Las explosiones que sacudieron este martes a no pudieron llegar en peor momento : la economía del país se desploma en parte, por una crisis financiera de años y, en parte, por la pandemia de coronavirus.

Lo que sucedió en Líbano es una tragedia en varios sentidos, no sólo por la pérdida de vidas y los daños a los inmuebles, en una capital que fue declarada zona de desastre y donde resta ver los daños que puedan ocasionar los gases tóxicos liberados con la explosión.

El desempleo está a la alza en la nación. Se habla de 35% de parados. La falta de reformas urgentes llevó a varios ministros a renunciar en las últimas semanas.

Además, al país lo aquejan enfrentamientos añejos. Por ejemplo con Israel, nación con la que comparte frontera y con la que continúa, técnicamente, en guerra. La otra frontera es con Siria, donde la situación también es complicada.

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La presencia del grupo armado libanés Hezbolá, no ayuda, y a últimas fechas, las tensiones se han acrecentado.

El año pasado Líbano fue epicentro de protestas que llamaron la atención porque se les llamó “la revolución del Whatsapp”. Se desataron en octubre, tras el anuncio de parte del gobierno de que impondría un impuesto a las llamadas hechas a través de esa y otras aplicaciones.

Pero la protesta iba más allá. Era de desesperación, ante la crisis económica que azota al país y por lo que consideraron una medida más para castigar a la población. Las manifestaciones lograron su cometido: el gobierno dio marcha atrás al impuesto.

Pero la situación no ha mejorado, al contrario. Los ahorros ya no existen. La moneda se devaluó y la pobreza no deja de crecer.

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En los últimos días, las protestas regresaron al país; esta vez, por los constantes apagones que se registran derivados del racionamiento de la electricidad.

Es en este contexto que se produjeron las explosiones en el puerto de Beirut. Nada más ni nada menos. En el puerto donde se reciben las importaciones de alimentos y donde se reserva el trigo, 90% del cual es importado. Y de acuerdo con las autoridades libanesas, no es posible acceder a los almacenes donde estaba este cereal.

A nivel político, las tensiones son tan intensas que en los primeros momentos hubo versiones, luego descartadas, de que las explosiones fueron un ataque de Israel.

Otra versión era que los estallidos eran obra de Hezbolá, que de este modo se anticipaba a la decisión que debe tomar el Tribunal Especial para Líbano este viernes, sobre el asesinato del exprimer ministro libanés Rafic Hariri, en 2005. Cinco miembros de Hezbolá están acusados por este crimen, aunque el grupo armado lo rechaza.

Las explosiones vienen a coronar así una situación desastrosa en un país que enfrenta su peor amenaza desde la guerra civil que terminó hace 15 años.

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lsm

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