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Madrid.— José Antonio Zarzalejos tiene una visión rotunda de la ceremonia en que la banda terrorista ETA firmó su disolución el pasado 4 de mayo en Francia: “ETA ha sido derrotada y ha tenido que desistir, pero intenta hacerlo de forma tramposa, épica, diciendo que sus crímenes han tenido un sentido histórico y disfrazando su fracaso de retirada”.
Zarzalejos nació en 1954 en Bilbao, el País Vasco, y allí vivió los años de plomo, los más duros del terrorismo, cuando los periodistas eran también blanco de las amenazas y atentados etarras. Fue director del periódico El Correo antes de trasladarse a Madrid a dirigir ABC. En entrevista con EL UNIVERSAL, Zarzalejos, hoy analista en varios medios españoles, insiste en que el país no debe permitir que quienes defendieron la violencia falseen la historia y se descarguen de sus crímenes.
“Por supuesto que lo mejor es que ETA deje de matar, pero es difícil sentir entusiasmo”, apunta. “Debemos intentar que el relato de la banda no se imponga. Es un grupo criminal que nunca tuvo razón de ser y que mató sin escrúpulos a más de 800 personas. No pueden esconder eso tras un relato de legitimidad. Basta recordar que el 95% de sus víctimas fueron tras 1977, en periodo democrático y después de una amnistía a los presos políticos de la dictadura”.
En opinión del periodista, hay otro detalle que no debe olvidarse: ETA continúa existiendo como una organización criminal.
“Hay unos 120 activistas diseminados por Europa y América Latina. Ellos controlan los últimos arsenales de la banda y se benefician del circuito financiero construido con el dinero que consiguió de chantajes y secuestros y que luego ha blanqueado”, explica.
La cuantía de ese fondo es incierta, pero el periodista apunta que sirve para ayudar a las familias de antiguos etarras y mantener a los exiliados. “Hay que pensar sólo que el comunicado de disolución lo leyeron dos históricos de la banda como Josu Ternera y Anboto, que siguen desaparecidos”, resalta.
No hay muchas esperanzas de que esos líderes se entreguen. “El fin de estos terroristas será biológico: irán muriendo. El otro plazo es la prescripción de delitos. En cinco o 10 años, muchos podrán volver sin que los persiga la ley, y no será raro que lo hagan, porque en el País Vasco hay zonas donde pueden encontrar buen recibimiento”.
Zarzalejos tampoco cree que la banda vaya a entregar sus arsenales, aunque las armas que contengan ya estén probablemente inutilizadas. “La razón es que esas armas podrían determinar la autoría de 300 asesinatos que siguen sin resolver”, opina.
También aclararían “asesinatos fantasmas” cometidos por la banda pero que ésta nunca reivindicó.
“En ETA han sido asesinos muy imprecisos. No eran como las Baader Meinhof [de Alemania]. Recordemos que ETA mató en sus atentados a niños y embarazadas [lo que] le reportó una pésima reputación”, señala el analista.
Esta negativa a colaborar con la Justicia es uno de los grandes obstáculos para cambiar el sistema penitenciario español y acercar los 243 presos etarras a cárceles del País Vasco para que reciban visitas de su familia. “Probablemente ese acercamiento se dará en unos años, pero los presos deberían colaborar en las investigaciones”, dice.
Zarzalejos destaca otro incentivo que tuvo ETA para disolverse: “Haciéndolo quieren ayudar a la izquierda abertzale [nacionalista vasca]. ETA sabe que ahora contamina todo lo que toca con su nombre. Si la izquierda abertzale quiere tener posibilidades en las elecciones que habrá en el País Vasco en 2019, ETA debía desaparecer”.
Por muy grande que fuera el éxito de esa izquierda nacionalista liberada de la mala publicidad de ETA, el periodista no cree que pudiese convertir su reclamación de independencia en una causa tan popular como ha llegado a serlo en Cataluña en los últimos años.
“La sociedad vasca es diferente. Está muy fragmentada. Por ejemplo, el Partido Nacionalista Vasco [nacionalistas conservadores] está muy enfrentado a la izquierda abertzale. Y el objetivo de la independencia ha quedado maldito, manchado por ETA, y nadie puede reclamarlo ahora”.