A poco de cumplir sus primeros 100 días, el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump se ha caracterizado principalmente por una guerra arancelaria que ha provocado el desplome de las bolsas y temores de recesión global. ¿Cuál es la mejor respuesta ante esta batería de aranceles? ¿Confrontación, negociación? ¿Quién gana y quién pierde? Esto dicen nuestros expertos.

Aranceles de Trump: opciones e implicaciones para México | Dr. Antonio Ortiz-Mena. Fundador y Director General de AOM Advisors, Profesor de la Universidad de Georgetown y Presidente del Comité TMEC del COMCE*.

Ante la nueva de Estados Unidos, muchos se preguntan si la mejor respuesta es la confrontación o la negociación. Canadá ha optado por una postura firme, imponiendo aranceles del 25% a los automóviles estadounidenses. México, en cambio, ha preferido un enfoque más reservado, evitando confrontaciones públicas y apostando por la vía diplomática. A pesar de estas diferencias, los resultados han sido similares: ha tratado a ambos países de forma igual.

Esto demuestra que la disyuntiva entre confrontación y negociación es, en realidad, falsa. Para negociar con eficacia se necesitan amenazas creíbles sobre las consecuencias de no alcanzar un acuerdo. Sin embargo, estas deben manejarse con cautela, evitando escalar públicamente el conflicto, lo que podría desencadenar una perjudicial para todos.

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México es hoy el principal socio comercial de Estados Unidos, no solo por lo que exporta —frutas, verduras, autopartes esenciales para su industria automotriz—, sino porque también es un cliente crucial de su sector agropecuario. México importa grandes volúmenes de maíz, trigo, carne de cerdo, res y pollo. Si los productores estadounidenses pierden este mercado, difícilmente podrán encontrar destinos alternativos en mercados ya saturados o protegidos.

La economía de ambos países está profundamente integrada. Por eso, una solución negociada no solo es posible, sino necesaria. El objetivo debe ser doble: asegurar que Estados Unidos cumpla con sus compromisos bajo el T-MEC y la OMC, y reducir tanto los aranceles como la incertidumbre causada por decisiones unilaterales e impredecibles.

La principal amenaza no son únicamente los nuevos aranceles, sino la incertidumbre constante que impide a las empresas planificar, invertir y generar empleo. Esta volatilidad frena el crecimiento económico en ambos lados de la frontera.

México debe aspirar a más que evitar represalias. Es crucial lograr aranceles más bajos que nuestros competidores y establecer reglas claras que limiten la discrecionalidad de Estados Unidos en materia arancelaria. Esto traerá beneficios compartidos: menor incertidumbre, mayor inversión y la continuidad del modelo de producción compartida que hace competitiva a América del Norte.

Incluso las empresas estadounidenses sufren por esta política incierta. La renovación del T-MEC en 2026 representa una oportunidad histórica para reforzar la integración regional, atraer inversiones, crear empleos y evitar una espiral de represalias comerciales que solo perjudicarían las exportaciones de Estados Unidos.

México y Canadá, como sus principales socios comerciales, proveen insumos clave para la reindustrialización estadounidense. Frenar esta integración sería un grave error. De hecho, el éxito del proyecto de reindustrialización de Estados Unidos pasa necesariamente por una mayor y más profunda integración de América del Norte.

* Las opiniones son exclusivamente del autor y no necesariamente las de alguna institución con las que está afiliado.

Europa ante los aranceles de Trump: la amenaza y los dilemas | Lorena Ruano. Internacionalista

La caótica política arancelaria de la administración Trump significa una amenaza existencial para la Unión Europea (UE), la cual nació como un proyecto comercial (unión aduanera) que era pieza fundamental del orden liberal de posguerra encabezado por su principal socio económico y militar, Estados Unidos. Que la gran potencia hegemónica ahora torpedee los principios del orden que ella misma construyó socava el piso sobre el cual se basa el poder europeo: el comercio abierto basado en reglas. La UE representa un tercio del comercio mundial y es, en sí, un sistema multilateral de comercio, ya que el comercio dentro de la UE representa cerca del 18% del total mundial.

Aunque Bruselas llevaba tiempo preparándose para el posible regreso de Trump a la Casa Blanca, nadie anticipó el nivel irracionalidad de las políticas que ahora ponen en jaque a la economía global. Las contramedidas que la Comisión había preparado respondían a una lógica que, al parecer, ya no opera en las decisiones de su socio estadounidense. Responder resulta tanto más difícil porque hay diferentes opiniones entre los países que conforman a la UE. Para unos, como Francia y Alemania, habría que responder de manera firme, no sólo con aranceles recíprocos, sino incluso con restricciones a las compras de gobierno y el sector servicios. Para otros, como Italia o Irlanda, la prioridad debe ser evitar una escalada en esta guerra comercial que a nadie conviene. La decisión, de momento, es intentar negociar durante el periodo de suspensión provisional de aplicación de las medidas anunciado pocos días después. Pero si el periodo concluye sin avances, los países de la UE no tienen consenso sobre cuál será el camino. Tampoco está claro si hay manera de incidir en las decisiones de Estados Unidos. Basta ver a México y Canadá que, con estrategias muy distintas, han obtenido los mismos resultados.

Acercarse a otros países con visiones similares para formar un frente de defensa de las reglas resulta atractivo, pero depende de cómo y con quién. La conclusión de las negociaciones comerciales pendientes con Mercosur (en noviembre de 2024) y con México (anunciadas por la Comisión pero desmentidas por la presidenta Claudia Sheinbaum) van en ese sentido, así como declaraciones de apoyo a Canadá. Pero otro tipo de maniobras, por ejemplo, con China, que ahora es el principal socio comercial de la UE, podrían desatar la furia de Trump. Además, con todos estos países, la agenda bilateral de la UE ha topado con sus propios obstáculos: el medio ambiente y la competencia agrícola con Mercosur, los temas de energía con México, la sobrecapacidad en vehículos eléctricos con China y la difícil ratificación del CETA con Canadá. La amenaza común podría ser un catalizador para salvar estos escollos, aunque más bien parece estar provocando un “sálvese quien pueda” de negociaciones bilaterales con Estados Unidos.

Implicaciones geopolíticas del proteccionismo estadounidense | Derzu Daniel Ramírez Ortiz. Profesor de Relaciones Internacionales en UPAEP

Para ningún país y menos para Estados Unidos, el comercio internacional es un tema circunscrito exclusivamente al intercambio transfronterizo de bienes. Como lo argumentó Albert O. Hirschman, el comercio internacional se trata también de capacidades y formas de influencia entre las naciones.

En este aspecto, la política comercial de Estados Unidos nunca ha estado desligada de cálculos geopolíticos. Es un ámbito a través del cual, históricamente, la superpotencia ha perseguido intereses y objetivos estratégicos.

En la óptica estadounidense de la posguerra mundial, la construcción de un orden liberal reglamentado en el GATT, sirvió a objetivos económicos y geopolíticos. Por un lado, los productores estadounidenses accedieron a nuevos mercados y sus consumidores se beneficiaron de las ventajas comparativas de economías externas.

Por otro lado, el marco comercial le permitió a Estados Unidos cohesionar a la triada occidental, la coalición de poder conformada por Estados Unidos, Europa y Japón, que, en las siguientes décadas, robusteció un orden conveniente para su desarrollo y contuvo la expansión de la URSS. Otro cálculo adicional fue que la propagación del libre comercio a nivel mundial enriquecería a las naciones subdesarrolladas e incrementaría el número de democracias liberales, lo cual crearía un mundo más seguro para ellos.

Este orden tuvo sus pilares en la autolimitación de Estados Unidos para protegerse con aranceles y en su voluntad de sujetarse a las reglas pactadas a pesar de su carácter de superpotencia económica.

Hoy, Estados Unidos bajo el mando de Trump está fracturando esos pilares, pues considera que el orden económico sufre de contradicciones geopolíticas, fomenta el problema del polizón en su detrimento y mantenerlo es demasiado costoso para su sociedad. Estados Unidos, a través de medidas proteccionistas que contravienen el orden liberal, busca reactivar la producción doméstica, obstaculizar el ascenso económico de China y utilizar su poder de mercado para coaccionar a socios y rivales. Es difícil pronosticar si Estados Unidos tendrá éxito en conseguir sus actuales objetivos. Lo que podemos asegurar es que, al perseguirlos, no sólo distorsiona su mercado interno sino también erosiona un orden económico mundial que ha proyectado sus intereses y los de otros países.

Negociar o confrontar: alternativas con consecuencias | Mateo Ritch. Analista en materia de derechos humanos

Las guerras comerciales tienen un efecto en las personas. Estados Unidos ha vuelto a imponer aranceles a productos mexicanos, una medida que responde más a tensiones internas que a criterios económicos claros. En México, el impacto no se mide sólo en exportaciones: lo sienten directamente quienes viven del trabajo en el campo, en las maquilas, en el transporte o el comercio informal.

El golpe de los aranceles atenta contra un mercado laboral ya debilitado: tan solo en febrero se perdieron más de 276 mil empleos en el país, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). Las industrias manufactureras fueron las más afectadas, evidenciando la fragilidad de los sectores expuestos al comercio exterior.

El gobierno ha optado por evitar la confrontación directa, buscando mantener canales diplomáticos abiertos. Pero incluso el camino de la negociación tiene sus víctimas. Preservar la estabilidad macroeconómica ha implicado asumir costos que se distribuyen de forma desigual: se prioriza el equilibrio fiscal mientras las comunidades más vulnerables enfrentan aumentos de precios, escasez de insumos y pérdida de empleos.

En el norte del país, el antiguo Tratado de Aguas de 1944 vuelve a tensar los márgenes. Aunque vigente desde hace décadas, hoy las entregas de agua a Estados Unidos representan una carga para regiones que atraviesan sequías severas. Productores agrícolas pequeños y comunidades rurales observan cómo las decisiones bilaterales se traducen en menor acceso al recurso más básico.

La confrontación tampoco es una alternativa sin consecuencias. La ruptura de acuerdos genera incertidumbre, ahuyenta inversiones y provoca reacciones en cadena. El cierre de operaciones de varias empresas transfronterizas ha dejado a cientos de trabajadores en la indefinición, atrapados entre dos gobiernos que se miden en fuerza, no en responsabilidad.

Ni la confrontación ni la negociación, tal como se practican, priorizan a las personas. Las decisiones se toman arriba, pero los efectos caen hacia abajo. En esta guerra comercial, la pregunta no es quién gana, sino cuántos pierden.

Estrategia mexicana: firme y sin ruido | Scarlett Limón Crump - Analista internacional

Ante el escenario comercial global donde el proteccionismo gana terreno y las respuestas nacionales se polarizan, China respondió con fuerza: aumentó aranceles a productos estadounidenses hasta en 125% y restringió exportaciones estratégicas. Canadá, su socio histórico, aplicó medidas espejo y endureció su narrativa comercial. India, por su parte, adoptó una combinación de proteccionismo selectivo y subsidios internos, reforzando su autosuficiencia como prioridad nacional.

¿Y México? México se desmarcó del coro de reacciones y apostó por una respuesta estratégica basada en la diplomacia y la estabilidad. No se trató de evitar el conflicto, sino de manejarlo sin dinamitar los puentes. Frente a la amenaza arancelaria, el gobierno mexicano activó rutas diplomáticas, reforzó alianzas con socios clave y apeló a mecanismos multilaterales como la OMC.

Pero la estrategia no quedó solo en la defensa externa. México también presentó el Plan México, una hoja de ruta para fortalecer el mercado interno, reducir la dependencia de importaciones estratégicas y apostar por una producción nacional más sólida. Es una respuesta estructural, no coyuntural: mientras otros países reaccionan al choque inmediato, México busca blindarse para el mediano y largo plazo.

Algunos lo vieron como tibieza. Pero en un contexto internacional marcado por respuestas viscerales, la vía mexicana ha sido una apuesta consciente por la estabilidad. Sin caer en el juego de la represalia inmediata, se preservó la confianza inversionista, se contuvo la volatilidad financiera y se envió un mensaje claro: México no es un actor menor ni un peón. Es un socio firme con agenda propia.

La política comercial ya no se juega solo en aduanas, sino en la narrativa global. Y mientras otros países optan por la confrontación como reflejo, México ha elegido la diplomacia como estrategia y la resiliencia como visión.

Sálvense quien pueda: China, Canadá y la Unión Europea contra el proteccionismo de Trump | Valeria Grassi – Internacionalista

¿Las alianzas históricas se han visto fracturadas por las amenazas arancelarias de Trump? El tablero económico internacional está en alerta y cambiando. Esto genera incertidumbre y necesidad de buscar socios confiables, ocasionando un realineamiento geoeconómico de actores clave como Canadá, la Unión Europea y China. Este escenario se interpreta como sálvense quien pueda.

La UE y Canadá, desde febrero, optaron por consolidar su confianza y fortalecer sus lazos comerciales aprovechando su Acuerdo Económico y Comercial Global, vigente desde 2017. Este fortalecimiento de alianza, no es más que una necesidad de blindarse frente al proteccionismo estadounidense. Se lee la urgencia de ambos por mantener un orden global basado en reglas comerciales compartidas, evitando que el libre comercio no se vea afectado y otros países no abusen de él.

También, China después de señalar que están abiertos a generar un acuerdo de beneficio mutuo, advirtió que no tolerará acuerdos comerciales entre terceros países y Washington que perjudiquen sus intereses, prometió tomar medidas recíprocas si estas amenazas se concretan. El fortalecimiento internacional chino se dio por sus préstamos a países del sur global. China no ve como amenaza los aranceles, tiene el tablero dominado debajo del agua, maquilla su alianza y cooperación con trampas de deuda con quienes necesitan crecimiento económico. China apuesta por la cooperación económica en la que pueda tomar ventaja.

¿Estamos ante el colapso del libre comercio basado en reglas imparciales o ante la consolidación de un nuevo orden económico moldeado por la lógica de la fuerza arancelaria? La respuesta dependerá de la capacidad de los países para adaptarse. Diversificar socios, fortalecer capacidades internas y apostar por una cooperación multilateral efectiva serán claves para construir una soberanía económica más resiliente. En un mundo impredecible, la confianza no es una cortesía diplomática: es una necesidad estratégica.

El mito del fin de la globalización | Renata Zilli, internacionalista

En días recientes, durante un evento organizado por la comunidad empresarial de Nuevo León, el exembajador de México en China, Jorge Guajardo, pronunció un discurso sobre el estado actual de la economía global y las oportunidades para México. Su experiencia diplomática le otorga una perspectiva muy precisa –y poco común en la academia mexicana– sobre la falta de complementariedad entre las economías de México y China. No obstante, hay un punto que merece atención. Considero que el exembajador se equivoca al sugerir que las consecuencias de los aranceles impulsados por Trump, implican que la globalización “ya se acabó” (sic).

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Esta apreciación además de alarmista, resulta superficial en un sentido completamente literal: si bien más del 80% del comercio internacional de mercancías se realiza por la superficie oceánica, el 95% del comercio digital ocurre a través de una red internacional de cables submarinos. Según Jared Cohen de Goldman Sachs, dichos cables, transportan aproximadamente 10 billones de dólares en transacciones financieras diarias. Naturalmente, este comercio invisible es más difícil de medir, regular o gravar con aranceles. En los últimos años, el comercio de servicios, especialmente los digitales, ha crecido a un ritmo mucho mayor que el del comercio de mercancías y sus prospectivas son al alza. Se espera que este comercio transfronterizo, revolucione los sistemas económicos y productivos, a través de la adopción y difusión de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial (IA). El científico estadounidense Roy Amara, señalaba que tendemos a sobreestimar los efectos de una tecnología a corto plazo y subestimar su efecto a largo plazo.

Lo mismo sucede con el futuro de la globalización. No debemos dejarnos llevar por conjeturas cortoplacistas. Cada etapa del proceso globalizador se originó con la introducción de diversas tecnologías. Desde la máquina de vapor, pasando por la imprenta, el internet o ChatGPT, cada avance tecnológico ha transformado la forma en que los seres humanos producimos aquello que consumimos y comerciamos. Pero también aquello que pensamos. Es indiscutible el daño económico que ocasionará la guerra comercial impulsada por Trump. Sin embargo, con todo y aranceles, nos encontramos ante una coyuntura histórica y un cambio estructural en la economía mundial que ni usted, ni Trump, ni yo, podemos frenar. La globalización de lo intangible está por germinar.

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