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Miami.— Hoy, miles de niños y niñas en la Unión Americana, muchos de ellos estadounidenses, se despiertan con una pregunta atravesada en el pecho, ¿dónde está mi papá? Para muchos, la respuesta es tan dura como inaceptable: detenido por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas ( ICE), deportado por una orden federal, encerrado sin juicio, separado por una política que no considera ni sus derechos ni su voz. El Día del Padre llega entre muros, rejas y silencios en hogares en la Unión Americana donde el miedo se ha convertido en rutina desde que Donald Trump volvió a la presidencia hace cinco meses.
Desde el 20 de enero hasta este 15 de junio, más de 139 mil personas han sido deportadas y más de 51 mil permanecen detenidas, según cifras oficiales del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) y TRAC Immigration (Transactional Records Access Clearinghouse-Immigration), proyecto de investigación independiente y no partidista con sede en la Universidad de Syracuse, en Nueva York.
Aunque no hay datos específicos sobre cuántos de ellos son padres, las cifras coinciden con patrones históricos, la mayoría de los detenidos son hombres adultos, muchos de ellos cabezas de familia, trabajadores esenciales y figuras centrales en sus hogares.
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“Mis hijos hicieron un dibujo para su papá, pero no saben dónde enviarlo”, dice entre lágrimas Estefanía, madre guatemalteca que vive en Long Beach. Su esposo fue detenido en una redada en Carson a finales de mayo. Desde entonces, no han podido hablar con él. “Les dije que está en un lugar donde no dejan pasar cartas. ¿Cómo les explico que está encerrado por trabajar duro?”.
A miles de kilómetros de distancia, en un centro de detención en Georgia, Manuel, un jornalero salvadoreño de 42 años detenido en Texas, cumple su cuarto mes bajo custodia de ICE. Hoy sólo le permiten una llamada de cinco minutos. Su hija mayor, de 14 años, cuenta a EL UNIVERSAL que escribe cada noche en su diario pidiendo a Dios por él.
Manuel no ha sido acusado de ningún delito y tampoco tiene antecedentes. Su único pecado fue no tener papeles cuando lo detuvieron al salir de una obra.
“Este Día del Padre es el más doloroso que hemos vivido desde que comenzamos a acompañar a estas familias”, asegura a este medio la sicóloga Helena Rodríguez, directora de un programa de salud mental para migrantes en San Bernardino. “Muchos niños están mostrando signos de depresión aguda, ansiedad por separación y trastornos del sueño. Algunos, más pequeños, han comenzado a orinarse en la cama otra vez. Esto es un trauma colectivo”. En muchas primarias del sur de California, este viernes no hubo talleres de tarjetas para papá; “tuvimos que suspenderlos porque varios niños rompieron en llanto”, cuenta la maestra Valeria Pérez, de una escuela pública en Pico Rivera. “Un alumno me preguntó si podía hacer la tarjeta para su papá, aunque estuviera en la cárcel. Otro dijo que su papá ya no puede festejar, porque está en Guatemala”.
“El terror es que ahora nadie sabe si volverá a casa cuando sale por el pan”, dice Daniela Rojas, abogada de inmigración en CARECEN, a este medio; “este domingo, muchas familias en Los Ángeles se sientan a comer con el hueco intacto del padre ausente”.
Al frente de esa maquinaria de detención está Tom Homan, el llamado zar de la frontera bajo el segundo mandato de Trump.
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“Esa ley, bajo su mando, ha dejado a cientos de padres encerrados en centros de detención, sabiendo que la gran mayoría no tienen antecedentes penales, tampoco les ha permitido tener derecho a un juicio y eso no es justicia”, señala la abogada Rojas.
Esa misma estructura legal también ha alcanzado a muchas mujeres. No hay cifras exactas de cuántas madres han sido deportadas o siguen detenidas, pero cada semana se suman nuevos casos. Ana María, madre hondureña de tres hijos, fue deportada en marzo sin notificación formal a su esposo, que la esperaba afuera del centro de detención en Bakersfield. Hoy, él y sus hijos preparan un desayuno por el Día del Padre entre lágrimas. “Yo era el proveedor, pero ella era el corazón de esta familia”, cuenta Luis a este diario; “mis hijos no saben cómo comportarse este domingo. Dicen que su mamá también es parte del festejo de este día”.
El Padre Brendan Busse, de la Parroquia de Dolores Mission Church, ubicada en Boyle Heights, dedica este día a celebrar una misa por los padres ausentes. “Nunca pensé tener que hacer una homilía por un Día del Padre con tantos bancos vacíos. Hay mujeres solas rezando por sus esposos, niños que piden volver a ver a su papá en sueños. Esta política detiene corazones”.
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A pesar del dolor, muchas familias resisten. Organizaciones como CHIRLA, ImmDef, RAICES. CARECEN y la Unión del Barrio han organizado vigilias, entregas de comida y redes de cuidado entre madres y padres solos. En las iglesias, se reza con las fotos de los padres detenidos. En las escuelas, se escriben poemas para “papás lejanos pero presentes”. Y en los hogares, se mantiene la fe. “Yo sé que mi papá está vivo, y que no se fue porque quiso”, dice con firmeza a este diario Matías, de ocho años.
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