Meloni.

La presencia del espectro radical europeo y la exclusión de los europeístas fue algo realmente perturbador, detalla el que fuera también representante de la UE ante Naciones Unidas.

Ahora las fuerzas de extrema derecha estarán tentadas a emular a Trump, que ha llevado los estándares de comportamiento y de la política a su punto más hondo. “Los estrategas de las fuerzas iliberales y regresivas no sólo vitorean el triunfo de Trump, sino que piensan que puede ayudarles en su intento por ser más fuertes, sea para permanecer en el poder en Europa o alcanzarlo”, sostiene Janis Emmanouilidis, director general adjunto y director de estudios del EPC.

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Entre las figuras que se frotan las manos está la francesa Marine Le Pen, presidenta de Agrupación Nacional, una fracción política que ha invertido en la última década en tratar de maquillar su origen xenófobo, antieuropeísta y fascista, originalmente se llamó Frente Nacional, partido fundado por su padre Jean-Marie.

“Le Pen quiere llegar al poder y va a utilizar el momentum en Estados Unidos. ¿De qué manera? Está por ver, pero lo intentará. Si Trump tiene oído para las fuerzas iliberales y regresivas europeas y las escucha, y éstas le aconsejan hacer ciertas cosas que juegan exactamente a favor de lo que quieren lograr, acabar con la UE desde dentro, asumo que Trump las ayudará”.

En la bancada de los ultras en Europa son múltiples los aliados de Trump. El más cercano es el primer ministro húngaro Viktor Orbán, quien está convencido de que el inquilino de la Casa Blanca ayudará a las fuerzas de extrema derecha en su ofensiva “para ocupar Bruselas”.

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También están los xenófobos flamencos de Vlaams Belang, que hizo presencia en el Capitolio a través de Tom Van Grieken, y el partido ultraconservador polaco Ley y Justicia, representado en la ceremonia por Mateusz Morawiecki, exprimer ministro.

En la mayor economía europea está Alternativa para Alemania (AfD), que al menos habría asistido a la investidura presidencial con tres invitados. La plataforma ultraderechista aspira hacerse de las llaves de la Cancillería en las elecciones del 23 de febrero y recientemente recibió un sólido empujón hacia adelante por parte del hombre más rico del mundo, Elon Musk, en una charla publicitaria con su líder Alice Weidel.

Emmanouilidis afirma que la respuesta europea al incendiario comportamiento mostrado por Trump debe tomar en cuenta los errores cometidos durante su primera administración. “Lo que debemos entender es que la forma como tratamos de reaccionar a Trump 2.0 y que de alguna manera se asemeja a la forma como respondimos a Trump 1, no es suficientemente adecuada. La lógica transaccional se topó con pared porque hay aún más, porque mucho tiene que ver con cultura”.

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Señala que las discusiones en los Estados de la UE deben ser sobre el elemento cultural del discurso de Trump y acerca de lo que el bloque debe defender y combatir.

“Independientemente de que Trump tenga o no éxito en sus planes, habrá europeos con aptitud regresiva e iliberal que dirán que ese el camino a seguir”, en temas como la migración, la lucha contra el cambio climático y la diversidad.

Zuleeg sostiene que el ideal sería un mundo en el que la UE es capaz de responder de manera tradicional, a través de acuerdos y consenso entre los 27.

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Sin embargo, en su estado actual, esta vía está condenada al fracaso por las divisiones y la presencia de enemigos internos.

Las fuerzas de extrema derecha son numerosas al interior del Parlamento Europeo y en el máximo órgano de decisión de la Unión, el Consejo Europeo, la presencia de líderes euroescépticos, como Orbán, impiden alcanzar consensos.

Para avanzar y hacerle frente a Trump, la UE tendrá que encontrar fórmulas no convencionales de cooperación entre los países miembros. No sería la primera vez, ocurrió con la divisa única, el euro que no usan todos los países, o el espacio de libre circulación de personas Schengen, en el que participan todos.

“Tenemos que buscar formas distintas, pero manteniendo, tanto como sea posible, la estructura y el sistema. Puede ser en todas las áreas, incluyendo el financiamiento de la seguridad y defensa. No hay alternativa, no podemos permitirnos no actuar”.

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