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San José.— El flujo irregular de viajeros de Centroamérica a Estados Unidos mermó por el bloqueo policial, militar y migratorio que México estableció en junio de 2019, pero el movimiento de dinero que los guatemaltecos, salvadoreños y hondureños que viven legal e ilegalmente en suelo estadounidense enviaron en 2019 a Guatemala, El Salvador y Honduras superó las cantidades previas del siglo XXI.
La mayoría de las remesas que ingresa a esas naciones que forman el Triángulo Norte de Centroamérica, y son la fuente principal de la migración irregular por México a suelo estadounidense, proviene de EU, según registros oficiales.
De 2018 a 2019, las remesas a Guatemala subieron de 9 mil 287 millones de dólares a 10 mil 508 millones de dólares. El total de 2000 a 2019 sumó 91 mil 720.4 millones de dólares y el de 1994 a 1999 fue de 2 mil 423.8 millones de dólares, según el Banco de Guatemala, que registró una deuda pública externa de 9 mil 109 millones de dólares al año pasado.
El Banco Central de Reserva de El Salvador reportó que el monto de remesas creció de 5 mil 390 millones de dólares en 2018 a 5 mil 650 millones de dólares en 2019. El total de 2000 a 2019 fue de 72 mil 74 millones de dólares y el de 1994 a 1999 de 7 mil 22 millones de dólares, en una nación con una deuda pública externa de 9 mil 981 millones de dólares al final del año anterior, reveló.
Honduras reportó un aumento de 4 mil 884 millones de dólares en 2018 a 5 mil 523 millones de dólares en 2019. El total de 2000 a 2019 fue de 52 mil 135.7 millones de dólares y el de 1994 a 1994 alcanzó 997.4 millones de dólares, en un país que cerró el año anterior con una deuda pública externa de 7 mil 308 millones de dólares, informó el Banco Central de Honduras.
Guatemala, El Salvador y Honduras obtuvieron 226 mil 373.3 millones de dólares en remesas de 1994 a 2019 sólo por medios formales y en especial para consumo. El monto excluye envíos con parientes o amistades y rutas informales.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) precisó en febrero de 2019 que las remesas de 2018 equivalieron a 22.2% del Producto Interno Bruto (PIB) de El Salvador, de 20.3% en Honduras y de 11.8% en Guatemala. El dato de 2019 está pendiente.
Discriminación
El Triángulo sigue atrapado en un círculo. “El círculo vicioso existe”, dijo la canadiense-salvadoreña Denise Brunet, directora de la (no estatal) Asociación Equipo Maíz, de El Salvador. “Empieza con la expulsión de personas quebradas económica y culturalmente por las políticas neoliberales aplicadas [desde la década de 1980] y que, aunque laboraron en agricultura o pequeños comercios, fueron obligadas a irse a EU al dejar ser competitivas” y sin empleo, explicó a EL UNIVERSAL.
“En el círculo vicioso el migrante deposita la remesa en una transnacionall [en EU] que hace la transferencia digital y cobra caro. El familiar retira el dinero en una sucursal y compra en empresas que importan sus productos. El dinero no queda en la economía de los países: va de la bolsa del familiar del migrante a la empresa que lo regresa a EU para sus importaciones”, narró.
“Es un círculo infernal”, alegó la hondureña Karla Rivas, coordinadora de la (no estatal) Red Jesuita con Migrantes Centroamérica, de Honduras. “La gente migra porque en su país es ignorada y expulsada. Llega a EU, busca nuevas oportunidades y ahí, por las remesas, sólo entonces esa persona tiene valor importante en su país”, agregó.
En el caso hondureño, la partida anual de remesas supera los ingresos de divisas por café, principal producto de exportación, o maquila, agricultura y minería, y la persona receptora “la usa para resolver lo que el Estado no le garantiza y que hicieron que su familiar huyera del país”, como educación y salud que deberían ser gratuitos, relató.