Washington. La canciller alemana Angela Merkel abandonará el poder a finales de 2021 tras más de 15 años al frente de su país, y sus despedidas ya han empezado. Este jueves viaja a Washington en la que será su última visita a Estados Unidos para reunirse con el cuarto presidente estadounidense con el que ha lidiado, y lo hace en un momento en el que parece que las relaciones transatlánticas entre ambas potencias necesitan reencontrar una estabilidad y confianza tras una serie de roces y afrentas que han marcado los últimos tiempos.
Tras el tumultuoso gobierno de Donald Trump para las relaciones internacionales, el presidente Joe Biden está tratando de curar las heridas creadas por la anterior administración.
“La prioridad de Biden es restaurar el daño cometido en la relación transatlántica y especialmente en la relación Estados Unidos-Alemania de la administración Trump”, apuntan Jackson Janes y Stephen Szabo, del The German Marshall Fund of the United States.
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Nunca hubo conexión entre Merkel y Trump. Varios reportes de junio 2020 aseguraron que Trump no tuvo reparo en decir a la canciller que era “estúpida” y estaba comprada por los rusos. Un mes antes, Merkel había declinado asistir a la cumbre del G7 que tenía que celebrarse en Estados Unidos, por la situación pandémica, y Trump respondió retirando más de 10 mil soldados estadounidenses estacionados en Alemania sin motivo fundamentado, el que fue el último gran choque entre potencias. Biden, poco después de llegar al poder, revertiría esta decisión.
Un Biden que tiene la tarea de recomponer relaciones no solo con Alemania, sino con todo el mundo. En la nueva Casa Blanca no existen las casualidades ni las coincidencias, y que Merkel sea la tercera en visitar Washington, tras los líderes de Japón y Corea del Sur (aliados clave en el enfrentamiento con China), da señal de la voluntad real de Estados Unidos de reconocer el liderazgo de la canciller alemana al frente del bloque europeo.
“Reconstruir la relación Alemania-Estados Unidos podría demostrarse más difícil de lo que parece a primera vista”, reflexionaba en marzo Steven Pifer, experto del Brookings Institute. Las cicatrices entre Estados Unidos y la UE están todavía visibles en una Unión Europea que no ve como un socio tan fiable a unos Estados Unidos que podrían en un futuro volver a apostar por un liderazgo populista que hiciera estallar por los aires, de nuevo, la relación transatlántica. La confianza en la clase política estadounidense está por los suelos.
Hay muchas fricciones todavía por resolver en la relación Washington-Berlín. Todavía se arrastra el caso de espionaje a la líder alemana, que tuvo un nuevo capítulo este año cuando ser reveló que Dinamarca había ayudado a la administración Obama a monitorear las comunicaciones de Merkel.
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Los primeros pasos de Biden para recomponer las relaciones han sido vistos de manera positiva. El regreso a los acuerdos de París, el compromiso con la OTAN, la voluntad de negociar con Rusia un nuevo tratado armamentístico y el intento de recuperar el pacto nuclear con Irán son bien vistos por Berlín. En la reunión entre Biden y Merkel se hablará además del proceso de retirada de tropas de Afganistán y el futuro de ese país, así como la preocupación binacional por el tema de la ciberseguridad.
No todo serán puntos en común. Las relaciones binacionales están tensas desde hace tiempo por el gasoducto Nord Stream 2, impulsado por Berlín para llevar gas desde Rusia a Europa. Un proyecto de 11 mil millones de dólares totalmente contrario a los deseos de Estados Unidos, que incluso impuso sanciones lo suficientemente punitivas como para frenar el proyecto. Biden, en un gesto de buena voluntad, relajo las medidas para tratar de encontrar una solución, y se dio tres meses con Merkel para llegar a un acuerdo.
El encuentro en la Casa Blanca debería servir para desencallar ese asunto, o al menos darle algún tipo de resolución definitiva. Otro punto de fricción podría ser la cercanía o al menos voluntad de trabajo y relación de Berlín con Beijing.
Las soluciones, sin embargo, podrían no ser duraderas o contundentes. Básicamente, porque el poder de Merkel ya no es el que era. “Todo el mundo en Washington sabe que ella está de salida y tendrá un impacto limitado en la política alemana en sus últimos días como canciller”, apuntan Janes y Szabo, en un texto publicado recientemente.
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Para Pifer, “las buenas noticias es que tanto Washington como Berlín claramente quieren restaurar el respeto que se perdió durante la administración Trump”. “Sin embargo”, concluía en su análisis, “reconstruir la relación y no permitir que las cosas se descarrilen por cuestiones difíciles que podrían dividir a los dos aliados se requerirá una diplomacia flexible y que cada uno tenga en cuenta los intereses y las presiones internas del otro”.
Ahí entrará el juego de maniobras de Biden, a sabiendas que está lidiando ahora mismo con una canciller que está de salida. “EU necesita a Alemania para sus políticas de largo plazo con Rusia y China”, recuerdan Janes y Szabo. De momento, la administración estadounidense, con el secretario de Estado al frente, no cesan de repetir lo importante y fundamental que es la relación con Berlín.