Bruselas.— A pesar de ocupar un lugar destacado en los debates políticos del continente africano, los movimientos de población y los flujos migratorios siguen mostrando niveles de preocupación sin precedentes.
Aunque desde el año pasado se aprecia una evolución “particular” en los flujos irregulares, hay un aumento de la migración informal al interior de África, mientras una tendencia a la baja de las salidas hacia Europa y Medio Oriente, los principales destinos en el exterior.
A pesar de estos cambios, por lo menos 2 mil 475 personas murieron o resultaron desaparecidas el año pasado en la travesía marítima hacia Europa por el Mediterráneo y el Atlántico, de acuerdo con el Proyecto de Migrantes Desaparecidos de la Organización Internacional sobre las Migraciones (OIM).

En lo que va del presente año, las víctimas ya ascienden a 565 personas en la que se considera la ruta migratoria más letal del globo.
El número de migrantes africanos que viven fuera de su país de origen casi se ha duplicado desde 2010, alcanzando alrededor de los 41 millones, de acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones.
De esa población, en 2020, 21 millones vivían en otro país africano, mientras que 19.5 millones fuera de África. De este último grupo, 56.4%, residía en Europa, mientras que 25.6% y 15.4% vivían en Asia y Norteamérica, respectivamente.
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De acuerdo con el Africa Center for Strategic Studies, una institución académica asociada al Departamento de Defensa de Estados Unidos y establecida y fundada por el Congreso de ese país, hay un drástico descenso de los flujos irregulares africanos hacia Europa y los países del Golfo. El año pasado, 146 mil personas fueron interceptadas intentando llegar sin papeles a estos destinos, aproximadamente la mitad de las 28 mil casos registrados el año pasado.
Sostiene que el descenso hacia Europa es resultado de los programas de intervención financiados por la Unión Europea (UE) en el norte de África, concretamente en Libia, Túnez, Marruecos y Egipto, así como en África Occidental, Senegal y Mauritania. Por ejemplo, Marruecos reporta haber impedido más de 45 mil cruces hacia Europa y desmantelado 177 bandas criminales dedicadas al tráfico de personas.
Mientras que la caída en los arribos a los países del Golfo está asociada a la situación en Yemen, el principal punto de entrada de los africanos. El conflicto armado y la intensificación de las operaciones costeras han provocado una caída de 54% de los flujos irregulares. En contraste, hay un aumento de la migración informal dentro de África, de 2015 a 2024 aumentó 25%.
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“Dado los actuales factores de presión, gobiernos que no rinden cuentas y limitadas oportunidades de empleo ante el aumento de la población joven, las encuestas del Afrobarómetro indican que casi la mitad de todos los africanos han considerado la posibilidad de emigrar.
“Teniendo en cuenta que se prevé que la población africana crezca 70% de aquí a 2050, hasta los 2 mil 400 millones de personas [en 2020 había mil 338 millones], es de esperar que la presión migratoria continúe, modificando las dinámicas de seguridad, económicas y de gobernanza en cada subregión”, sostiene el Africa Center en su informe sobre las tendencias migratorias africanas para 2025 elaborado por Wendy Williams.
De manera simultánea, el número de personas desplazadas se triplicó en los últimos 15 años, pasando de 10.2 millones en 2009 a 32.5 millones en 2023. Casi 80% se encuentra en cinco países: Sudán, República Democrática del Congo, Somalia, Nigeria y Etiopía, sostiene el Internal Displacement Monitoring Centre, con sede en Ginebra.
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De acuerdo con la Unión Africana y la OIM, los conflictos, la violencia, la disparidad económica, la inestabilidad política y el cambio climático son los principales motores de los desplazamientos y movimientos de personas en el continente.
Las perspectivas a corto plazo son desfavorables, considerando que los factores que impulsan la movilidad económica y forzada de los africanos van en firme retroceso, de acuerdo con información del Institute for Security Studies, con sede en Pretoria, Sudáfrica.
Jakkie Cilliers, directora de la unidad del ISS sobre escenarios futuros en África, sostiene que la región presenció el año pasado un incremento de la violencia por conflictos políticos, éticos y armados.
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La tensión se acentuó en Libia y Sudán; Etiopía luchó por contener la insurgencia, mientras que los conflictos continuaron en Sudan del Sur y Somalia. Los golpes de Estado sometieron a regímenes militares en cuatro países del Sahel, al tiempo que el extremismo violento sembró el terror en el norte de Mozambique, Malí, Nigeria, Burkina Faso, Níger, entre otros países. En tanto que en Kenia y Nigeria, las reformas provocaron disturbios e inestabilidad social.
A la violencia se añade la herencia de la pandemia, la cual ha recrudecido el ciclo de rezago, insatisfacción y resentimiento. Se estima que los africanos, en promedio, no recuperarán sus niveles de renta anteriores a la pandemia hasta 2027, es decir, mientras que al resto del mundo le costó el Covid-19 dos años de crecimiento, al continente africano la factura será de ocho años.
La crisis sanitaria impactó significativamente en la pobreza extrema. En 2024, unos 18 millones más de africanos vivían con menos de 2.15 dólares diarios en comparación con la era previa al Covid-19.
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“Dada su joven población, la economía africana media crecerá más rápidamente que la de otras regiones, quizá alrededor de 1.5 puntos porcentuales más, pero no lo suficiente. El número de africanos extremadamente pobres se estabilizará en torno a los 457 millones de personas en 2026-2027”, sostiene Cilliers en un análisis.
“Para 2030, fecha en la que la comunidad internacional se ha comprometido a eliminar la pobreza extrema en todo el mundo, alrededor de 26% de la población africana seguirá viviendo por debajo de los 2.15 dólares al día”.
La demografía ha sido el principal lastre para el crecimiento de África desde los años 60. La población crece a niveles que el mercado laboral es incapaz de absorber, al tiempo que aumenta la presión tanto en los servicios públicos como en los desafíos internos, como el hambre y las enfermedades.
Sin embargo, si se adoptaran políticas propicias, el dividendo demográfico podría convertirse en un potente vector de desarrollo, sostiene el Instituto de Estudios sobre Seguridad de la Unión Europea (EUISS).
El estudio publicado en 2022, el think tank de la UE especializado en política exterior y seguridad, señaló que habría que abrir la ventana demográfica africana, no cerrarla, es decir, promover el modelo de un continente en movimiento, con viajes sin visado entre todos los africanos y vías legales ampliadas hacia Europa y otros destinos.
Indicó que un modelo de libre circulación de personas permitiría para 2030 la incorporación anual de entre 10 y 12 millones de africanos en el sector productivo, lo cual, a su vez, estimularía el empleo, la educación, el mejoramiento de las condiciones de vida y el desarrollo de infraestructura.
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En el escenario contrario, el de un “continente contenido”, en el que los ciudadanos siguen necesitando de visa para viajar a los demás países africanos, habrá que esperar más conflictos, inestabilidad política y desplazamientos. Sostiene que a los africanos no les quedará más remedio que recurrir a las rutas migratorias irregulares. Para 2030, estima que más 5 mil inmigrantes irregulares morirán anualmente al viajar por rutas peligrosas.
“La represión gubernamental y el crecimiento demográfico, junto con la disminución de las vías de migración extracontinental, ponen de relieve la necesidad de introducir políticas innovadoras en el continente que permitan colocar mejor a los trabajadores en los puestos laborales, reforzando al mismo tiempo la protección de los migrantes”, indica Williams.
En enero pasado, Ghana se convirtió en el quinto país que ofrece acceso sin visado a todos los africanos. Ruanda, Seychelles, Gambia y Benín completan la lista.
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