Sería cuestión de tiempo para que la política exterior nacionalista y de diversificación del presidente López Mateos (1958-1964) claudicara en su intento por manifestar una aparente independencia respecto al vecino del norte. La experiencia guatemalteca con Arbenz (1954) y la llegada de Fidel Castro al poder en Cuba (1959), despertaría ansiedades latinoamericanas sobre el papel de Estados Unidos en la región.
El gobierno de López Mateos no fue la excepción. A pesar de su postura anti-bloques (estadounidense y soviético) y de rechazo “a los imperialismos”, mantuvo lealtad hacia los estadounidenses hasta el final. México, en ese momento, experimentó una especie de independencia tolerada por parte de Estados Unidos .
En 1964, el general Charles De Gaulle visitó México y emitió su célebre discurso desde el balcón de Palacio Nacional frente a multitudes: “He aquí, pues, lo que el pueblo francés propone al pueblo mexicano: marchemos la mano en la mano”. Si bien tanto Francia como México reconocían la importancia de una Tercera Posición frente a la bipolaridad internacional, el acto carecería de eco en la realidad mexicana ya que el distanciamiento frente a Estados Unidos se avizoraba poco probable.
La reciente visita y discurso del presidente cubano Díaz-Canel en el Zócalo más que un mensaje de distanciamiento frente a Estados Unidos fue un lujo nostálgico por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador . Aunque el gobierno cubano ya no lleva el apellido Castro, sólo se gobierna una vez.