Mientras estuvieron en cautiverio, algunas mujeres tuvieron a los bebés. Y después de un tiempo, fueron liberadas. Pero con una condición: que criaran a los niños que habían dado a luz, con quienes no tenían conexión genética.
Si no lo hacían, podían pasar 20 años en prisión.
La mayoría de las mujeres que le alquilan su vientre a parejas que no pueden tener hijos, han sido madres al menos una vez, pero no era el caso de Thida.
Con menos de 25 años, y casada con un mecánico, no podía darse el lujo de tener hijos.
Pero con los 10 mil dólares que le pagarían por tener el bebé de una pareja extranjera, todo cambiaría: tendría suficiente dinero para empezar su propia familia.
Así que cuando el representante de una agencia dedicada a encontrar voluntarias para convertirse en vientres de alquiler se presentó en su pueblo, en las afueras de Phnom Penh, la capital de Camboya, ella le dio su nombre.
"Si hubiera sabido que era ilegal, nunca lo habría hecho", dice Thida.
Confinadas
Para el momento en el que el embrión de una pareja china fue implantado en su vientre, a finales de 2017, el servicio de vientres de alquiler en el país había sido prohibido desde hacía más de un año, pero la implementación de la medida era reciente.
Cuando salió embarazada, Thida fue llevada al distrito Russey Keo, una zona costosa y sobrepoblada de la capital.
Al poco tiempo, otras 32 embarazadas estaban viviendo en el lugar, cinco por habitación.
"Las habitaciones eran tan pequeñas, que no había espacio para caminar", cuenta. No tenían permitido salir.
Pero en junio, la policía llegó al lugar. Se llevaron a los empleados de la agencia y los acusaron de tráfico de personas. A las mujeres les pasó lo mismo.
Dolor
Una noche de octubre, Thida empezó a sentir contracciones y fue traslada a un hospital. Cuando el bebé nació, quería verle la cara. El doctor lo puso sobre su pecho por cinco minutos antes de limpiarlo.
"Es mi primer hijo y de verdad lo amo muchísimo. Me sentí muy mal porque vino al mundo en un hospital de la policía y estuvo preso conmigo por meses", dice.
Sobornando a los guardias, la suegra de Thida, Sre-Oun, logró entrar y le llevó pañales, frutas y leche en polvo.
La joven refiere que a las madres no se les había alimentado adecuadamente y que no podían amamantar a los bebés.
Tres días después del nacimiento, la pareja china que había contratado sus servicios, llegó. Thida apenas logró ver a la mujer, el hombre sobornó al guardia con 100 dólares y entró al pabellón.
"Sostuvo al bebé y lloró como si el corazón se le hubiera roto. Sentí mucha lástima por él".
Pasó 20 minutos con el pequeño y luego se fue. El encuentro fue tan frenético que la joven no intercambió números de teléfono con el padre biológico.
Finalmente, en diciembre, a Thida y al niño los dejaron irse.
Tanto a ella como a las demás mujeres, les dijeron que tendrían que cuidar al niño hasta que cumpliera 18 años. De lo contrario pasaría 20 años en la cárcel. Se les informó que las vigilarían para estar seguros de que no le entregarían al bebé a la pareja que la contrató.
Suerte
Ahora, Thida considera que el pequeño es su hijo.
Pero nunca recibió ningún pago. Y la llegada del bebé ha afectado sus finanzas. Su esposo gana 250 dólares al mes, y eso no alcanza para criarlo.
Su esposo también ama al niño.
"Se pone a jugar con el apenas llega del trabajo. Y me ayuda a cuidarlo en la noche, para que yo pueda dormir".
Su suegra también lo quiere.
"No me importa que no tenga una conexión genética con nosotros, ahora es imposible que lo entreguemos. Es tan tierno, incluso cuando grita para que alguien juegue con él", afirma.
Piensa contarle al niño cuál es su historia cuando cumpla 18 años y pueda decidir si trata de encontrar a sus padres biológicos.
Pero existe la posibilidad de que ellos los encuentren. Thida no impediría que lo visiten, pero su suegra teme que intenten robarse al pequeño.
Otras historias
Neth, esposa de Sok, un pescador, y madre de dos niñas, fue liberada con Thida.
Vive en una casa tradicional camboyana, sobre el río y sostenida por pilotes. El piso es de bambú y las paredes de una lámina de hierro corrugado. 17 personas viven allí.
Esa fue la razón por la que la mujer ofreció su vientre en alquiler, para poder construir una casa.
Todavía no ha dado a luz y no sabe nada de los padres biológicos del bebé. La mayoría eran chinos, pero se sabe que una pareja era japonesa y otra de Angola.
La industria de los vientres de alquiler en Camboya se disparó luego de que la práctica se prohibiera en Tailandia y en India, en 2015, y en Nepal, en 2016.
Por casualidad, esto coincidió con el relajamiento de la restricción que impedía a las familias tener más de un hijo en China. Muchas parejas querían tener un hijo, pero no podían concebirlo de manera natural.
"Son viejos, pero solventes, y están en una buena posición para criar niños", explica Liang Bo, director de la agencia de fertilidad y vientres en alquiler Shezhou Zhongtai, que estuvo reclutando a voluntarias en Camboya.
Pero tras el cambio en la ley, dejó de hacerlo.
Pérdida
Liang Bo afirma que las 33 mujeres arrestadas en junio no tenían relación con él, que habían sido contratadas por agencias pequeñas.
"Aparecieron en los últimos dos o tres años. Puede haber unas 500, en ocasiones solo una persona está a cargo".
Sin embargo, la noche del arresto, recibió llamadas de parejas desesperadas que querían información y no podían contactar a la agencia proveedora del servicio.
Trató de ayudarlas, pero no reconocía ninguno de los nombres que le daban.
Cada pareja puede haber perdido hasta 70 mil dólares, que pagaron por adelantado. Pero lo peor es que su hijo genético nacerá y crecerá… en otra familia.
¿Protección?
Chou Bun Eung, ministra encargada del Interior, dice que está al tanto de que algunos padres han logrado encontrar a las mujeres, el gobierno se mantiene vigilante."Si quisiéramos arrestarlos, lo habríamos hecho hace tiempo, pero no lo haremos a menos que traten de llevarse a los niños del país".
Pero no hay nada que les impida ayudar a las madres financieramente.
"Pueden pagar por la formula o la escuela", dice la funcionaria.
Indica que Camboya tuvo que prohibir esta industria porque es una forma de tráfico humano y que los niños son las víctimas.
"Negociaron su precio cuando estaban en el vientre, los niños son como una mercancía. Algunas veces, los pequeños serán vendidos por segunda vez".
Para Eung, arrestar a las embarazadas era una forma de protegerlas.
(*) Este texto es una versión más corta del trabajo de Elaine Chong y Tim Whewell.
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