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Parkland, Florida
En la sala de la Biblioteca de Parkland dedicada a adolescentes y adultos se siente en el ambiente el desgarrador peso de una masacre.
Mensajes de condolencias en forma de corazón, dibujos mostrando unidad, cartulinas de madres solidarias y una manta firmada por centenares de sobrevivientes, recuerdan a las 17 vidas interrumpidas el pasado 14 de febrero por Nikolas Cruz, quien a sus 18 años compró legalmente un rifle semiautomático AR-15 para aterrorizar su antiguo colegio, la secundaria Marjory Stoneman Douglas.
Aquí también se resguardan los testimonios de uno de los mayores tiroteos registrados en una escuela de Estados Unidos. Entre ellos, la publicación de David y Lauren Hoog #Nunca Más, en referencia al movimiento que nació tras los hechos en la escuela Marjory Stoneman Douglas.
“Cuando abres los ojos y la pesadilla no desaparece, no tienes de otra, tienes que hacer algo. Lo primero es recordar. Segundo actuar (…) Desde ese día ninguno de nosotros es el mismo. Pero tenemos vida. Y en memoria de los que no la tienen, los recordaremos y actuaremos el resto de nuestras vidas”, escriben los sobrevivientes.
“Nuestra labor es conservar el pasado para que nunca lo olvide la comunidad”, dice a EL UNIVERSAL una bibliotecaria en referencia al espacio que se ha convertido en un altar al dolor, la memoria y la esperanza.
A dos kilómetros de distancia de la biblioteca está la escuela Marjory Stoneman Douglas, convertida hoy en una fortaleza: sistemas de video y tres patrullas del condado la resguardan. La enorme puerta metálica de entrada fue clausurada y el único acceso es por el estacionamiento, donde un hombre a bordo de un carrito para el golf realiza un primer control. “Si no apareces en la lista no entras”, afirma.
“No hemos aprendido nada, las matanzas siguen y continuarán porque sigue prevaleciendo el poder de la NRA (Asociación Nacional del Rifle)”, asegura Norman Grand, padre del antiguo director deportivo del colegio.
Tan sólo el viernes un hombre mató a dos personas y después se suicidó tras abrir fuego en un estudio de yoga en Tallahassee, Florida.
Al llamado “Sunshine State” también se le conoce como “Gunshine State”, por el alto impacto que tiene la proliferación de armas en la entidad. De acuerdo con el Giffords Center, por uso de armas la entidad registra, al año, un promedio de 827 homicidios, mil 538 suicidios y mil 694 tiroteos intencionales no fatales. Esto tiene un costo anual superior a los 5 mil millones de dólares.
En estados con altos índices de violencia con armas, el tema está en la mente de los que acudirán en las urnas para elegir a sus representantes al Congreso este martes 6 de noviembre, principalmente los jóvenes que simpatizan con los demócratas, sostiene Eduardo Gamarra, politólogo de la Universidad Internacional de Florida. Este estado tiene comicios para gobernados, así como Cámara Baja.
“El tema medioambiental parece movilizar a los jóvenes, pero sobre todo el tema de control de armas, un factor que ha tomado fuerza tras [lo ocurrido en Parkland] y que también moviliza a madres y padres”, sostiene.
Sean Foreman, profesor del Departamento de Ciencias Políticas del College of Arts & Sciences de la Barry University, considera que el electorado tiene presente este tema, aunque ha perdido cierto impulso debido a que los grupos que apoyan a los candidatos que favorecen políticas de restricción a la posesión de armas han tenido dificultades para recaudar dinero y mantener el interés político en el movimiento.
Una encuesta realizada por Qui-nnipiac University mostró que 62% de los floridanos apoya la prohibición de la venta de rifles de asalto.
A pesar de ser un genuino reclamo, los cambios legislativos han sido cosméticos desde Parkland. Foreman asegura que el problema radica en la ambigua definición sobre lo que es un arma de asalto y la influencia que tiene la NRA sobre la clase política.
“Muchos políticos, especialmente los republicanos, temen que si votan por la restricción de armas enfrentarán la oposición del poderoso grupo de interés NRA”, sostiene el politólogo.