Bruselas.— Mientras el mundo está ocupado viendo el impacto del caos que ha generado Donald Trump desde su regreso a la presidencia de Estados Unidos, Corea del Norte continúa expandiendo su proyecto autoritario sin contratiempos.
Desde las dos cumbres entre Trump y Kim Jong-un, en 2018 y 2019, el régimen de Pyongyang ha robustecido los cimientos del sistema totalitario, aprovechando las crisis de los últimos años y la desatención internacional sobre las evoluciones en la península coreana.
La crisis de la pandemia amplificó el poder del régimen en casa. De acuerdo con el Informe de la Relatora Especial sobre la situación de los derechos humanos en la República Popular Democrática de Corea, Elizabeth Salmón, presentado en el marco del periodo de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU que finalizó el pasado 4 de abril, el cierre de las fronteras durante cinco años, usando como argumento inicial la pandemia, ha permitido profundizar el enfoque ejercido por el régimen con respecto a los derechos económicos, sociales y culturales.
“En los últimos años, la República Popular Democrática de Corea ha promulgado varias leyes para restringir aún más el disfrute de los derechos a la libertad de circulación, de trabajo y de expresión y opinión. Muchas incluyen disposiciones de pena de muerte y el restablecimiento de juicios y ejecuciones públicas”. Entre las normas más inquietantes está la Ley de Eliminación del Pensamiento y la Cultura Reaccionarios (2020) y de Protección de la Lengua Normalizada de Pyongyang (2023), las cuales están encaminadas a fortalecer la educación ideológica.
El encierro, activado en 2020 y suspendido para los visitantes no rusos en febrero pasado, para ser reinstaurado semanas después hasta nuevo aviso, ha amplificado las capacidades de atrincheramiento de una de las naciones más aisladas del exterior. En la actualidad hay un control más estricto de las fronteras y es más difícil escapar que en el pasado. De enero a septiembre de 2024, 181 personas, de ellas 159 mujeres, llegaron a Corea del Sur huyendo del norte, mientras que antes de 2020 arribaban más de mil al año.
El encierro ha profundizado la inseguridad alimentaria, la prevalencia de la subalimentación aumentó de 34.3% de la población durante el periodo 2004-2006 a 45.5% de 2020-2022, así como ha exacerbado las desigualdades y la discriminación. “El sistema de distribución pública es discriminatorio e irregular, por lo que no garantiza el acceso a los alimentos a la inmensa mayoría de la población. Las disparidades entre provincias, entre zonas rurales y urbanas en el acceso a los alimentos y otros derechos son también una preocupación de larga data en materia de derechos humanos.
“Sólo se permite vivir en Pyongyang a las élites y a quienes se estima leales a la dirección nacional, considerados una clase ‘central’, y si un miembro de la familia comete uno de los denominados delitos de carácter político, toda la familia puede ser expulsada a una zona rural y etiquetada como miembros de una clase ‘hostil’”.
El programa nuclear igualmente ha seguido avanzando, poniendo en funcionamiento un reactor de agua ligera y enriqueciendo uranio en una segunda instalación no declarada al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
El Center for Arms Control and Non-Proliferation estima que la nación asiática tiene suficiente material fisible para construir entre 45 y 55 ojivas nucleares, entre 20 y 30 podrían estar ensambladas. “Debido a su prolongado aislamiento, a la ausencia de vigilancia internacional y a la mayor restricción del intercambio de información, la situación de los derechos humanos de la población del país, especialmente su acceso a los servicios básicos, es motivo de grave preocupación”, detalla el reporte de Salmón.
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Kim Jong-un también ha instrumentado la guerra en Ucrania. El conflicto le ha permitido adquirir influencia internacional; actualmente dos de las cinco naciones con poder de veto en el Consejo de Seguridad, Rusia y China, son aliados incondicionales. El conflicto en Ucrania, particularmente revivió la asociación entre Moscú y Pyongyang, su aliado durante la Guerra Fría. El dictador norcoreano apoya a Rusia con cartuchos de artillería, misiles balísticos y soldados.
La organización británica Open Source Centre estima que Corea del Norte se ha convertido en una importante fuente de armas convencionales, estaría suministrando casi la mitad de la munición usada por Rusia. Además de ser un incentivo político y de seguridad, los lazos con Moscú están impulsando temporalmente la economía norcoreana.
“Aunque los Estados autoritarios comparten un interés primordial en la seguridad del régimen y la supervivencia política, esto no significa necesariamente que debamos esperar solidaridad entre regímenes con una disposición similar o creer que formarían inevitablemente un eje antioccidental”, sostiene Elizabeth Wishnick, experta del Weatherhead East Asian Institute, proyecto de la Universidad de Columbia. “Consideraciones de política exterior y los factores internos hacen improbable un nuevo eje China-Rusia-Corea del Norte”, detalla la investigación financiada por el Pentágono.
“Estados Unidos es un comodín: Donald Trump ha vuelto a la Casa Blanca y ha dicho que le gustaría volver a dialogar con Kim. Dicho esto, no hay indicios claros de cuál será su enfoque hacia la península coreana”, indica International Crisis Group. Corea del Norte no aparece en la guerra arancelaria de Trump debido a que desde 2008 enfrenta sanciones de EU al considerarlo una “inusual y extraordinaria amenaza para la seguridad nacional”.
