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Washington.— Hoy empieza en Estados Unidos el Mes de la Herencia Hispana, una conmemoración que coincide con la celebración de la Independencia de varios países latinoamericanos, entre ellos México. En año electoral, el inicio de esta celebración es más o menos cuando los partidos políticos se acuerdan de los votantes latinos.
Según los datos del Pew Research Center, hay unos 32 millones de electores latinos, algo más de 13% de los votantes. En media docena de estados su participación se prevé clave.
A pesar de las políticas antimigrantes y de que empezó su andadura política insultando a los mexicanos, el equipo del presidente Donald Trump está haciendo un esfuerzo para movilizar a los sectores latinos más conservadores con un mensaje de protección de las pequeñas empresas, seguridad, libertad religiosa y, últimamente, un discurso anticomunista que le tendría que servir para abrazar a los migrantes latinos de origen cubano y venezolano, especialmente concentrados en Florida.
Desde que inició su presidencia, Trump ha hecho acercamientos a estos dos grupos con sus políticas para asfixiar Cuba y Venezuela. Ahora, en el primer gran envite por el votante latino, el republicano ha hecho sus incursiones en el suroeste, dedicando parte del fin de semana a acercarse a los latinos con dos “mesas de trabajo” con seguidores latinos en Arizona y Nevada, dos estados que espera ganar gracias al voto latino.
“He hecho más por los hispanos en 47 meses que Joe Biden en 47 años”, repitió el mandatario, aunque lleva menos de 45 meses en el cargo, convencido de que los latinos lo “aman” como nunca antes habían hecho con un republicano. Para los expertos, la estrategia republicana es clara: Trump sabe que no va a ganar el voto hispano, pero concentrarse en mantener el apoyo que obtuvo en 2016 puede ser suficiente para salir victorioso.
Al demócrata Joe Biden le costará mucho mantener el empuje latino del que gozó Hillary Clinton en 2016 —ahora está cinco puntos por debajo de las cifras que obtuvo Clinton—. El margen de 38 puntos de hace cuatro años entre los latinos se augura ahora inalcanzable y la porción que consiga el exvicepresidente se prevé clave para sus opciones de victoria en estados clave.
El demócrata tiene algunos problemas entre los latinos, reconocidos dentro del mismo equipo de campaña. “Sabemos que tenemos trabajo por hacer, y el exvicepresidente Biden lo ha dejado claro desde el principio”, dijo este fin de semana Symone Sanders, una de sus asesoras.
La maquinaria demócrata ha empezado a aterrizar: además de una inversión histórica en anuncios bilingües, pensados al milímetro en función del origen de cada comunidad —incluso en el tipo de música que suena—, poco a poco está previsto que aparezca sobre el terreno.
Biden viaja hoy a Florida, en el que estuvo hace cuatro días su compañera de fórmula, Kamala Harris, para seducir especialmente a la población de origen puertorriqueño, y hacer hincapié en la desastrosa gestión de Trump del huracán María.
La última encuesta de Marist College en Florida lo pone por detrás de Trump entre los votantes latinos (50%-46%); hace cuatro años, Clinton ganó el voto latino en ese estado por 27 puntos (62%-35%). “Voy a hablar de cómo voy a trabajar incansablemente para asegurarme que doy la vuelta a todo el voto latino”, anunció.
Las críticas ante la aparente pasividad de Biden con los votantes latinos han sido la tónica de las últimas semanas. Uno de los más francos es el senador Bernie Sanders, excandidato presidencial que advierte que no acercarse a esa comunidad y asumir que su aversión a Trump es suficiente será un fracaso, pues lo que harán es no votar.
“No hay ruta a la Casa Blanca sin los latinos”, aseguró el periodista mexicano Jorge Ramos en una reciente columna en el The New York Times, quejándose de que sólo escuchan a esa población en los últimos coletazos de la campaña.