Desde temprana edad había soñado -y deseado con todas sus fuerzas- viajar por el mundo en avión. Pero, cada vez que despertaba en su casa y advertía la realidad que en ese entonces vivía, lo invadía una sensación de angustia que le oprimía el pecho. “Sentía que, por la situación económica de mi familia, iba a ser algo imposible para mí. Mientras tanto, en el colegio tenía compañeros que se iban a Disney o a Brasil y yo me moría de ganas por hacer lo mismo. Sufría mucho el hecho de no poder conocer otros lugares”, recuerda Yamil Hanna (30).
Criado por una madre soltera en Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires, Argentina , creció jugando a la pelota en la calle con sus primos. Su mamá, psicóloga de profesión y una trabajadora incansable, siempre se esforzó para que a sus hijos no les faltara nada. “Ella siempre quiso que nunca nos faltara un plato de comida ni educación, y me inculcó los valores que mis abuelos le habían enseñado a ella. Si nos llevaba de vacaciones, era por unos pocos días a Mar del Plata y le costaba muchísimo económicamente”.
Llegados directamente desde Italia con el deseo de hacer “la América”, ladrillo por ladrillo y con sus propias manos, sus abuelos habían construido la casa donde luego vivieron. Más adelante, sumaron una huerta y pudieron, también, criar animales. “Habían escapado de la Segunda Guerra Mundial y los comienzos en Argentina no habían sido fáciles. “Pasaron de indigentes a pobres y de pobres a poder darles buena educación a sus hijas y que ellas llegaran a ser profesionales, todo con mucho sacrificio y trabajo”.
Sueño cumplido en Brasil
Así, con la idea de progresar y poder ayudar en la economía familiar, antes de terminar el colegio secundario, Yamil dio sus primeros pasos en el mundo laboral. Debutó como relacionista público en los boliches de las zonas que frecuentaba. Más adelante, cambió el ambiente de la noche por un trabajo sobre la avenida Corrientes y en el que vendía celulares. Con lo que ganaba, le alcanzaba para pagar la cuota del colegio privado al que asistía.
Fanático de River Plate, corría 2014 cuando un hecho inesperado lo tomó por sorpresa y le permitió cumplir su anhelado sueño: conocer otro país, viajar en avión y estar en un mundial de futbol. Trabajaba como asistente contable en una autopartista en la ciudad de Buenos Aires y en una charla con su jefe surgió la posibilidad de recorrer Brasil por dos semanas.
“Ese viaje a Brasil me partió la cabeza; un paraíso a tres horas de mi casa, una cultura maravillosa, un idioma hermoso que me dieron ganas de aprender y me puse a estudiar hasta que dominé a la perfección. Estaba viviendo el ambiente de un mundial de futbol pero, como no tenía mucha plata, no pude ir a la cancha a ningún partido (me quedó clavada esa espina). Es más, vendía Fernets en la playa (me había llevado cinco botellas desde Buenos Aires) para poder hacerme de algunos reales y amortizar gastos”.
Renuncia y viaje a Japón
De regreso en Buenos Aires , siguió firme en su propósito de tener una economía estable que le permitiera continuar viajando. Dejaba currículums por todos lados, tanto para asistente contable de grandes empresas como para ayudante de supermercado o para cortar fiambres en la esquina de su casa. Lo único que quería era juntar plata para cumplir el sueño de ir a Japón a ver a River. En septiembre de 2015 lo contrataron en el banco ICBC y, al mismo tiempo, empezó a comprar ropa para revenderla y hacer un ingreso extra.
“Pude cobrar buenos salarios y también el día del bancario, un salario extra que se cobra en noviembre. Junto a la venta de ropa, pude hacerme de plata para viajar a Japón.
Cuando pedí reunión con mi jefe y el gerente del área para comunicar que quería tomarme vacaciones para viajar, me lo negaron por políticas del banco. Al ser nuevo, no se podían otorgar esos beneficios. Tampoco me concedieron la licencia sin goce de sueldo. No me quedó otra opción que renunciar. Mi jefe, hincha de Boca para colmo, me quería comer crudo. Pero, el gerente del área me tranquilizó y me dijo que él en mi lugar hubiera hecho lo mismo y que aprovechara y disfrutara”.
2018 le dio la oportunidad de conocer Miami por primera vez en su vida. En ese viaje se adentró de primera mano en las historias de vida de muchos argentinos que habían emigrado durante la crisis socioeconómica de 2001 con una mano delante y la otra detrás. “17 años después, la mayoría eran exitosos y algunos se habían hecho millonarios. Ese fue mi clic definitivo en la cabeza. Me postulé para un work and travel y conseguí trabajo de lavaplatos en un restaurant en la montaña en Park City donde esquían los actores y las celebridades más populares de Estados Unidos”.
Volver a empezar
El inicio de las restricciones por la pandemia del Covid-19 lo encontró en Alemania. Sí, Yamil seguía viajando y se mantenía fiel a su propósito. “Se acercaba una pandemia desconocida y no sabía si iba a volver a ver a mi familia. Entonces elegí volverme como repatriado desde Frankfurt a Buenos Aires. Otra vez a empezar de cero. Seguía con mi emprendimiento de ropa y vendía de todo por MercadoLibre. Tuve la suerte que explotó el comercio electrónico y pude empezar a ahorrar un poco”.
A medida que el confinamiento se hizo más estricto, los pensamientos de Yamil se dirigieron en busca de una oportunidad para lograr salir del país y asentarse en el exterior. En ese contexto y a través de una conversación por Zoom supo que algunos argentinos habían descubierto la forma de entrar a Eslovenia por tierra desde Croacia. “Eslovenia forma parte del espacio Schengen. Una vez dentro de ese espacio, se podía pasar a Italia sin controles fronterizos. Un amigo me contó sobre su experiencia, me pasó un link de un grupo de WhatsApp donde había información y datos para explotar esa ruta”.
No dudó ni un instante en seguir su corazonada. Sacó un vuelo desde Buenos Aires a Zagreb, la capital de Croacia, y emprendió viaje. “En Zagreb había un croata que trabajaba de Uber que nos pasaba por la frontera de Eslovenia y nos dejaba en Trieste, ya en Italia. Ese croata se debe haber salvado con todos los argentinos que pasó, debimos haber sido unos 200 mínimamente entre noviembre y diciembre/enero. La noche que el croata me dejo en Trieste, dormí en un hotel y a la mañana siguiente arranque mi travesía en tren rumbo a la comuna de Fermo, cerca de la costa del Mar Adriático. Ahí me esperaba mi amigo Gerónimo de la facultad. Declaré residencia y empecé mis trámites. El 9 de marzo me llegó un mail diciéndome que ya era ciudadano italiano. Rompí en el llanto más feliz de mi vida entera durante casi una hora sin poder creerlo, Me invadía la felicidad”.
“Comí de la basura, pero fue grandioso”
El siguiente destino fue Dinamarca. Pero antes, Yamil regresó a la Argentina para despedirse de su familia y amigos. “En Argentina dejé todo sin mirar atrás: a mi mamá, a mi hermano, a mis tíos, mis primos, mis amigos y mi pasión más grande en la vida, que es River. Lo dejé todo por el sueño de poder alcanzar la libertad financiera y conocer el mundo.
Todos me decían que estaba loco, que no era fácil vivir afuera, que lo mejor era recibirme y buscar un trabajo estable. Pero yo no quería saber nada, menos después de haber leído Padre Rico, Padre Pobre que fue el libro que cambió mi mente y mi vida para siempre”.
Actualmente vive en Copenhague, en un barrio llamado Østerbro. Alquila una habitación por 900 dólares al mes y está en un piso de estudiantes donde es el único argentino. “Lo que más me gusta de Dinamarca es la felicidad que te contagian las personas, todo el día, todo el tiempo te dicen que tengas un gran día con una sonrisa contagiosa. Jamás en mi vida he visto a la gente tan feliz en ningún país del mundo, y eso que ya a esta altura tengo el lujo de conocer 28 países. Lo que menos me gusta es que en invierno se hace de noche a las tres de la tarde, llueve mucho y hay mucho viento. Pero este es el único punto negativo, que yo aprendí a transformar en positivo porque me permite focalizarme más en trabajar y en mis objetivos. El invierno es para trabajar y hacer plata”.
Confiesa que está gratamente sorprendido también por la cultura de Dinamarca y el nivel de educación de la población. “La pobreza no existe, la comida sobra. De hecho, en los basureros de los supermercados tiran bandejas de comida envasada al vacío que está por vencer o vence el mismo día y muchos hemos bajado los costos de vivir al principio gracias a esto. Suena chocante decir que uno comió de la basura hasta que lo experimentas y es grandioso. La comida está perfecta, incluso muchos daneses van a los basureros a buscar esta comida para colaborar contra el desperdicio”.
Un reparto que deja ganancias
Su trabajo es de reparto, parecido al Rappi de Argentina en cuanto a la metodología. Se llama “Wolt” y habilita a trabajar con papeles en regla. La empresa provee de ropa y mochila para llevar la comida y las bebidas y cada trabajador se pone “en línea” en la app cuando desea trabajar. No hay jefes ni horarios estipulados. Cuando se quiere se trabaja, y cuando no se quiere, no se trabaja. Esta flexibilidad permite salir de vacaciones sin tener que pedir permiso, tomarse descansos, etc. Se puede hacer con bicicleta, moto, auto, rollers, o lo que cada trabajador quiera.
“Se gana muy bien. La orden mínima se paga 5 dólares que es desde el restaurant o kiosco donde recoges el pedido hasta los primeros 500 metros en la casa del cliente. Si la distancia supera los 500 metros ya se empiezan a pagar 0.7 dólares cada 250 metros. Un pedido de 3 km se paga 12 dólares y puedes entregarlo en diez minutos. Entonces tranquilamente en una hora buena haces seis de estos y te llevas 42 dólares al bolsillo”.
Yamil continúa con su explicación. “Haciendo ocho horas por día puedes facturar entre 300 y 400 dólares. Y los fines de semana durante las horas pico, pagan bonus adicional de 2,05 dólares por pedido. Yo a veces hago maratones de trabajo de viernes a domingo inclusive (que es cuando hay más pedidos durante todo el día y suman los bonos durante 3 horas cada día). Son unas 17 horas por día saliendo a las siete de la mañana y trabajando hasta las doce de la noche. Cuando hago eso puedo ganar 500 dólares por día. Requiere un esfuerzo mental y físico impresionante, pero depende de los objetivos de cada uno”. Yamil arrancó con una bicicleta eléctrica, luego adquirió una moto para poder trabajar más cómodo con menos esfuerzo. Y en el invierno, como es muy crudo, cuenta con un auto usado que compró por mil 800 dólares.
“Me encantan las oportunidades que brinda el país para los emprendedores. Tienes acceso a créditos hipotecarios muy convenientes. Dicen que Dinamarca es el nuevo sueño americano. Y estoy totalmente de acuerdo”.
Ahora se encuentra en Qatar, donde fue a buscar clientes para su empresa de marketing digital enfocada en bienes raíces. Y también aprovecha el viaje para buscar departamentos para él y sus amigos ya que allí se alojarán durante el mundial al que, por supuesto, asistirá. “Estoy empezando a desarrollarme como empresario en el sector inmobiliario: pretendo vender propiedades alrededor del mundo y conectar inversores argentinos con las mejores oportunidades en inmuebles en el exterior”.
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agv