Bruselas.— En Madrid, el albergue Torrejón de Ardoz, gestionado por Cruz Roja Corredor Sur, opera como refugio contra el calor, mientras que en Córdoba, que en julio registró por vez primera 10 días con máximas por encima de la barrera de los 40 grados, voluntarios dan seguimiento telefónico a más de 600 personas mayores para prevenir los efectos de la subida de temperaturas.
“Nos preocupan especialmente los efectos que tienen las altas temperaturas en la salud emocional de las personas mayores, sobre todo en las que se encuentran solas”, dijo a la prensa local María Torralbo, responsable en Córdoba del programa Mayores de Cruz Roja.
“Porque estos días tan largos, en los que apenas se puede salir de casa a primera hora de la mañana, la persona mayor pasa todo el día en casa, con las persianas bajas, con poca luz, para mantener la casa fresca, evitando además en muchos casos encender el aire, para gastar menos. De este modo aumenta el sentimiento de soledad, de hastío, de tristeza”.
En Italia, el ayuntamiento de Bolonia se esfuerza por prevenir los efectos nocivos del calor montando “refugios climáticos”. La red, equipada con espacios de aire acondicionado, aseo y agua potable, está compuesta por parques, jardines, bibliotecas, museos y una plaza techada. Cada punto puede ser ubicado con facilidad a través de un mapa interactivo.
Mientras que en Portugal, la Dirección General de Sanidad implementa una campaña dirigida a sensibilizar a la población ante los peligros que suponen rachas de calor exorbitante: beba agua, evite bebidas alcohólicas y opte por ambientes frescos o con aire acondicionado.
“Adoptar un comportamiento responsable durante una ola de calor es un deber cívico que protege la salud pública y salvaguarda la dignidad humana. Prevenir significa actuar con conciencia, respeto y solidaridad hacia todos, especialmente hacia los más vulnerables”, afirma el coordinador nacional de Emergencias de la Cruz Roja de Portugal, Goncalo Órfao.
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Alertas similares se han activado en los Balcanes, particularmente en Bosnia-Herzegovina, Serbia y Croacia; en el Mediterráneo, Turquía y Grecia; y las zonas centro, occidental y este, concretamente en Austria, Suiza, Francia, Bélgica, Reino Unido, Hungría y Eslovenia.
El objetivo de las movilizaciones en los territorios europeos es el mismo: salvar vidas humanas ante el calor, “un enemigo silencioso”, en palabras de Jagan Chapagain, director ejecutivo de la Federación Internacional de la Cruz Roja.
Los indicadores climáticos a largo plazo muestran que, desde la década de 1980, Europa se calienta dos veces más rápido que la media mundial, lo que convierte al Viejo Continente en la región en donde más rápido avanza el letal fenómeno. Desde 1991, Europa se ha calentado en torno a 0.5 grados por década, frente al 0.2 grados mundial.
De manera simultánea, la frecuencia e intensidad de los fenómenos de calor extremo se han intensificado. De las 30 olas de calor más severas vistas en Europa desde 1950, 23 se han producido desde 2000. Los expertos advierten que lo peor podría estar por venir. La agencia guardiana del espacio europeo, el Servicio de Cambio Climático de Copernicus, año tras año informa sobre nuevos récords. El 2024 fue el más cálido registrado en Europa, con una temperatura media de 10.69 grados, 1.47 grados por encima de la media del periodo de referencia 1991-2020, y 0.28 grados más cálido que el récord anterior, establecido en 2020.
El año en curso podría superar el año previo. La agencia con sede en Copenhague reporta que la temperatura media entre mayo de 2024 y abril de 2025, fue 1.43 grados arriba de la media anual de 1991-2020.
La sofocante ola de calor que cada verano se apodera de muchas zonas de Europa, con temperaturas que antes eran consideradas insólitas, superiores a 40 grados, está llevando a varias comunidades al borde del abismo por sus impactos en la productividad económica, las infraestructuras y la salud pública.

El calor es el riesgo climático más grave y acuciante para la salud humana en la actualidad.
En Europa, es causa de miles de muertes. Los modelos epidemiológicos empleados por las instituciones de la Unión Europea han variado en las estimaciones. En 2022 calcularon 60 mil víctimas mortales por calor al año, mientras que en 2024 se habló de 48 mil.
Detrás de 95% de las muertes asociadas a fenómenos meteorológicos y climáticos registrados en Europa en los últimos 40 años, están las olas de calor. En vidas humanas, el mayor precio lo están pagando las naciones del sur de Europa, en donde las muertes relacionadas con el calor son seis veces más frecuentes que en el norte.
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Un estudio patrocinado por la Comisión Europea y en el que participó el profesor Antonio Gasparrini, afiliado a la London School of Hygiene & Tropical Medicine, advierte que sin medidas de adaptación adicionales, en un escenario de calentamiento global de 3 grados, podrían producirse 55 mil muertes más al año a finales de este siglo.
De materializarse el temible escenario, la brecha actual entre muertes relacionadas por frío y por calor en Europa se reduciría sustancialmente. En la actualidad, la proporción aproximada es de 8.3 a 1; en un escenario de aumento de la temperatura a 4 grados, se acortaría, 2.6 a 1.
El grueso de la factura lo seguirán pagando los países del sur de Europa, en donde la frecuencia letal sería 9.3 veces más que el norte de aquí a 2100. En el modelo de calentamiento de 3 grados, las muertes por calor en Grecia pasarían de mil 730 anuales a 4 mil 767, en Francia de 3 mil 61 a 13 mil 564, en Italia de 10 mil 433 a 28 mil 285 y en España de 4 mil 414 a 20 mil 194.
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A diferencia de otras regiones del orbe, Europa es particularmente vulnerable a episodios cálidos extremos por una mortífera combinación: las viviendas están hechas para preservar el calor en tiempo de frío y la población mayor es numerosa.
Muchas personas de la tercera edad viven solas, con enfermedades crónicas, neurodegenerativas, y en ocasiones sin un seguimiento adecuado de su condición médica. Su situación de vulnerabilidad aumenta por la intensificación de fenómenos asociados al calor extremo en los sistemas marinos y terrestres, como son las tormentas, los incendios forestales y las sequías.
A esto se añade la presión que todo esto ejerce sobre los sistemas alimentarios, hídricos, energéticos, de transporte y sanitarios.
“El calor extremo se está convirtiendo en una de las amenazas más letales e infravaloradas para las ciudades de Europa y Asia Central. Sin una adaptación urgente, las muertes relacionadas con el calor podrían duplicarse o triplicarse, y las pérdidas económicas podrían alcanzar 2.5% del PIB a mediados de siglo”, advierte el Banco Mundial.
Entre las entidades que más podrían verse afectadas están los centros urbanos de Chipre, Grecia, Bulgaria y Turquía, que podrían ver evaporar su riqueza económica entre 2% y 6% en las próximas décadas.
La Agencia Europea del Medio Ambiente estima que entre 1980 y 2023, los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos causaron pérdidas económicas por 738 mil millones de euros en la Unión Europea.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, entre 2000 y 2019, 489 mil personas murieron anualmente por olas de calor, de las cuales 45% se produjo en Asia y 36% en Europa.
Los expertos del organismo con sede en Ginebra prevén que el aumento radical de los termómetros como consecuencia del calentamiento global causará 1.6 millones de muertes al año en 2050.