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"Si volviera a parecer una mujer, no me atrevería a salir a la calle".
A André le llevó mucho tiempo y esfuerzo construir la apariencia del hombre que siempre sintió ser.
Transformar el cuerpo de Bolivia Andreína Bellorín, la mujer cuyo nombre figura en su cédula de identidad pero en la que nunca se reconoció, le costó dos intervenciones quirúrgicas, meses de un caro tratamiento hormonal y un doloroso desencuentro con una madre ya fallecida que nunca terminó de aceptarlo.
Ahora, al encontrarlo en la cafetería de un centro comercial de Caracas, nadie diría que el cuerpo de este empleado en una empresa agrícola fue un día de mujer.
Pero él siente que algo está cambiando, que lo que tanto le costó podría, poco a poco, malograrse.
"Ya no me sale barba en muchas partes de la cara y me estoy poniendo más caderón", cuenta preocupado. "Pero lo peor es mi voz, no soportaría que mi voz fuera otra vez la de antes".
Como todos los transexuales que inician lo que los especialistas denominan "transición" para adecuar su sexo biológico a su personalidad, André Bellorín necesita un tratamiento hormonal de por vida para mantener los cambios alcanzados.
Su cuerpo se está feminizando de nuevo porque en 2014 lo interrumpió.
¿La razón? La misma que la de muchos otros problemas en Venezuela: la escasez.
De acuerdo con el Informe sobre la Situación del Derecho a la Salud elaborado el año pasado por varias ONG locales, Venezuela vive "un agotamiento extremo de los inventarios de medicinas, vacunas e insumos básicos" que se traduce en que muchos pacientes tienen graves dificultades para encontrar los medicamentos que necesitan.
Los trans y sus hormonas no se libran del problema.
"Cada vez se hizo más difícil encontrar la testosterona. Recorría una farmacia tras otra; a veces tenía suerte, otras no", recuerda André, que cuenta incluso que hubo un año en que sus amigos le regalaron unos inyectables de testosterona por su cumpleaños.
Habían unido esfuerzos para traerlos desde Colombia.
Fue algo excepcional.
"Yo no tengo dinero para comprar la hormona en Colombia y que me la manden todos los meses", cuenta André, que como muchos en Venezuela estira su modesto sueldo al máximo para hacer frente a la hiperinflación.
Parte de los migrantes venezolanos
El cirujano Edward Romero, responsable de la Unidad Transgénero en la clínica Uciep de Caracas, ha notado en su consulta los efectos de la escasez de hormonas.
"La mitad de mis pacientes se ha marchado a países en los que pueden conseguir el tratamiento, sobre todo Colombia, Ecuador y Perú, donde es más económico", afirma.
Es una cara menos conocida de la diáspora de más de cuatro millones de personas que, según Naciones Unidas, ha dejado Venezuela desde que comenzó la crisis económica que sufre.
Suspender el tratamiento hormonal, como muchos se han visto obligados a hacer, no solo pone en peligro los cambios logrados sino que puede tener otras graves consecuencias.
Según el doctor Romero, "los usuarios con frecuencia caen en la depresión y en la ansiedad".
Los jóvenes son los más vulnerables. "En los adolescentes que están atravesando el conflicto de la transgeneridad vuelve a haber ideas suicidas y explosiones violentas en el ámbito familiar".
El problema se agudiza en el caso de los trans masculinos, en los que las hormonas provocan cambios más rápidos, pero que también desaparecen rápido.
La vuelta de la menstruación, que puede producirse ya a los tres meses de la interrupción del tratamiento, supone una experiencia traumática para muchos de ellos.
Toni del Vecchio es uno de los trans a los que trató el doctor Romero. Asegura que "lamentablemente, hoy en Venezuela empezar un tratamiento hormonal es una cuestión de dinero".
Él, un diseñador gráfico al que le va bien, se sabe miembro de una minoría de privilegiados. Puede pagar el coste de su medicación en Ecuador y el envío desde allí.
Para la mayoría de los que resisten en Venezuela y no se resignan a que su cuerpo se convierta en aquello de lo que escaparon, conseguir las hormonas se ha convertido en una especie de odisea.
Venezolano rumbo a Colombia
Karl Rodríguez consume ahora lo que le queda de Nebido, un inyectable en ampollas que debe suministrarse cada tres meses para mantener los niveles de testosterona.
"Viajé hasta Colombia en la camioneta de un amigo para comprarlas a US$80 cada una".
Ahora, cuenta, está ahorrando lo que puede de su sueldo de cocinero en el Banco Central para repetir el viaje y renovar sus existencias.
Sabe que no será fácil. Viajar por carretera en Venezuela se ha convertido en misión de alto riesgo. A la inseguridad se suma últimamente el problema de la dificultad para encontrar combustible en la mayor parte del país.
Karl dice que nada de eso lo detendrá. "De una manera o de otra conseguiré mis hormonas".
La desesperación por conseguirlas llevó a algunos a buscar en internet lo que no podían encontrar en las farmacias.
"En Venezuela lo único que puedes encontrar son páginas web que ofrecen las hormonas, nunca por debajo de US$300", explica Del Vecchio.
Más alto que el coste son los riesgos para la salud de adquirir uno de estos productos sin certificación y consumirlo sin supervisión médica, como algunos hicieron.
El doctor Romero cuenta que trató a personas que recurrieron a hormonas animales, lo que puede provocar crisis hipertensivas y otros trastornos.
Un transexual que prefirió no dar su nombre refirió a BBC Mundo que compró por internet lo que creyó era testosterona y luego resultó ser resina vegetal.
Ahora tiene unos bultos en los glúteos, no sabe cuándo desaparecerán y ha renunciado definitivamente a hormonarse.
Situación de los LGBT en Venezuela
Para activistas y organizaciones de defensa de los gays, lesbianas, bisexuales y transexuales (LGBT) en Venezuela, los problemas de los transgénero para conseguir su medicación son un reflejo más del marco de precariedad y falta de derechos que sufre este colectivo.
Para Quiteria Franco, de la ONG Unión Afirmativa, "el país siempre estuvo mal en este campo, pero ahora estamos a la cola en la región".
Venezuela no reconoce el derecho al cambio de identidad de los transgénero. Es además uno de los pocos de Sudamérica que no admite el matrimonio y ni siquiera contempla la unión civil entre personas del mismo sexo.
BBC Mundo intentó obtener información sobre la situación del colectivo LGBT en el país, pero el Ministerio de Comunicación no respondió a la petición.
Quiteria Franco resume la situación. "Somos un problema que nunca le ha importado a nadie".
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