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Madrid.— La necesidad de que la comunidad internacional encare cuanto antes el cambio climático resulta impostergable, a la vista de las graves consecuencias que tendría para la salud del planeta el incremento de la temperatura.
Sin embargo, la aplicación de terapias de choque contra el calentamiento global supondría para algunos países costos económicos y sociales que no se pueden obviar.
Es el caso de potencias emergentes como China e India, que han rescatado de la extrema pobreza a amplios sectores de su población gracias a un pujante proceso de industrialización que tiene también su lado oscuro, porque es el principal causante de la emisión de gases de efecto invernadero.
La mayoría de los expertos llaman a una movilización generalizada y sin excusas contra el calentamiento global, a pesar de que esta reducción drástica de las emisiones afectará muy probablemente el desarrollo de los países más desfavorecidos que, a diferencia de los más avanzados, no cuentan con la capacidad tecnológica suficiente para sustituir de forma progresiva los combustibles fósiles de los que dependen y cuyo empleo acelera el cambio climático.
“Desde el mundo occidental priorizar los objetivos ambientales frente a la lucha contra la pobreza es una decisión relativamente ‘fácil’, una vez que la pobreza extrema está prácticamente erradicada dentro de sus fronteras. Pero la mejora de vida de millones de personas en países cada vez más poblados como China, India, Brasil, Indonesia, Nigeria o México pasa por un aumento de la urbanización y la industrialización que difícilmente se puede hacer sin aumentar las emisiones, salvo espectacular avance tecnológico”, señala el ingeniero y economista Erlik, quien resalta la necesidad de encontrar un equilibrio razonable para que las medidas contra el cambio climático no frenen el crecimiento de los países emergentes.
En este contexto, más de 100 organizaciones ambientales, entre ellas World Wildlife Fund (WWF), presentaron un informe en el marco de la Cumbre del Clima COP25, celebrada en Madrid, para demandar a Estados Unidos y la Unión Europea que sufraguen más de la mitad de los costos de las pérdidas y daños que genera el cambio climático en los países en desarrollo.
“Quedan por definir mecanismos para movilizar financiamiento climático, a través de fuentes nuevas e innovadoras como los impuestos a los combustibles fósiles y transacciones financieras, que podrían generar recursos a gran escala para los países que están en primera línea de los efectos del cambio climático”, indica el informe de las asociaciones que llama a la responsabilidad económica de los países más avanzados.
Para paliar las desigualdades entre el norte y el sur a la hora de afrontar el calentamiento global, el Acuerdo de París (2015) considera ayudas internacionales millonarias para mejorar la adaptación de los países en desarrollo a la nueva estrategia climática, además de reconocer que su proceso de reconversión será más largo.
Sin embargo, algunos de los países emergentes que más contaminan se resisten a sacrificar una parte de su desarrollo económico para detener un cambio climático que, según subrayan, ha sido provocado fundamentalmente, y desde hace décadas, por los países más industrializados que, por su grado de desarrollo, son los que se encuentran en mejor posición para atajar el problema.
También entre los países más avanzados existen recelos ante medidas proambientales que, si bien compensarán sobradamente al planeta en el futuro, en el corto plazo resultarían perjudiciales para miles de trabajadores.