Miami.— Durante décadas, la idea de resucitar una especie extinta parecía confinada a la imaginación de Hollywood. El concepto de “desextinción” evocaba más la fantasía de Jurassic Park que los laboratorios reales. Pero entre octubre de 2024 y enero de 2025, la empresa estadounidense Colossal Biosciences desafió esa frontera al anunciar el nacimiento de tres cachorros genéticamente modificados con los rasgos del mítico (Canis dirus), un depredador que desapareció de América del Norte al final del Pleistoceno.

El hecho fue calificado por varios expertos como un logro científico sin precedentes. Entre ellos destaca la voz de José de Jesús Vásquez Chabolla, doctor en Genética Evolutiva y Biodiversidad, quien en entrevista con explicó lo que este avance significa para la biotecnología moderna y el debate ético en torno a la ingeniería genética y la humanidad.

Desde su perspectiva, no se trata simplemente de una hazaña biotecnológica, sino de un viraje histórico. “La clonación de estos cánidos [lobo terrible] extintos-modificados constituye un hito científico”, afirma. “Hasta la fecha, los únicos intentos comparables de clonar una especie extinta fueron el de un bucardo, es decir, una cabra montés ibérica, en 2003, cuyo clon lamentablemente vivió sólo unos minutos. Y, en proyectos en curso, el del tilacino o ‘lobo’ de Tasmania, un marsupial carnívoro, en Australia”.

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Sin embargo, el anuncio derivó en una serie de preguntas: ¿Qué consecuencias puede traer la “desextinción” de especies? ¿Cómo va a impactar a ecosistemas que ya no están hechos para ellas? ¿Cómo va a afectar su inserción en la naturaleza?

“Si se recupera algo que lleva muerto 10 mil, 40 mil o 100 mil años, hay que recuperar su entorno, no sólo el animal”, dijo Arthur Caplan, profesor de bioética en la Facultad de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York, a ABC News. “De lo contrario, pueden surgir problemas”.

El lobo terrible es una criatura envuelta en ecos legendarios, pero con un fundamento paleontológico bien documentado. Habitó América del Norte durante el Pleistoceno tardío, entre 125 mil y 10 mil años antes del presente. Sus restos fósiles han sido hallados en abundancia en los yacimientos de brea en La Brea, California, donde decenas de miles de ejemplares quedaron atrapados en los pozos naturales que actuaron como trampas mortales. “Este cánido realmente existió hasta hace unos 10 a 13 mil años”, detalla el doctor Vásquez Chabolla. “En vida era similar en tamaño a un lobo gris grande actual, aunque de constitución más robusta; poseía un cráneo con crestas óseas prominentes para músculos mandibulares y dentadura poderosa, que indicaban una mordida más fuerte”.

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Su dieta incluía caballos salvajes, bisontes, camélidos americanos e incluso crías de mamut o perezosos gigantes, lo que implica una presión predatoria ajustada a ecosistemas hoy desaparecidos.

Durante décadas, el lobo terrible fue considerado una subespecie hiperbólica del lobo gris, su versión monstruosa prehistórica. Pero en 2021, un estudio internacional cambió esa percepción para siempre. Un equipo liderado por investigadores de la Universidad de California de Los Angeles (UCLA), la Universidad de Durham y otras instituciones logró secuenciar fragmentos del ADN de cinco lobos terribles, con antigüedad de entre 13 mil y 50 mil años. “La ciencia genética reciente reveló una historia evolutiva muy distinta”, explica Vásquez Chabolla. “Sus resultados mostraron que el lobo terrible pertenecía a un linaje divergente que se separó de los antepasados de los lobos grises hace 5 a 6 millones de años; sin evidencia de flujo génico con lobos grises ni coyotes modernos”.

Ese descubrimiento fue crucial. En términos evolutivos, el lobo terrible no era un primo reciente del lobo actual, sino un pariente lejano, tan distinto como lo serían los leones y los leopardos. Tan grande era la distancia genética que algunos autores propusieron reclasificarlo bajo el género Aenocyon, que en griego significa “perro terrible”. “Para efectos de desextinción, esto significa que no existía un pariente vivo lo suficientemente cercano como para ‘retrocruzar’ o reproducir naturalmente las características del lobo terrible”, añade el científico. “Sería necesaria la intervención genética directa para recrear sus rasgos distintivos”.

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Vásquez Chabolla explicó que “usando técnicas modernas de genómica paleontológica, los científicos compararon los fragmentos de ADN fósil con genomas de cánidos actuales —lobos, perros— para inferir la secuencia completa”. Esa reconstrucción no fue un genoma listo para ser implantado, pero sí lo suficientemente detallado como para guiar un segundo paso: la recreación parcial, dirigida y selectiva, de un animal extinto. “El gran momento fue ese, conocer el ‘manual de instrucciones’ genético del lobo terrible”, destaca el experto. “Eso sentó las bases del proyecto de desextinción. Fue posible identificar qué diferencias clave en el ADN lo separaban de un lobo moderno común y corriente”. La clave ya no era encontrar células completas del pasado, sino reescribir el presente usando los ‘planos’ del pasado.

En este punto entró en juego la herramienta más revolucionaria del laboratorio genético actual: CRISPR-Cas9. Esta técnica, ganadora del Premio Nobel de Química en 2020, permite modificar genes específicos con una precisión sin precedentes. “Los científicos recurrieron a la edición genética de precisión para incorporar esas diferencias en células vivas. Y se logró a partir de la herramienta clave en esta tecnología —CRISPR-Cas9—, unas ‘tijeras moleculares’ que permiten cortar el ADN en puntos específicos y modificar genes concretos”, detalla el doctor en Genética Evolutiva y Biodiversidad José de Jesús Vásquez Chabolla.

El equipo de Colossal Biosciences, liderado por la reconocida genetista Beth Shapiro, identificó aproximadamente 20 mutaciones relevantes en 14 genes del lobo gris que debían ser modificados. En lugar de insertar ADN fósil deteriorado, recrearon sintéticamente esas secuencias específicas. “En esencia, ‘cortaron’ el ADN del lobo gris en los puntos deseados e insertaron en su código genético las variantes de ADN del lobo terrible correspondientes”, explica el experto. “Cabe destacar que este proceso no involucró la incorporación de largos segmentos de ADN antiguo como tales, sino la introducción de cambios puntuales, letras o secuencias cortas de ADN, iguales a las encontradas en el genoma fósil”.

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Una vez editadas, las células ya no eran sólo líneas experimentales, eran precursores vivos de algo mayor. Una de las modificaciones alteró el gen asociado con la pigmentación, los cachorros nacieron con pelaje blanco crema, color que se presume fue común entre lobos terribles que vivían en climas fríos. Otras mutaciones afectaron la densidad ósea, la formación del cráneo y el patrón muscular.

En palabras del paleogenetista Nic Rawlence, “lo que ha producido Colossal es un lobo gris que tiene algunas características similares a las del lobo terrible, como un cráneo más grande y pelaje blanco”. El paso final fue dar vida a ese código reescrito. La técnica usada fue la clonación mediante transferencia nuclear de células somáticas (SCNT). “Tomaron el núcleo que contiene el ADN de las células de lobo gris ya editadas y lo introdujeron en óvulos de lobo o perro previamente enucleados”, detalla Vásquez Chabolla. Dado que lobos y perros pertenecen a linajes interfecundos, se usaron perras domésticas como madres sustitutas. “Este enfoque de ‘alquiler de vientres’ inter-especies ya había sido validado anteriormente, por ejemplo en 2022 cuando científicos chinos clonaron con éxito un lobo ártico usando a una perra como gestante”.

Tras varios intentos, en octubre de 2024 nacieron dos machos: Romulus y Remus. En enero de 2025, una hembra: Khaleesi. “Los pequeños lobos mostraron desde el inicio el aspecto físico esperado; pelaje blanco, cabezas y mandíbulas prominentes y un tamaño que apunta a ser mayor que el de un lobo común al llegar a adultos”, relata el genetista mexicano. “Biológicamente, no son clones de ningún lobo terrible individual conocido, sino más bien clones de lobo gris portadores de ediciones genéticas; es decir, cada uno es un animal único que combina material genético moderno con fragmentos de información del Pleistoceno”.

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Hoy, los tres cachorros viven en una reserva cerrada de más de 800 hectáreas en el norte de Estados Unidos. El sitio no ha sido revelado públicamente, pero Colossal asegura que cuentan con personal médico, vigilancia constante y protocolos éticos. La empresa, que ha alcanzado un valor de mercado de más de 10 mil millones de dólares, defiende que lo logrado es una forma válida y funcional de desextinción.

“Es importante señalar que estos animales, al ser producto de ingeniería genética, no son lobos terribles puros sino organismos modificados”, puntualiza Vásquez Chabolla. “Por tanto, no se ha ‘revivido’ literalmente la especie extinta, sino que se han creado individuos híbridos con una aproximación fenotípica —de características físicas— al lobo terrible original”.

Y, sin embargo, para muchos científicos, esa aproximación es ya un parteaguas. “Lo cierto es que Romulus, Remus y Khaleesi representan los primeros animales de una especie extinta que vuelven a respirar sobre la Tierra”, concluye el doctor en Genética Evolutiva y Biodiversidad, Vásquez Chabolla.

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Un ecosistema que ya no existe

No todos están felices con el anuncio. “¿Qué sentido tiene crear un lobo terrible que no lo es realmente? Colossal afirma que es porque los lobos pueden mejorar la diversidad y la salud de sus ecosistemas.

“Esto sería cierto, pero los tres ejemplares, Rómulo, Remo y Khaleesi, pasarán el resto de sus vidas en su reserva...”, señaló a The Guardian Helen Pilcher, escritora científica y autora de Bring Back the King: The New Science of De-Extinction y Life Changing: How Humans are Alterering Life on Earth.

Aun si se decidiera liberar a estos, u otros animales “desextinguidos”, ¿Adónde se les liberaría si los ecosistemas donde vivían ya no existen, ni aquello de que se alimentaban?

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Jerry Coyne, profesor emérito del departamento de Ecología y Evolución de la Universidad de Chicago, advirtió que no hay forma de liberar a los lobos “desextinguidos” porque no sabrían sobrevivir.

Si los lobos, u otra especie “resucitada”, son liberados en la naturaleza “sin el grupo social para el que han evolucionado”, sería difícil esperar que “se comporten adecuadamente” con otros animales, porque nunca han estado expuestos a otras especies, añadió. “Así que eso tampoco es ético, porque esos animales están como separados. No van a tener lo que hay que comer, no van a saber qué comer, cómo comer, probablemente tengan el sistema digestivo equivocado. ... Así que esa es una de las consideraciones éticas”.

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