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San José.— Luego de 13 años, de 2003 a 2016, de gobiernos izquierdistas en Brasil que salieron desprestigiados por las acusaciones de corrupción en su contra, el capitán brasileño Jair Bolsonaro emergió en 2018 como la primera estrella fulgurante en el firmamento de la ultraderecha de América Latina y el Caribe del siglo XXI.
Predecesor de los casos de los extrovertidos presidentes Nayib Bukele, en El Salvador, y Javier Milei, en Argentina, personajes referentes de la extrema derecha regional, Bolsonaro pareció llegar en 2024 a toparse con una realidad: su estrella pareció ser fugaz, brilló sólo cinco años y ya quedó arrinconado por la justicia de Brasil por varios procesos en su contra. El globo de Bolsonaro… se desinfló. En cambio, Bukele ya se garantizó gobernar al menos hasta 2029, con un segundo quinquenio consecutivo en una reelección este año que habría violentado los términos constitucionales de El Salvador, y Milei terminará su primer cuatrienio en 2027, cuando debería pelear en las urnas por reelegirse para un segundo.
“Brasil tiene una particular dinámica social y política y diferente al resto de América Latina”, afirmó el politólogo costarricense Carlos Murillo, director del Centro de Investigación Observatorio del Desarrollo de la (estatal) Universidad de Costa Rica.
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Al recordar que, en la última década, los liderazgos de derecha “han sido muy personalistas y particulares”, Murillo citó a EL UNIVERSAL los ejemplos similares del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump (2017-2021), Bolsonaro, Bukele y “ahora Milei”. “Una gran diferencia es que Bolsonaro es militar. Los otros no provienen del ámbito militar y tienen un mesianismo muy particular que se entiende sólo en su entorno específico”, aclaró.
Tras reconfirmar que Bolsonaro triunfó en los comicios brasileños de 2018 “porque llegó con un proyecto que llamó la atención después de un proceso prolongado de crisis, de agotamiento, de liderazgos debilitados en Brasil”, como en el entonces opositor Partido de los Trabajadores (PT), de izquierda.
Pese a su desgaste político por los escándalos de corrupción, el PT volvió en 2023 a la Presidencia con la victoria vía electoral del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, presidente en dos periodos consecutivos de 2003 a 2020. En contraste con Bolsonaro, Lula se consolidó como un veterano participante de la política brasileña, primero desde la década de 1960 como sindicalista, luego como candidato a una gobernatura y, a partir de 1989, como aspirante presidencial derrotado en los comicios de 1989, 1994 y 1999 y hasta que venció en los de 2002. “El de Bolsonaro no era un liderazgo con un proyecto definido como el de Bukele y eso lo debilitó. Por venir del aparato castrense, Bolsonaro se entusiasmó con el respaldo que recibió. Por su formación militar, no supo manejar casos de corrupción. Fracasó [en 2020 y 2021] con el manejo de la pandemia del coronavirus”, agregó Murillo.
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Bukele asumió en 2021 un control monopólico de los poderes institucionales de El Salvador, como plataforma central para lanzarse en sus políticas de tierra arrasada en seguridad y en otros aspectos socioeconómicos. Milei se instaló en diciembre con un plan económico de choque. Después de perder ante Lula en 2022, Bolsonaro cayó en desgracia, perdió su rango de líder dentro de sus aliados en la institución castrense y en estructuras civiles y políticas.
“Esos sectores lo comenzaron a abandonar y él tampoco comprendió que las cosas no van por buen camino ni lo corto y efímero de su liderazgo”, recalcó Murillo. En su defensa, el “bolsonarismo” denunció una persecución política. El Tribunal Superior Electoral de Brasil halló culpable a Bolsonaro en 2023 de abuso de poderes en su campaña de reelección de 2022 y lo inhabilitó, hasta 2030, de competir por cargos de elección popular.
En mayo anterior se le acusó judicialmente de que supuestamente falsificó su certificado de vacunación contra el coronavirus. Bolsonaro fue acusado anteayer ante el Supremo Tribunal Federal de Brasil de presunto lavado de dinero y asociación delictuosa por un regalo de diamantes que, siendo presidente, recibió de Arabia Saudita y que eludió declarar ante autoridades tributarias. Las joyas estarían valoradas en unos 3 millones de dólares.
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Al rechazar esa acusación en X, antes Twitter, el senador brasileño Flávio Bolsonaro, hijo mayor del exmandatario, la catalogó como “flagrante y desvergonzada”. El equipo legal del exgobernante ratificó anteayer la inocencia de Bolsonaro en todos los casos. Turbas leales a Bolsonaro se apoderaron, en una violenta y sangrienta arremetida del 8 de enero de 2023, de los predios en Brasilia del Congreso Nacional (Legislativo), el Supremo Tribunal Federal (Judicial) y el Palacio de Planalto (Ejecutivo o Presidencia).
Al expresidente se le comenzó a indagar por esos disturbios como presunto incitador. Bolsonaro recibirá a Milei este fin de semana en una cumbre de la ultraderecha en el sur de Brasil.