San José.— Tras el sorpresivo deceso de un trabajador de 19 años el 14 de este mes en su jornada laboral a cielo abierto en unas plantaciones de palma en el norte de Guatemala, Tikindustrias, S.A., la empresa patrona guatemalteca, rechazó atribuir la muerte a un golpe de calor y sugirió que se debió a que, al empezar a trabajar, el joven bebió un energizante y un medicamento.
La mezcla “pudo provocar” el fallecimiento, alegó la compañía, que se declaró “social y ambientalmente responsable” y respetuosa de los derechos humanos. La polémica por el caso quedó abierta en la zozobra y la duda, pero reconfirmó que en América Latina y el Caribe persistió una amenazante mezcla de altas temperaturas y de horarios laborales a la intemperie que arrastró severos peligros para la salud de millones de obreros, campesinos y operarios.
Los reportes de Sayaxché, municipio del norteño departamento (estado) guatemalteco de Petén donde opera la compañía, mostraron que, cuando la víctima se desvaneció mortalmente en la plantación el martes antepasado, persistió una temperatura de más de 40 grados centígrados al aire libre con una sensación térmica superior a los 49.
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El 17 de este mes, y en un hecho que coincidentemente se registró en esa misma zona, un guardabosques guatemalteco destacado en un parque nacional murió por un golpe de calor luego de participar en las tareas de monitoreo y combate de una serie de incendios forestales que se desataron desde abril pasado y que, según fuentes oficiales de Guatemala, arrasaron con la fauna y la flora.
“Esto es muy serio y un golpe de calor se puede traducir en la muerte. Esto nos alerta mucho”, afirmó el meteorólogo costarricense Maximiliano Campos, secretario ejecutivo del Comité Regional de Recursos Hidráulicos, una agencia del gubernamental Sistema de Integración Centroamericana (SICA).
“Estamos terminando este año el fenómeno de El Niño, en particular en Centroamérica, el sur de México y hasta el norte de Colombia. Ha sido un año muy caluroso. Ya de por sí los años vienen siendo más calurosos por el cambio climático”, dijo Campos a EL UNIVERSAL.
El Niño-Oscilación del Sur (ENOS) definió al calentamiento anómalo del mar, alta temperatura, humedad, fuertes lluvias e inundaciones, debilidad de los vientos alisios y arrastre de lodo, piedras, grava, sedimento, arena y arcilla en el hemisferio sur del océano Pacífico.
La Niña identificó a la etapa fría o contraria a ese proceso, con más lluvias y descenso de las temperaturas ecuatoriales, entre otras características. Ambas fases se insertaron en el panorama del cambio climático, provocado por la intensificación del efecto invernadero ante las emisiones industriales por la quema de combustibles fósiles y la suma de otros factores.
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“La Organización Meteorológica Mundial reporta que cada año es más caliente que el previo. Pero en 2024 se suma El Niño, que hace que haya más energía, más radiación solar, alcanzando la superficie de la Tierra, gravemente provocando olas de calor más frecuentes y afectando toda la vida, no sólo al ser humano sino a toda la biodiversidad”, añadió.
Al destacar que 2024 “ha sido especialmente de sequía y se aumenta la exposición [al Sol]”, puntualizó que “todo se exacerba por el cambio climático. Vemos Niños más frecuentes, por lo que el sector público debe alertar a la población para que, si se va a exponer [al Sol], lo hagan con precaución.
“La responsabilidad también contempla a las empresas privadas y, sobre todo, a las que sus trabajadores están más expuestos al sol. Deberían hacerse variaciones en los horarios, dotársele de mayor protección a la mano de obra. No sólo filtros solares, sino ropa adecuada y ventilada, hidratantes, filtros solares y otros materiales”, aseveró.
El golpe de calor se caracteriza por la incapacidad del cuerpo humano para empezar el proceso de adaptación a una temperatura ambiental superior a los 40 grados y a una humedad ambiental mayor a 60%, en un contexto de sensación térmica o reacción de las personas frente a un conjunto de factores para determinar las condiciones ambientales. Por el golpe, a las víctimas tampoco les responde su sistema de termorregulación y sufren el impacto de aumentos súbitos de su temperatura corporal a más de 40 grados, por lo que su enfriamiento rápido será esencial para evitar un desenlace fatal.
Al respecto, Tikindustrias argumentó que “tiene un programa constante de hidratación con sueros orales, para los trabajadores del campo, haciendo paradas periódicas” de las actividades para “la ingesta” de esos líquidos. “Adicionalmente, en esta época de verano lleva a cabo las labores en las primeras horas de la mañana, para que las condiciones climáticas puedan ser más favorables” para los empleados, recalcó.
The Lancet Countdown, una organización mundial no estatal dedicada al seguimiento del nexo entre salud y cambio climático, aseguró en un informe global que difundió a finales de abril pasado, que la mortalidad vinculada al calor aumentó en 140% en las etapas de 2000 a 2009 y de 2013 a 2022.
Cifras de alarma, de Ecuador a México
El estudio evidenció que los mayores porcentajes de crecimiento de las muertes atribuidas al calor se registraron en Ecuador, con 339%; El Salvador, con 230%; Honduras, con 204%, y Guatemala, con 202%.
Los países que reportaron un incremento menos significativo fueron México, con 67%; Argentina, con 59%, y Uruguay, con 27%. El recuento comparativo de la indagación mostró que los rangos etarios con mayor fragilidad ante el calor —personas mayores de 65 años e infancia— quedaron expuestos a 248% y 271% de más días con embates de calor, respectivamente, de 2013 a 2022, frente a los registrados de 1986 a 2005.
Por otra parte, una investigación de la (estatal) Universidad de Monash, de Australia, en asociación con instancias de España, y divulgada este mes, planteó que, de 1990 a 2019, las muertes por calor en América Latina y el Caribe llegaron a 3 mil 405 por año o a un promedio de 62 por cada 10 millones de habitantes.