Palmeras rosas y piscinas de bolitas de colores son algunos de los decorados del nuevo "Museo del Selfi" de Budapest, hecho a medida para seducir a la "generación Instagram", que se desvive por aparecer en las redes sociales.

Con casi 30 mil visitantes desde su apertura en diciembre, este museo, el primero de este tipo en Europa , ya se ha convertido en uno de los lugares que más interés generan en la capital húngara.

Los creadores se inspiraron de los establecimientos de estas características que han abierto sus puertas en Estados Unidos. Está destinado sobre todo a los jóvenes que buscan decorados originales para las fotografías de sus perfiles o sus actividades en las redes sociales.

"Jugamos con las formas, los colores [...] para que los visitantes den rienda suelta a su creatividad", explica Lilla Gangel, quien imaginó el lugar con la ayuda de su pareja, Balazs Koltai.

La primera de las 11 salas, toda ella pintada de rosa, acoge a los visitantes con palmeras gigantes (también rosas) y los invita a sentarse sobre una banana (en este caso, amarilla). Luego se cruzarán con un unicornio de plástico, con cortinas de bananas de colores fluorescentes y con una piscina de bolitas multicolores.

Así es el museo de selfies para la “generación Instagram” en Budapest
Así es el museo de selfies para la “generación Instagram” en Budapest

Foto: AFP

"Cada vez hay más plataformas en internet para compartir fotos. Es el mundo en el que vivimos, nos guste o no", afirma Gangel, de 33 años.

El museo se dio a conocer a través de redes sociales como Instagram y Snapchat.

La mayor parte de los visitantes tiene menos de 30 años, declara la creadora del lugar. Es el caso de dos adolescentes que llegaron acompañadas por su padre, un israelí de visita en Budapest. "Son adolescentes típicas, les gustan Instagram y las fotos", afirma este último.

No obstante, una pareja de jubilados entró recientemente en el museo para hacerse las fotos de su calendario anual, asegura Ganga.

Los jóvenes, como Panka Major, una estudiante húngara de 18 años, constatan que "todo el mundo consulta el teléfono a cada instante" pero también se dan cuenta de que "no se vive el

presente, sino que se agarra el teléfono para inmortalizarlo".

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