Roma.— En vísperas del inicio del cónclave, la tarde del próximo miércoles 7 de mayo, teniendo como marco la Capilla Sixtina, los cardenales aún no tienen claro ni el perfil del nuevo Papa ni las prioridades de su pontificado, aunque hay un tema que será central: las finanzas de la Santa Sede, que de acuerdo con el balance de 2024 registra un déficit de 70 millones de euros.
“No estamos listos, necesitamos más tiempo para descubrir lo que el Señor pretende de nosotros”, admitió abiertamente el cardenal argelino Jean-Paul Vesco.
Entre los rubros que pesan más en los balances financieros del Vaticano están las pensiones de jubilación y los salarios de los 4 mil 200 empleados que trabajan en las oficinas de sus distintas instituciones: éstos cuestan al erario vaticano (al APSA, la Administración del patrimonio de la Santa Sede), 10 millones de euros mensuales.
Las medidas adoptadas por el Papa argentino no resolvieron el problema. Apenas en noviembre pidió a los cardenales reducir su salario para contribuir al saneamiento de las finanzas vaticanas.
A lo largo de las congregaciones previas al cónclave, expertos han analizado y explicado a los miembros del Colegio Cardenalicio la situación para tratar de hacer cuadrar el balance del APSA, no sin antes recordar que poco antes de morir, Francisco pidió no tocar los puestos de trabajo de los empleados.
El déficit que arrastran las finanzas vaticanas, dado a conocer oficialmente en 2024, es de 70 millones de euros: un año antes era de 83.5 millones de euros y de casi 78 millones en 2022. Esta suma ha sido en gran parte absorbida por el llamado Óbolo de San Pedro, por las donaciones que los fieles católicos conceden al Papa, sustancial fondo económico que en estos últimos años no ha tenido los suficientes ingresos para cubrir las necesidades de la administración vaticana: en 2023, en el Óbolo entraron 52 millones de euros contra salidas de dinero del orden de los 109.4 millones de euros.
En este marco se ve difícil que el APSA pueda hacer cuadrar sus cuentas, sobre todo porque en la Santa Sede no existe un sistema impositivo. Como nadie paga impuestos, se sostiene de las donaciones y de sus actividades culturales y financieras. Los museos vaticanos son su principal recolector de fondos económicos, 100 millones de euros al año, seguido por los derechos de autor y por sus actividades inmobiliarias (APSA administra el enorme patrimonio inmobiliario de la Santa Sede). El cardenal Angelo Becciu, exsubsecretario de Estado Vaticano hizo perder a la Santa Sede algo así como dos millones de euros por una fraudulenta compra-venta de un inmueble en la ciudad de Londres y financieras (el IOR, el Instituto de Obras Religiosas, más conocido como el banco del Vaticano, se ocupa de invertir y mover su dinero).
Hace unos seis meses el papa Francisco se ocupó del rubro más costoso para la Santa Sede, el fondo para las pensiones de jubilación, pero en lugar de dar una solución envió una carta al Colegio Cardenalicio en la cual instaba a sus miembros seguir garantizando una “apropiada pensión de jubilación para los empleados tanto en el presente como en el futuro”, a pesar de que estudios sobre el tema advertían que el actual sistema de pensiones no es sostenible.
La herencia económico-financiera que recibirá el príncipe de la Iglesia que saldrá como Papa de la Capilla Sixtina será sin duda difícil y muy pesada, ya que a la misma se deben agregar los 4.1 millones de euros que el Vaticano deberá pagar al italiano-británico Raffaele Mincione, tras el fallo a su favor de un tribunal de Londres por las falsas acusaciones hechas en su contra, en el caso de la fraudulenta compra-venta del edificio londinense de Sloane Avenue.
Este tema, junto con la lucha contra la pederastia, la unidad de la Iglesia y la nueva evangelización, son tan complejos que las Congregaciones Generales han decidido sesionar la mañana y tarde de este lunes, doble cita que probablemente se repetirá el martes, a sólo 24 horas del esperado Extra Omnes (fuera de la Sixtina todos los no electores), que marcará el inicio del cónclave que elegirá al sucesor del papa Francisco.
Las dobles sesiones tienen también por objetivo permitir que hablen más cardenales: aún hay 50 que no lo han hecho: “Es justo que sea así, porque todos debemos confrontarnos sobre el tema del futuro de la Iglesia; cada uno debe dar su testimonio, aportar su propia contribución”, recordó al respecto Bernini Fernando Filoni, prefecto emérito de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, mientras caminaba en la Plaza San Pedro.
El de este 2025, es el cónclave más diverso y numeroso de la historia vaticana: nunca antes había habido representantes de tantos países, 71, ni tantos electores (133) provenientes de tantas naciones. Participarán por primera vez en la elección de un Papa representantes de Haití, Cabo Verde, Myanmar, República Centroafricana, Papúa Nueva Guinea, Malasia, Suecia, Luxemburgo, Ruanda, Timor Oriental, Tonga, Singapur, Paraguay, Sudán y Serbia. Muchos cardenales no se conocen y las congregaciones son la oportunidad de mostrar cuál es su perfil.
Esta situación pone en duda afirmaciones como del cardenal alemán Reinhard Marx, según el cual es posible que el nuevo Papa salga elegido en la primera sesión. Aunque haya algunos favoritos, como el italiano Pietro Parolin, quien, se dice, cuenta ya con 50 votos garantizados, dada la diversidad de voces, no parece tan sencillo que un candidato junte rápidamente los 89 que necesita para convertirse en el nuevo Pontífice.