Miami.— A diferencia del Partido Republicano, donde si bien es cierto que Donald Trump se mantiene como figura principal de cara a las elecciones de 2024, hay otros líderes reconocibles, como Ron DeSantis, Nikki Haley, Mike Pence y Greg Abbott, en el Partido Demócrata el panorama es desolador.
En mayo pasado, una encuesta de Langer Research Associates reveló que la aprobación del presidente Joe Biden había caído a 36%, un mínimo récord, con 56% desaprobando su gestión y 68% que consideraban que, a sus 80 años, es demasiado viejo para otros cuatro años en la Casa Blanca.
Aun así, es prácticamente la única figura reconocible y visible en un partido que adolece de un vacío. Lejos están los años en que se hablaba de Alexandria Ocasio-Cortez como estrella en ascenso o que el veterano senador Bernie Sanders ganaba tantos adeptos entre los jóvenes que los republicanos de inmediato lo tacharon de izquierdista, comunista y cualquier palabra que pudiera horrorizar al promedio de los estadounidenses. Nancy Pelosi desapareció de escena al dejar el liderazgo en la Cámara Baja.
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Cuando Biden anunció que Kamala Harris sería su compañera de fórmula, muchos vieron en ella la primera posibilidad real de tener una mujer presidenta por primera vez en la historia de Estados Unidos, después de la derrota de Hillary Clinton.
Tres años después, Harris es un personaje más bien deslucido, con pocas oportunidades de acaparar la atención. Ni la embestida de los republicanos contra los derechos sexuales de las mujeres lograron impulsarla como defensora de todas ellas.
Aunque para algunos, las críticas hacia Harris están llenas de “racismo puro”, para otros se ha convertido en una decepción. Su llegada a la vicepresidencia despertó esperanzas entre las mujeres y las minorías, a las que no ha logrado apasionar ni atrapar.
Biden le encargó un tema espinoso, caballo de guerra de los republicanos, pero que no le permite lucirse y en que tampoco se ha logrado gran cosa: la migración.
No han abonado al surgimiento de una figura demócrata como lo fue Barack Obama los pleitos entre las corrientes demócratas moderadas y progresistas, algo que han aprovechado los republicanos, que acusan a estos últimos de ser la “izquierda radical”.
A decir del politólogo Hernán Molina, no hay nada más lejos de la verdad. “Las diferencias —entre estas dos corrientes demócratas— no son tan brutales como lo son en el Partido Republicano y hay que entender que llamar comunista en EU a demócratas, es como llamarles capitalista light [moderados]” porque aún con ese adjetivo ningún demócrata fomentaría y menos apoyaría la desaparición de los derechos individuales como la libertad de opinión, de prensa, de culto o el derecho a la propiedad privada, por sólo mencionar algunos.
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Pero pintarlos de radicales ha servido a los republicanos, particularmente a Trump, para alejar a una parte del electorado.
Aunque EU enfrenta un ataque a derechos alcanzados a lo largo de décadas y sobre cadáveres y sangre, tampoco aparece una figura demócrata que resalte defendiéndolos o plantando cara a los republicanos.
Si acaso se puede hablar de una figura naciente, que “se pensó en algún momento que iba a disputarle la candidatura a Biden”, esa es Gavin Newsom, gobernador de California, dice Molina. Aunque no ha anunciado todavía si buscará la candidatura republicana, analistas como Douglas Murray consideran que, en los hechos, ya lanzó su campaña. Una enfocada en el bolsillo de los estadounidenses, en la economía, en lo que sabe que les importa. Falta que, fuera de California, se vuelva una figura más reconocible.
Newsom, junto con Harris, son los demócratas considerados como más probables sucesores del partido una vez que Biden salga de la escena política. Hasta ahora ninguno parece tener la fuerza necesaria para arrebatar la candidatura a Biden y a decir de diversos expertos, es esa la razón por la que, en vez de jubilarse, el presidente va por otros cuatro años.
Ventajas y desventajas
A su favor, los demócratas tienen el antecedente de las elecciones de 2022, en las que, a pesar del factor Trump y su esfuerzo por movilizar votos, la estrategia le falló, al grado de que lo culparon por el hecho de que los republicanos no lograron arrasar en el Congreso, no se produjo la “marea roja”. Los demócratas lograron mantener mayoría en el Senado, aunque sea por una curul de diferencia.
Pero esas elecciones mostraron el gran problema de los demócratas: hallar líderes que entusiasmen sin polarizar. “El reto de los sustitutos de alto perfil es que quieres personas que entusiasmen a tu base sin disuadir a los indecisos”, dijo en su momento David Axelrod, quien fuera estratega de Obama. “Es un paso difícil. Obama puede hacerlo”.
El partido gobernante no ha logrado despertar la pasión de los estadounidenses, sobre todo de los jóvenes. Hay un hartazgo generalizado y falta de líderes que logren revertir esta situación.
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Biden había prometido ser presidente de un sólo mandato, consciente de las limitaciones de su edad. Pero a falta de opciones, anunció que buscará la reelección. Las encuestas, por ahora, no le favorecen frente a un Trump que a pesar de sus escándalos supera con doble dígito a quien era considerado estrella en ascenso entre los republicanos, el gobernador DeSantis, de Florida. “Lo cierto es que mientras Biden y Trump estén en el escenario político, no habrá mucho movimiento de nuevos liderazgos en ninguno de los partidos”, dice Molina. “Las próximas elecciones van a ser el principio de una redefinición de liderazgos porque se comenzarán a planear las elecciones [de medio término] para 2026 y no se diga para las siguientes presidenciales de 2028”.
Este año Biden cumple 81 años. Si gana la reelección, asumirá con 82. Pero Molina cree que con todo y su edad puede derrotar a Trump. “La diferencia, creo, la van a marcar los independientes, a quienes reiteradamente alude Biden y que no toleran más a Trump y no creo que voten por él. A pesar de que Biden tiene baja popularidad... votarán por su liderazgo o lo que sería los mismo, el menos peor”. La gran pregunta es: después de ellos, ¿quién?