El presidente Andrés Manuel López Obrador inició su gobierno defendiendo los principios de no injerencia en materia de política exterior. Sin embargo, desde que asumió ha aplicado ese lema a conveniencia. Guarda silencio a pesar de los abusos cometidos por regímenes como Nicaragua, Venezuela o Cuba, mientras critica abiertamente a gobiernos que no le son afines, como el de Ecuador, el de Perú o el de Argentina. Con Estados Unidos, ha usado el tema migratorio para presionar al gobierno de Joe Biden a fin de que evite criticar o cuestionar sus políticas. A cambio, México es el muro migratorio de Estados Unidos.
Principio de no injerencia: a veces sí, a veces no
José Meléndez. Corresponsal
Por aplicar, a veces sí y a veces no, el principio de no intervención en los asuntos internos de otros Estados y atarlo a la conveniencia de sus intereses ideológicos izquierdistas, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, restó credibilidad a la política exterior mexicana.
Tras asumir en diciembre de 2018, López Obrador sujetó la política externa de México a sus preferencias ideológicas y, amparado en ser fiel a la no intervención, enmudeció ante las violaciones a los derechos humanos, la libertad y la democracia cometidas por sus socios gobernantes en Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Al abstenerse de opinar sobre esos tres países, evidenció un factor en común: son gobernados por regímenes izquierdistas amigos de López Obrador.
Pero el presidente jamás dudó para saltarse la no intervención y atacar a gobiernos de derecha o de centroderecha.
Luego de que, en diciembre de 2022, el Congreso de Perú destituyó al autodenominado presidente izquierdista de ese país, Pedro Castillo, y le impidió perpetrar un golpe de Estado para gobernar por decreto, López Obrador defendió al destituido mandatario pese a que su salida se apegó a las reglas constitucionales.
Aunque fue designada presidenta por el Congreso y bajo el rigor legal de la sucesión, la peruana Dina Boluarte fue desconocida por López Obrador como legítima jefa de Estado, en otro golpe a la no injerencia.
El 3 de este mes, y al volver a desligarse de la no intervención, López Obrador cuestionó los comicios que en 2023 llevaron al derechista Daniel Noboa a la presidencia de Ecuador. Quito repudió a López Obrador por meterse en asuntos ecuatorianos.
López Obrador repitió su receta con Argentina. Cuando el pueblo argentino eligió libremente en las urnas en 2023 al ultraderechista argentino Javier Milei como su presidente, López Obrador se brincó la no injerencia, lo tildó de “facho conservador” y volvió a restarle credibilidad y coherencia a la política externa mexicana.
No injerencia: a veces sí, a veces no.
Extorsión migratoria: el juego de López Obrador
Solange Márquez. Internacionalista. X: solange_
En diciembre del 2023, los cruces ilegales en la frontera entre México y Estados Unidos alcanzaron un máximo histórico, con casi 250 mil personas detenidas según datos oficiales. Al concluir ese mes, funcionarios estadounidenses viajaron a México para reunirse con López Obrador y abordar este tema crítico. El apremiante llamado de auxilio surtió efecto y, para enero, el número de cruces ilegales había disminuido más del 50%. No obstante, en febrero, López Obrador estuvo cerca de rechazar otra reunión, tras la filtración de una investigación de la DEA sobre los fondos de su campaña en 2006. Fue a raíz de una llamada directa del presidente estadounidense, Joe Biden, que Andrés Manuel López Obrador accedió a recibirlos, no sin antes exponer públicamente todo el asunto.
Este incidente podría haber pasado inadvertido en otro contexto; sin embargo, en el actual clima electoral de Estados Unidos, el tema migratorio ha escalado hasta convertirse en la principal preocupación de un número creciente de votantes, convirtiéndose en uno de los ejes que podrían definir el resultado de la elección presidencial.
Según diversas encuestas publicadas a principios de abril, Trump llevaría la delantera o estaría técnicamente empatado con Biden en siete estados clave, los llamados estados swing. En estos, Trump se posiciona con el 52% frente al 32% de Biden en términos de quién está mejor capacitado para gestionar la inmigración.
México se ha convertido en un factor crucial para la contención en la frontera, situación que López Obrador ha utilizado para sostener una narrativa desafiante frente a Estados Unidos, la cual raramente recibe respuesta o crítica desde la Casa Blanca. Desde hace tiempo, el presidente Biden parece haber optado por evitar confrontaciones con el gobierno mexicano. Este año, en particular, y con su reelección en juego, el gobierno mexicano podría seguir utilizando el control migratorio como medio para elevar el tono desafiante y eludir críticas que, a su vez, podrían dañar su propia imagen.
México y la no repetición
Emerson Segura Valencia. Periodista
El gobierno de México apuesta por sentar un precedente en la arena internacional tras el asalto a la representación mexicana en Quito, Ecuador, el 5 de abril con la presentación de una demanda ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ): la no repetición. La CIJ atenderá el próximo 30 de abril y el 1 de mayo la solicitud de medidas provisionales contra el gobierno de Daniel Noboa, la protección de la sede diplomática, así como de los bienes que se encuentran al interior tras la salida de la misión mexicana por el conflicto. El gobierno mexicano ha insistido en que la irrupción en la embajada mexicana, así como los actos de violencia y hostigamiento cometidos en contra de su personal, “entrañan un daño irreparable al sistema internacional en su conjunto”. De momento, no hay visos de que esta postura sea cuestionada, más allá de la frivolidad del presidente ecuatoriano Daniel Noboa de que el asunto se resolvía “con unos tacos y un ceviche”.
Además de la protección de su sede diplomática, México ha pedido que se suspenda a Ecuador como miembro de la ONU y que, de encontrarlo culpable de violar los principios establecidos por la carta fundacional de Naciones Unidas, se le expulse del organismo. Desde su creación en 1945, ningún país ha sido expulsado del organismo. A México le asiste la razón y la ley, pero puede ser que no sea suficiente para que evitar este tipo de atropellos.
Sistema multilateral tras las cuerdas
Scarlett Limón Crump. Analista Internacional y asociada COMEXI
La guerra entre Rusia y Ucrania, el conflicto entre Israel-Irán, la crisis humanitaria en Gaza y la irrupción del gobierno ecuatoriano a la embajada mexicana son hechos que hoy ponen en jaque al sistema multilateral internacional. Los organismos internacionales forjados en la segunda mitad del siglo XX con el objetivo de mantener la paz y la seguridad internacionales son cuestionados en la actualidad por su poca capacidad para incidir en la contención y sanción de procesos políticos en el mundo. Cabe señalar que la discusión sobre la necesidad de impulsar una reforma al Consejo de Seguridad de la ONU no es nueva. La estructura y funcionamiento del Consejo de Seguridad han sido criticados por no reflejar adecuadamente el equilibrio de poder mundial actual al mismo tiempo que han ido perdiendo legitimidad y eficacia para atender diversas crisis. Algunas propuestas de reforma incluyen la ampliación del número de miembros permanentes (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido), la eliminación del derecho de veto o su limitación, y una mayor representación de países en desarrollo. A pesar de este cuestionamiento no se vislumbra un giro para los organismos internacionales en el futuro inmediato. A esto se suma un mayor nacionalismo en la política internacional en los últimos años, con algunos países mostrando una mayor disposición a actuar por su cuenta en lugar de trabajar a través de instituciones multilaterales. Esto puede debilitar la cooperación internacional y poner en peligro el sistema multilateral. Israel y Ecuador ponen el ejemplo.
México-Ecuador: Una crisis provocada
Héctor Cárdenas. Embajador en retiro
Los gobiernos de México y Ecuador enfrentan una crisis diplomática debido a la violación, por parte del gobierno ecuatoriano, del Derecho de Asilo, consagrado en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticos, al haber sustraído por la fuerza a un delincuente del orden común que se encontraba en la embajada de México en calidad de “huésped”, una figura que no corresponde a la de asilado. Recordemos que la citada convención otorga a los Estados el privilegio de la extraterritorialidad, es decir extender su soberanía a las representaciones diplomáticas. En este caso particular, el exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, solicitó protección al gobierno mexicano desde diciembre de 2023, aduciendo que era perseguido por razones políticas, cuando en realidad existían órdenes de aprehensión en su contra por delitos del orden común, tales como corrupción y enriquecimiento ilegítimo. El gobierno de Ecuador al considerar que Glas no podía beneficiarse del derecho de asilo, expuso sus razones al gobierno de México en varias ocasiones. Sin embargo, la cancillería mexicana desestimó los argumentos de Quito al considerar que, en efecto, Glas era un perseguido político. Ante la reticencia de México para entregar a Glas, y para impedir que dicho sujeto evadiera un proceso por corrupción, las fuerzas de seguridad ecuatorianas invadieron la embajada de México y arrestaron al presunto asilado, violando la soberanía de la sede diplomática.
Cabe señalar que, con anterioridad a este incidente, el presidente de México, había violado uno de los principios fundamentales de convivencia universal: la no intervención en los asuntos internos de otros países, consagrado en la constitución, al emitir un impertinente juicio sobre el asesinato de un candidato a la presidencia del país andino. La reacción de Quito no se hizo esperar: declaró persona no grata a la embajadora de México y ordenó su salida inmediata del país, elevando la tensión ya existente, entre los gobiernos de ambos países. Ante esta situación México otorgó el asilo al delincuente Jorge Glas, provocando así la decisión del gobierno ecuatoriano de sustraerlo por la fuerza, violando así el derecho de extraterritorialidad que contempla la Convención de Viena. Por su parte, el gobierno de México respondió con la ruptura de relaciones diplomáticas, una medida extremadamente delicada en el contexto de las relaciones entre países latinoamericanos.
Como era de esperarse la comunidad internacional condenó, precipitadamente, la agresión ecuatoriana, si haber ponderado las razones de Quito para actuar de tal manera. Algunos países llegaron al exceso de romper con Ecuador, como Venezuela, cuyo gobierno carece de la autoridad moral y política para reaccionar de esa manera.
Este lamentable episodio revela que México y Ecuador difieren en su enfoque a la solución de sus graves problemas de seguridad. El presidente Noboa llegó al poder con la intención de acabar con la impunidad, origen de la corrupción, y la infiltración de los cárteles mexicanos en el país. Por su parte, el presidente de México difiere en su enfoque a la lucha contra el crimen organizado con la aplicación de su famosa política de “abrazos, no balazos” que ha sumido al país en un ambiente de inseguridad nunca visto.
No hay mal que por bien no venga. La crisis de marras nos lleva a considerar la necesidad de una reforma al Derecho de Asilo, con el fin de evitar que los gobiernos hagan caso omiso de lo establecido en la Convención de Caracas y otorguen asilo a personas que están siendo juzgadas o han sido condenadas por delitos del orden común.
En el caso que nos ocupa es evidente que el gobierno de México no tomó en cuenta que el tipo de delito del que era acusado Glas no era político, sino del orden común. Resulta evidente que López Obrador actuó por razones personales debido a su afinidad ideológica con un “compañero de viaje”, el expresidente Rafael Correa, íntimo amigo de Glas que fue su vicepresidente durante su mandato.
Relaciones y pleitos a conveniencia
Guadalupe Galván. Editora. @adalug
Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador asumió la presidencia, en diciembre de 2018, lo hizo señalando que “la mejor política exterior es la interior”, que “el respeto al derecho ajeno es la paz”.
En la práctica, ha tenido una política exterior a modo, con un mantra de “no injerencia” que sólo aplica con amigos, no con enemigos, marcada por el “conmigo o en mi contra”.
No dudó en pelearse con la Organización de Estados Americanos (OEA), llamando incluso a su sustitución por “inútil”. Hasta que tuvo necesidad de su apoyo, en el conflicto con Ecuador.
Se peleó también con la OMS, cuando criticó la no autorización de vacunas anti-Covid como la Sputnik, de fabricación rusa.
Esta cercanía con Rusia lo llevó también a marcar distancias de la comunidad internacional cuando condenaron la invasión en Ucrania y a enfrentarse con el gobierno de Volodimir Zelensky, que llamó “plan ruso” la propuesta de tregua del Mandatario mexicano. Otro de sus frentes preferidos ha sido España, país con el que declaró una “pausa” sacada de la manga y al que una y otra vez exigió disculpas por los hechos relacionados con la Conquista y hasta por recibir a las madres buscadoras.