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Bruselas
A final de mes se vence el plazo de la salida de Reino Unido de la Unión Europea, y a pesar de que los líderes de Londres y Bruselas le han dedicado 23 meses al proceso, nadie sabe si al término del trayecto prevalecerá la armonía o la anarquía. Las opciones de la primera ministra británica Theresa May son limitadas: el escenario más anhelado por May y sus colegas es el de un divorcio ordenado, que sólo es posible si Bruselas hace alarde de su reputación como la capital en donde el acuerdo más imposible puede resultar viable un minuto antes de la medianoche.
May necesita un instrumento, un texto jurídico, algún tipo de garantía que le permita vender a los legisladores británicos la idea de que Reino Unido no quedará anclado perpetuamente en el backstop, el mecanismo de emergencia que sería activado para evitar una frontera física entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda. Los detractores afirman que en tanto el backstop exista, Gran Bretaña no estará en condiciones de negociar acuerdos de libre comercio con terceros países, uno de los principales objetivos de la llamada independencia.
Además de esa garantía, May necesita que la UE ajuste su declaración política y asuma el compromiso de que serán “muy estrechas y especiales” las futuras relaciones comerciales. De cumplirse estos requisitos, la premier tendrá probabilidades de obtener el “sí” de Westminster en la votación prevista el 12 de marzo.
Quedarían pendientes algunos trámites puntuales: por ejemplo, los 27 jefes de Estado y de gobierno darían su visto bueno al acuerdo en la cumbre europea de primavera (21 y 22 de marzo); el gobierno británico redactaría la normativa correspondiente para presentarla al Congreso. De no haber problemas de procedimiento, a la medianoche del 29 de marzo, Inglaterra, Gales, Escocia, Irlanda del Norte y Gibraltar dejarían oficialmente la Unión. En la práctica no ocurriría nada: las partes han pactado un periodo transitorio hasta 2021 durante el cual definirían sus futuras relaciones.
El pasado 15 de enero, la Cámara de los Comunes dijo no a la iniciativa de May por 432 votos en contra y sólo 202 a favor. En caso de que el próximo martes repitan el humillante castigo, los legisladores deberán decidir si quieren irse de la Unión sin acuerdo en una votación prevista para el día siguiente.
En caso de que digan “no” al Brexit duro, el 14 de marzo se pronunciarán sobre una enmienda en la que solicitarán una extensión, probablemente menor a tres meses, del artículo 50 del Tratado de Lisboa, que permite a un Estado miembro abandonar el bloque.
La extensión podría usarse para ajustar el acuerdo o buscar un resultado alternativo vía nuevas elecciones generales o un segundo referéndum. Pero aquí no basta con el pronunciamiento del Parlamento británico: el aplazamiento implica que May consiga el apoyo unánime de los 27 socios comunitarios, que preguntarán por cuánto tiempo y para qué.
Sin un plan alternativo claro, será muy difícil que May consiga una prórroga. Los líderes europeos temen que la incertidumbre del Brexit contamine las elecciones de mayo para definir el nuevo Parlamento Europeo, que reducirá su tamaño de 751 a 705 eurodiputados por la salida de Gran Bretaña. Es aún más engorroso un aplazamiento superior a los tres meses. Debido a que el 10 de Downing Street ha dicho que no participará en los comicios europeos, los ciudadanos británicos dejarán de tener voz en la Eurocámara, lo cual podría desencadenar una serie de acciones legales.
Si May invoca elecciones generales, el nuevo gobierno necesitará de un margen de uno o dos años para poder negociar un nuevo pacto o invocar un referéndum. Mientras tanto, los británicos seguirían siendo socios de pleno derecho, asumiendo sus responsabilidades políticas, económicas y financieras.
Escenario apocalíptico
En la Cámara de los Comunes hay resentimiento hacia el gobierno de May por haberlos ignorado durante todo el proceso de negociación. Fue hasta la vergonzosa derrota de enero cuando comenzó a consultarlos. La no reconciliación podría desencadenar en un Brexit drástico:
significaría que a partir del 29 de marzo Gran Bretaña abandonaría la UE en completa incertidumbre. Las secuelas se sentirían en todos los sectores. Un estudio elaborado por Ansgar Belke y Daniel Gros y publicado por el Instituto de Investigación Económica de Leibniz, Alemania, prevé que las pérdidas económicas acumuladas para 2030 asciendan a 4.2% del PIB, en el caso de Gran Bretaña, y 0.44% para la Europa de los 27.
“El sector del transporte de carga registrará una reducción generalizada de los volúmenes comercializados. Turismo y transporte de pasajeros se verían afectados de manera negativa y sustancial”, indica el documento. El bloque más radical del Partido Conservador alega que sólo se logrará una “auténtica independencia” echando al precipicio las relaciones con la UE.
Arrogancia y falsedades
Motivado por la ambición de poder, el entonces premier David Cameron prometió en su momento someter a consulta la membresía del Reino Unido en la UE a cambio de su reelección. La consulta fue celebrada el 23 de junio de 2016, luego de una campaña marcada por promesas infundadas y noticias falsas promovidas por el bando secesionista encabezado por el eurodiputado Nigel Farage y el antiguo alcalde de Londres, Boris Johnson. A pesar de lo que estaba en juego, el equipo del presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, ni se inmutó ante las escandalosas mentiras. El veredicto de los británicos sorprendió: 51.9% apostó por la retirada y 48.1% por la permanencia. La gente mayor, añorando los años de gloria, salió a votar, mientras que la mayoría de jóvenes optó por quedarse en casa.
Cameron fue relevado por su Ministra de Interior, Theresa May, entonces de 59 años. El nombramiento fue estratégico: Londres requería de un buen negociador, así como de un interlocutor bien visto en Bruselas. Reino Unido notificó oficialmente a la UE su intención de salir el 29 de marzo de 2017 fijándose como plazo dos años. Tras 20 meses de negociaciones las partes llegaron a un acuerdo sobre las formas para una retirada ordenada, pero aún está pendiente el aval de la Cámara de los Comunes.
La fecha del Brexit fue fijada desde el inicio, pero la naturaleza de la relación económica, política y de seguridad entre el Reino Unido y la UE-27 aún está por definirse.