Tijuana.— Rafaela, su esposo y su niño llegaron a la Catedral de Tijuana. En la banca que está a unos pasos de la entrada, se arrodillaron frente a la virgen y, como hacen todos los días, cerraron los ojos, juntaron sus manos, las llevaron al pecho y clamaron: “que no haya nada que nos detenga, Señor”.

Hoy, 20 de enero, será su cita para e iniciar su en Estados Unidos, el mismo día en que rinde protesta el presidente electo Donald Trump, quien amenazó con restringir el cruce en la frontera, eliminar la aplicación CBP One y deportaciones masivas.

Dentro de los cerca de 40 albergues que operan en Tijuana, las familias migrantes temen que a partir de este lunes les sea imposible cruzar hacia territorio estadounidense de una manera segura y que sus procesos de asilo se interrumpan.

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Para muchos es una cuestión de fe permanecer con la esperanza de que nadie les cierre las puertas.

Rafaela, su esposo y sus dos hijos, un adolescente de 17 años que perdió el oído, y uno más pequeño que aún no cumple los dos años, llegaron a Tijuana hace dos meses.

Aunque se presentaron en la Garita de El Chaparral para entregarse a las autoridades estadounidenses y pedir asilo, fue personal del Instituto Nacional de Migración (INM) quien se los impidió. Así llegaron al Albergue Embajadores de Jesús.

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Viajaron desde Oaxaca, donde su esposo fue amenazado y su hijo más grande se convirtió en el objetivo de los grupos criminales.

Ella dice que le pedían llevar encargos y ahí iba su hijo, quien perdió la audición, de un lugar a otro, sin saber que así lo estaban reclutando para integrarse al crimen organizado.

“Estamos nerviosos (...) Le pido a Dios todos los días. Antes de que me dieran la cita me despertaba antes de las 6 de la mañana y le rezaba tanto. No sabemos si vaya a quitar la aplicación, si se va a cerrar la frontera, esperamos que se le ablande el corazón [a Trump] y no haga todo lo que dice. Por algo estamos aquí y tuvimos que irnos”, expresa Rafaela.

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Su mayor temor es que el nuevo gobierno estadounidense les cierre las puertas de la frontera, cuando están a punto de solicitar asilo.

Rafaela y su esposo, quien carga a su hijo en uno de los brazos, entran a la catedral tomados de la mano. Mientras ella se persigna, el niño la espera a un lado, clava su mirada en su madre y, en silencio, cruza sus dedos como puede, imita una cruz que dibuja en su frente y el pecho.

“Que las puertas de la frontera se abran, para nosotros y para todos los que siguen en el camino”, rezan.

Con la fe más grande que Trump

La fe es también lo que mantiene a Wendy Morales, originaria de Guatemala, que está en la frontera de Piedras Negras, Coahuila.

Asegura que su fe es más grande que Trump. “Si Dios dice vas a entrar, yo sé que con esa fe voy a entrar. Pero no va a ser al tiempo mío, va a ser al tiempo de Dios”, comenta.

Wendy llegó a Tapachula, Chiapas, el pasado 17 de noviembre y desde entonces aplicó a la solicitud de asilo en la aplicación CBP One.

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A pesar de la incertidumbre de que la aplicación sea eliminada, Wendy guarda su fe en ella.

“Tengo fe a la cita, no a entregarme. No voy a exponer a mi hijo a un río y que se vaya a ahogar”, dice.

El mayor Miguel Ángel Rodríguez, del albergue Ejército de Salvación, reconoce que muchas personas migrantes tienen miedo de que se cierre la aplicación, y han decidido atravesar el río o cruzar a través de traficantes. Cuenta que semanas atrás unas personas contrataron coyotes, y a la fecha no tienen información sobre qué les pasó.

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El miedo a Trump

La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos tiene aterrorizadas a las familias. Algunas han decidido regresar a sus lugares de origen, como Estela, una migrante mexicana que sólo espera recibir un poco de dinero para comprar su boleto de autobús con rumbo de vuelta a Michoacán.

Ella llegó hace siete meses a Tijuana para escapar de la violencia, pero tras varias semanas de pensarlo decidió regresar: el miedo al nuevo presidente es mayor.

“¿Y si me separa de mis hijos? Dicen tantas cosas, que va a deportar a todos, que sí va a quitar las citas del CBP One, que no va a dejar entrar a nadie, que va a separar familias. Tanto tiempo que pasé aquí pero yo prefiero regresar, ya no quiero estar aquí”, se lamenta Estela.

José María García Lara, director del albergue para migrantes Movimiento Juventud 2000, cuenta que la mayoría de las familias llevan meses esperando una cita en la CBP One, pero ahora ya no esperan.

“Vimos lo que hizo Trump cuando fue presidente, deportó menos pero separó más familias. La gente no quiere pasar por eso y las opciones son pocas”, advierte.

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