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La primera vez que María Fernández caminó por las calles de Downey fue para repartir panfletos promocionando su servicio de limpieza de casas.
Era mediados de la década de 1990 y la entonces joven mexicana sabía que en esa ciudad del condado de Los Ángeles había propiedades lo suficientemente grandes para generarle buenos ingresos.
Downey, 20 kilómetros al sureste del centro de la ciudad de Los Ángeles, era un suburbio idílico donde, entre otras cosas, se había desarrollado el importante programa espacial Apolo en los años 60.
Poblado en gran mayoría por estadounidenses blancos anglosajones, Fernández no se proyectaba viviendo allí.
"Nunca pensé que podría comprar una casa en Downey; pensé que siempre las limpiaría", rememora.
Pero 30 años después, no solo reside en una pequeña mansión en la ciudad sino que es dueña de varias propiedades y tiene un negocio de bienes raíces.
"Los latinos de Downey son personas que se hicieron a sí mismas y buscaron una forma de hacer riqueza", señala con orgullo Fernández.
Historias como la suya son recurrentes en este lugar, conocido informalmente como el "Beverly Hills mexicano" de Los Ángeles.
Pese a que los latinos constituyen la población con mayores niveles de pobreza en California, el caso de Downey y otras pequeñas ciudades del condado ilustran otro fenómeno: el del creciente poder adquisitivo entre los hispanos de Estados Unidos.
Downey, con poco más de 100.000 habitantes, es señalado por académicos y residentes como un símbolo de movilidad social que ha consolidado a la clase media y alta de origen latino y especialmente mexicano.
Aunque el ingreso anual promedio por familia (US$76.000) es sustancialmente menor que en Beverly Hills, los números de Downey son superiores si se comparan con otras zonas de Los Ángeles con composición demográfica similar.
Y algunas de las casas, que ocupan familias de apellidos como Saavedra o Flores, están valoradas en millones de dólares.
Pero no siempre fue así.
La transformación
Sergio Vázquez conserva un artículo de una revista de los años 70 que muestra lo que solía ser el sitio que ahora ocupa su bar: una cafetería que servía comida escandinava a una clientela ya inexistente.
Con el tiempo, quienes la frecuentaban eran pensionados de la tercera edad, en su mayoría blancos, hasta que el negocio se vio obligado a cerrar.
Vázquez asumió la propiedad junto a sus hermanos y, aunque la arquitectura europea de cabaña a dos aguas sigue intacta, el sitio atrae a una nueva clientela joven y de orígenes diversos.
- Quiénes son los "hispennials" y por qué tienen el poder de transformar la economía de Estados Unidos
La evolución del negocio, en cierto modo, fue un reflejo de la transformación demográfica de Downey.
Si en 1980 los latinos representaban el 17% de la población, para 2019 ya constituían el 75%.
Las razones detrás de este cambio tienen que ver con el decaimiento de una industria aeroespacial que había hecho de Downey un pujante suburbio de clase media mayoritariamente blanca durante el siglo XX.
Previo a la carrera espacial de los 60, la ciudad tuvo un papel clave en el equipamiento aeronáutico de las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial.
Tras el fin de la guerra, miles de residentes fueron empleados en la planta aeroespacial Rockwell hasta su clausura en 1999, lo que provocó que muchas familias abandonaran la ciudad.
El fenómeno no es exclusivo del suburbio de Downey, explica el historiador A. K. Sandoval-Strausz, autor de "Barrio América: cómo los inmigrantes latinos salvaron la ciudad estadounidense".
El académico explica que en muchas comunidades alrededor del país se extinguieron los empleos en industrias mecánicas, incluida la militar, y eso forzó la salida de mucha gente.
"Esto coincidió con un aumento en la migración de países de Latinoamérica, especialmente de México, a Estados Unidos", indica.
El éxodo de poblaciones de blancos anglosajones a menudo provocó una rebaja en los precios de las rentas y de las propiedades, "lo que significó una oportunidad para muchos latinos", apunta.
"Ahora son los hijos y nietos de esos inmigrantes los que están impulsando mucho del crecimiento de esas ciudades", describe.
En efecto, más de la mitad de los residentes de Downey (54%) son estadounidenses de origen mexicano.
"Éramos los únicos mexicanos"
El joven periodista Erick Galindo escribió recientemente en un artículo en TheNew York Times que cuando su familia se mudó al sur de Downey en 1995, "éramos los únicos mexicanos de mi cuadra".
Galindo, de 29 años, vivió su infancia en ciudades aledañas de menores ingresos hasta que sus padres pudieron legalizar su estatus en el país como beneficiarios de una ley de amnistía impulsada por el presidente Ronald Reagan.
La decisión de establecerse en Downey tuvo que ver con la calidad de sus escuelas públicas y la seguridad.
"Cuando era un suburbio de clase media blanca existían estos ideales de lo que debía ser un buen vecindario y eso no ha cambiado. La única diferencia son los que ahora están a cargo", dice Galindo.
Este aspecto se evidencia también al mirar que en los últimos diez años los alcaldes han sido predominantemente hispanos.
"Downey es un lugar que representa esa idea tan específicamente estadounidense, la de la movilidad social, pero al mismo tiempo está muy conectada con la herencia de Latinoamérica", reflexiona Galindo.
Lupita Infante, cantante y nieta del ídolo de las rancheras mexicano Pedro Infante, conecta con esa noción.
"Creo que cuando caminas por las calles, no te sientes fuera de lugar. Te sientes como en casa, mucha gente habla español", dice la joven.
La madre de Lupita pidió préstamos a sus familiares cuando su hija tenía apenas 7años para comprar un dúplex en la ciudad.
"Ella decía que sabía que sería una buena inversión", recuerda Infante.
Años después, Infante ha sido nominada al premio Grammy y a pesar de acumular fama, no piensa irse de allí.
"La gran aspiración de mi mamá es que nos mudemos al norte de Downey, que es donde están las casas más grandes. Me dice: 'Cuando la hagas en grande nos vamos para allá'", cuenta riéndose.
"El mercado de viviendas está loco"
A la ciudad han venido cada vez más latinos con alto poder adquisitivo atraídos por la facilidad que da la ciudad de disponer terrenos grandes para casas unifamiliares.
Pese a la pandemia del coronavirus, los negocios prosperan y no son pocos los terrenos sobre los que se levantan millonarias propiedades.
Es común ver autos de último modelo y filas para entrar en restaurantes recién inaugurados.
Michael Calvert, director ejecutivo de la Cámara de Comercio de Downey, dice que los agentes inmobiliarios "aman el apelativo del 'Beverly Hills latino' porque ayuda a subir los precios de las casas".
"El mercado de viviendas aquí está completamente loco", opina.
No es el único que piensa así.
Catherine Álvarez es una de las concejalas de la ciudad en el distrito en el que viven más personas de medianos y bajos recursos.
Nacida en Medellín, Colombia, Álvarez aboga por un control en las rentas de los edificios multifamiliares, donde residen mayoritariamente inmigrantes latinoamericanos.
Pese al rápido crecimiento de la ciudad en los últimos años, Álvarez insiste en que no ha beneficiado a todos sus residentes.
"Mucha gente no tiene la capacidad de comprar una casa, aquí no te bajan de medio millón de dólares. Y las rentas también se han encarecido", advierte.
En la misma cuadra donde vive la concejala hay una construcción de un par de edificios con balcones y acabados modernos, un contraste con las casas sencillas y edificios viejos alrededor.
Residentes como María Fernández, la empresaria de bienes raíces, sostienen que los hispanos beneficiaron a la ciudad y le dieron valor "con el dinero que trajimos y plantamos aquí".
Pero otros, como Erick Galindo, coinciden en que la ciudad parece estar desmotivando a los que alguna vez estuvieron en la situación de sus padres.
"Los padres de mucha gente aquí se sacrificaron mucho para crear un lugar como este y es interesante ver en lo que se está convirtiendo", apunta.
"¿Sería este un lugar que aceptaría a gente como ellos ahora? Es la pregunta. No sé la respuesta, pero espero que sí".
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