Madrid.— Carla es una joven de 18 años que contrajo el coronavirus en la pasada primavera y que todavía no se ha restablecido del todo.
“Creo que me infecté en abril, con algo de fiebre, congestión nasal y malestar de estómago, pero sobre todo dolor de caderas, que es lo que más me afectó”, relata.
Superó la enfermedad en ocho días, pero tras seis meses y como otros afectados, padece efectos secundarios, porque sus sentidos del gusto y del olfato se vieron alterados.
“Los dolores desaparecieron, aunque al mes de haber pasado la infección empecé a notar que había alimentos que me sabían mal, de manera muy distinta a como los recordaba, y dejé de consumirlos. Pero llegó un momento en que cualquier cosa que comía tenía un sabor específico. Todo me era desagradable, en distintos grados”.
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Carla estaba preparando entonces los exámenes de selectividad para entrar a la universidad y sus padres pensaron que los trastornos se debían al estrés. Pero después de las pruebas siguieron los síntomas y, tras consultar con un especialista, éste concluyó que las alteraciones derivaban del Covid-19.
“Pasé la fase de que todo me desagradaba. Pero incluso hoy hay muchos alimentos, sobre todo dulces, que me provocan rechazo, como el chocolate o la Nutella, que me encantaba y ahora no puedo ni verla. Suelen ser alimentos procesados; en los que son menos aromáticos, no lo noto tanto”, concluye.
Carla espera recuperarse por completo, pero resulta difícil establecer cuánto tiempo durarán las secuelas. Los expertos comienzan a explorar los efectos secundarios menos conocidos de la pandemia.
“Los supervivientes informan de una preocupante variedad de problemas y síntomas duraderos como confusión, palpitaciones cardiacas, fatiga extrema, dolor en las articulaciones, pérdida del sentido del olfato o del gusto y falta de aire ¿Cuántos de estos síntomas se traducirán en enfermedades crónicas?... No lo sabemos... y eso es preocupante”, subraya Elizabeth Hartland, directora del Instituto de Investigaciones Médicas Hudson de Melbourne.
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