Cuando la gigante tabacalera Reynolds American emitió un cheque a favor de la campaña política de Brent Jackson en noviembre de 2019, ya conocía bien las acusaciones contra el senador republicano del estado de Carolina del Norte.
Jackson – apodado el “único mega-granjero” en el senado de Carolina del Norte – fue acusado por varios trabajadores inmigrantes de no pagar sus salarios o de impedir que se unieran a un sindicato, según documentos del tribunal. En 2019 aún se encontraba en medio de uno de estos juicios. Sin embargo, la relación entre el fabricante de cigarrillos y Jackson va más allá de la política. También hacen negocios juntos.
En el capitolio de Carolina del Norte en Raleigh, Jackson se ha convertido en una fuerza poderosa en las altas esferas del estado. No obstante, si se dirige al sur, a su hogar en el condado Sampson, encontrará su granja: miles de acres de tierra en los que una gran cantidad de trabajadores de temporada inmigrantes laboran arduamente para recolectar sandías, melones, camotes, y tabaco.
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Una investigación realizada por la Oficina de Periodismo Investigativo[1] , Mother Jones y Enlace Latino NC ha revelado que Reynolds American ha inyectado una cantidad significativa de dinero a la campaña de Jackson. De hecho, no hay muchos legisladores en Carolina del Norte que hayan recibido tanto dinero de la compañía como Jackson, quien a su vez ha usado su plataforma para promover proyectos de ley para prevenir que sus trabajadores se manifiesten en contra del abuso.
Algunas entrevistas con inmigrantes que trabajan en su granja revelan las razones por las que sintieron que debían hablar al respecto. El sindicato presentó sus inquietudes sobre la granja de Jackson directamente ante Reynolds American, primero en 2015 y más tarde en 2019. A pesar de que los ejecutivos principales han asegurado que la compañía apoya la libertad de los trabajadores agrícolas de unirse a un sindicato, Reynolds continuó comprando tabaco de la granja de Jackson y ayudando a financiar su carrera política.
“Es una hipocresía”, dijo MaryBe McMillan , presidenta de la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO, por sus siglas en inglés) del estado de Carolina del Norte, una asociación de sindicatos. “Reynolds ha estado luchando en contra de los sindicatos por mucho tiempo ya, así que no creo necesariamente que apoyen la libertad de asociación”.
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Según Oxfam, Carolina del Norte es el peor estado para trabajar en los Estados Unidos, que además tiene una de las menores tasas de sindicalización en el país. En algunos estados, uno de cada cuatro trabajadores forma parte de un sindicato. En Carolina del Norte esa cifra es de 1 en 30, y con frecuencia, los trabajadores agrícolas no tienen acceso a las pocas protecciones con las que cuentan los trabajadores de otras industrias. Jackson quiere que las cosas sigan así: en años recientes ha liderado esfuerzos para obstaculizar aún más la facultad de sus trabajadores para sindicarse.
En Reynolds American, Jackson no solo ha encontrado un comprador para sus cosechas, sino también una generosa fuente de financiación para sus iniciativas políticas – que incluyen el debilitamiento de los sindicatos que han ayudado a que sus trabajadores lo acusen ante un tribunal.
En 1980, el gobernador de Carolina del Norte, James Hunt, declaró: “En este estado, el tabaco aún es el rey, y nuestra intención es que siga siendo el rey”. Más de cuatro décadas después, los análisis de los datos financieros por parte de la Oficina, en combinación con declaraciones y registros de correos electrónicos contenidos en los archivos del tribunal, revelan la constante influencia de las grandes tabacaleras en la política de Carolina del Norte.
Y si bien Reynolds dice que apoya la libertad de asociación en su cadena de suministro global, sus donaciones políticas cuentan una historia muy diferente.
Foto. Cornell Watson / Mother Jones and TBIJ
Raíces profundas
Bajo la sombra de un enorme roble, Carlos* está sentado en una silla plegable y respira profundamente. Es domingo, no tiene que trabajar en el campo – que en el momento tiene plantaciones de tabaco y tomate – de la región de Piedmont de Carolina del Norte. Es el día que usa para lavar sus botas de trabajo llenas de barro y las pone a secar al sol, sus pies cansados en medias y sandalias.
El tabaco es un cultivo que requiere una gran cantidad de mano de obra. Comienza su vida en un invernadero antes de ser llevado al suelo. Crece unos cuantos pies de alto y con frecuencia se comienza recogiendo únicamente las hojas de la base del tallo, lo que se debe hacer a mano. El rocío matutino hace que emita un aroma químico grasoso y el alquitrán hace que los guantes poco a poco se ennegrezcan. La nicotina en el tabaco mantiene enganchados a los fumadores, pero para los trabajadores en las plantaciones que están expuestos a la nicotina durante todo el día, puede causar la “enfermedad del tabaco verde” – una condición que ocasiona dolores de cabeza, dolor abdominal, náusea y vómito. Un día libre es un respiro muy apreciado.
Detrás de Carlos, algunos hombres cuelgan su ropa recién lavada en un tendedero. Carlos entrecierra sus ojos para ver quién de sus compañeros de trabajo acaba de salir de la vieja casa grande que todos comparten. Es suficientemente cómoda, especialmente en comparación al hospedaje que recuerda en la granja de Jackson.
“Algunos de nosotros nos llevamos bien, pero no todos”. Dice en forma de chiste que 16 trabajadores agrícolas viviendo en una casa por seis meses al año es como estar en un reality show sin las cámaras. Pero el compañerismo que desarrollan es lo que les ayuda a sobrellevar la temporada.
Carlos cuenta que a pesar del trabajo físicamente extenuante – repetir la misma acción cientos de veces al día – su estado actual es mucho mejor que cuando llegó a los Estados Unidos por primera vez hace siete años, como un trabajador agrícola de temporada, lo que se conoce como una visa H-2A. Ese primer año, Carlos trabajó en plantaciones a unas 100 millas hacia el sureste para Brent Jackson y su hijo Rodney.
“Le decíamos que era una gallinera,” dice Carlos refiriéndose a la casa que le habían proporcionado para vivir con docenas de trabajadores en la granja Jackson. “Nada más era las paredes de madera y el techo de lámina... cuando llovía se nos metíantoda el agua.”
Carlos llegó inicialmente a la granja Jackson en Autryville en el verano de 2015. Inmediatamente, se dio cuenta de la "incompetencia" del personal encargado. Trabajaba de 7 a. m. a 8 p. m. y dice que rara vez vio a los Jackson.
Brent Jackson, quien no respondió a las repetidas solicitudes de comentarios de la Oficina, es aclamado como una de las historias de éxito de la industria agrícola de Carolina del Norte. Hijo de una secretaria y un barbero, creció en un pequeño lote de tierra al lado de una carretera sucia en el corazón del país del tabaco, rodeado por la industria que conformó la columna vertebral de Carolina del Norte. Probó por primera vez el tabaco de niño mientras recogía en una granja cercana y nunca volvió a mirar hacia atrás.
“Me picó el bichito. Había algo especial con el trabajo de campo y nutrir las cosas y verlas crecer”, dijo Jackson en una entrevista reciente para un podcast de Carolina del Norte llamado Do Politics Better [Hacer mejor la política], sus palabras fluían en un lento acento sureño.
Con el paso del tiempo, él y su esposa Debbie, con la ayuda de Rodney, han hecho que una pequeña fracción del condado Sampson, de donde son nativos, crezca para convertirse en una granja de 6,000 acres. Ahora, cultivan una gran multitud de productos y cultivos en hileras como algodón, maní y tabaco; sin embargo, son más conocidos por sus sandías y melones, dice Jackson. (Uno de los logos de la compañía es un mapache comiendo una sandía, lo que evoca las caricaturas racistas que fueron populares durante la era de Jim Crow al sur de los Estados Unidos).
Para 2010, en sus propias palabras, “no podía seguir alejado y ver como la agricultura, la industria número uno de nuestro estado, tomaba un segundo plano en las políticas que estaban siendo implementadas en Raleigh”. Ese fue el año en que fue elegido senador del estado, y desde entonces ha surgido como una fuerza impulsora de las políticas agrícolas en Carolina del Norte. En 2016 fue una de las 64 personas nombradas en el Comité Asesor para la Agricultura del entonces candidato presidencial Donald Trump. En el podcast Do Politics Better afirmó que su meta principal era convertirse en el comisionado de agricultura del estado.
Los negocios y la vida pública de Jackson parecen estar estrechamente ligados desde siempre. Es copropietario de una tienda de armas y es un defensor incondicional de la Segunda Enmienda, lo que hizo que la Asociación Nacional del Rifle lo respaldara. Ha abogado por la expansión de la industria del cáñamo en Carolina del Norte, al tiempo que alquila una parte de su propiedad a una empresa de cáñamo. Estuvo detrás de un esquema para ofrecer subvenciones a granjas para mejorar la infraestructura de gas natural y luego solicitó una subvención por $925,000 al mismo esquema (no recibió fondos).
Hace unos meses, Jackson fue acusado de autocontratación. Había comprado dos bodegas en un pueblo cercano y, luego de que se le informara que los edificios tenían que cumplir con las normas de seguridad contra incendios, presentó una propuesta de ley para aumentar las excepciones en las inspecciones contra incendios. “Decidió redactar una propuesta de ley que iba a exonerar a su edificio personal del cumplimiento con la ley”, escribió la Asociación de Inspectores del Cuerpo de Bomberos en una carta al gobernador del estado en julio, de acuerdo con la estación local de noticias de televisión WRAL.
También ha apoyado políticas que, según críticos, han intentado silenciar a trabajadores agrícolas como Carlos, quien se ha manifestado en contra del maltrato por parte de los dueños de granjas de Carolina del Norte.
La recolección de tabaco es hecha con frecuencia por inmigrantes latinos, tanto con visa H-2A como indocumentados. Pueden enfrentar abuso y explotación desde que son reclutados en México, incluso antes de poner un pie en suelo estadounidense. Sin embargo, son esenciales para la estabilidad económica de Carolina del Norte pues ofrecen un flujo constante de mano de obra agrícola que los estadounidenses no pueden satisfacer.
Reynolds American, forma parte de American Tobacco, con sede en Londres, no tiene granjas bajo su propiedad ni contrata directamente a ningún trabajador agrícola. En su lugar, compra tabaco a dueños de granjas como Jackson, productores independientes que a menudo usan trabajadores de temporada bajo el programa H-2A.
"Las compañías tabacaleras consideran que se trata de simples proveedores y la responsabilidad de lo que ocurre en las granjas no es nuestra", dijo Justin Flores, un sindicalista de Carolina del Norte que trabajó estrechamente con los trabajadores de la granja de Jackson en su anterior trabajo con el Farm Labor Organizing Committee (FLOC, por sus siglas en inglés), un sindicato de trabajadores.
Cuando la Oficina intentó comunicarse, Reynolds señaló que están comprometidos con prácticas agrícolas éticas y dijeron que promueven una “robusta cultura de cumplimiento con las normas para garantizar que todos los granjeros con quienes negociamos satisfacen todas las leyes estadounidenses relacionadas con la contratación de empleados agrícolas”.
Como muchos de los que llegan a Carolina del Norte bajo el programa H-2A, Carlos normalmente empieza en cultivos de hortalizas y tabaco antes de ir al oeste hacia el final del año para cosechar árboles de navidad. Al volver a México, trabaja en campos de maíz, pero asegura que gana tan solo de 800 a 900 pesos a la semana, lo que equivale a menos de $45. En Carolina del Norte, puede ganar esa misma cantidad en cuestión de horas.
“Vengo [a los Estados Unidos] por mi familia, por mis hijos, les quiero dar una vida mejor.", dice el padre de cuatro niños. “Vale la pena mucho que no le falte nada a mi familia allá en México.”
Pero dice que las condiciones que soportó durante el tiempo que pasó en la granja Jackson fueron “inhabitables”. Y no fue el primero en cuestionar el tratamiento hacia los trabajadores inmigrantes allí.
Foto. Cornell Watson / Mother Jones and TBIJ
Problemas legales
En 1998, mucho antes de que Carlos llegara a la granja, Carmen Fuentes dejó su hogar en un pueblo pequeño rural al este de México para viajar a Carolina del Norte bajo el programa H-2A. Sus colegas decían que era el mejor trabajador en la granja Jackson ese verano.
Un día cálido y húmedo, mientras recogía tomates, Fuentes empezó a sentirse mareado. Aunque encontró algo de sombra donde poder sentarse y descansar, finalmente lo llevaron de vuelta al campamento donde vivían él y los demás trabajadores agrícolas. Sus colegas lo acostaron afuera sobre una sábana y lo dejaron solo. La esposa de Jackson, Debbie, que supervisaba a los trabajadores de la granja ese día, "no prestó ningún tipo de primeros auxilios", según un informe oficial obtenido por la Oficina a través de una solicitud de registros públicos.
Fuentes había sufrido un fuerte golpe de calor y estaba apenas semiconsciente en el momento en que los servicios de emergencia llegaron. En ningún momento el personal llevó a Fuentes a la nevera para las frutas y verduras o a una oficina con aire acondicionado, una decisión que el comisionado industrial que realizó el veredicto sobre el incidente describió como “inexplicable”. El personal de la granja no estaba adecuadamente entrenado para identificar las señales de un golpe de calor a pesar de que se les había advertido sobre los riesgos tan solo hacía unos meses.
Su temperatura corporal, tomada en el hospital esa noche, era más de 42°C (108°F), lo más alto que el termómetro podía leer. Cayó en un coma y los doctores temieron por su vida.
Fuentes sobrevivió, sin embargo, es poco probable que se recupere. Desde hace 24 años, su hermana ha estado ofreciéndole atención médica las 24 horas en México.
Después del incidente, la empresa agrícola de Jackson recibió una multa por $2,500 del Departamento del Trabajo de Carolina del Norte, según lo evidencian los registros divulgados a la Oficina. Jackson impugnó la sanción, sin éxito.
Funcionarios de seguridad y salud visitaron de nuevo la granja cuatro años después del incidente. Descubrieron que sus trabajadores no tenían baños en el campo y que su vivienda no cumplía con los estándares. Un remolque tenía 15 trabajadores viviendo en él con una estufa a la que le funcionaban tan solo dos hornillas, de acuerdo con el reporte. Seis de los dormitorios en el campamento eran más pequeños que el estándar mínimo. Uno de los cuartos que tenía dos camas era tan solo un poco más grande que una celda corriente para una sola persona.
La empresa agrícola de Jackson recibió otra multa, esta vez de casi $3,000 – suma que fue luego reducida a menos de $500 cuando mostró haber arreglado los problemas destacados en la inspección.
Durante todo este tiempo, la granja formó parte de North Carolina Growers Association (NCGA), un grupo de empresas del área que comparten recursos y las responsabilidades administrativas relacionadas con la contratación de trabajadores con visa H-2A. La asociación es uno de los empleadores más grandes de este tipo de trabajadores en los Estados Unidos, y lleva más de 10,000 de ellos al estado cada año. En 2004, FLOC negoció un convenio colectivo con la asociación, lo que significa que, a diferencia de muchos trabajadores con visa H-2A en el país, los que trabajan en las granjas afiliadas están representados por un sindicato.
En 2014, los trabajadores con visa H-2A en la granja Jackson utilizaron el acuerdo para presentar una queja en la que afirmaban que se les pagaba mal – y recibieron lo que se les debía por salarios atrasados. Esto inició un enfrentamiento entre FLOC y Jackson que continúa hasta el día de hoy.
Para la época en que Carlos llegó a la granja el siguiente año, la granja de Jackson había abandonado la Asociación de Productores. Los problemas continuaron, pero las quejas eran más silenciosas. De acuerdo con Justin Flores, quien trabajaba para FLOC en ese momento, los trabajadores de Jackson estaban reacios a agitar las aguas. Flores dijo que la granja les había dicho a Carlos y a sus colegas que “ya no había sindicato” y que “los sindicatos ocasionan problemas”.
Flores empezó a comunicarse con los trabajadores para ver como los estaban tratando. Uno de ellos había sido despedido después de que se quejó de que su empleador intentó tomar dinero de su sueldo para cubrir las reparaciones de una bomba de gasolina averiada. Le dieron 30 minutos para empacar sus cosas y salir de la propiedad o llamarían a la policía, declaró después en el tribunal. Con pocas opciones disponibles, le pidió al propietario de un negocio local que lo recogiera y pagó su propio viaje de vuelta a México, costos que debían haber sido cubiertos por Jackson bajo las reglas del programa H-2A.
Fue a través del sindicato que Carlos y sus colegas se dieron cuenta que lo que les estaba sucediendo era un robo de salario.
“Pero el problema que hubo cuando nos mudábamos de un campo a otro el capataz nos ponchaba y no contaba como trabajo”, Carlos decía que podía perder entre 30 y 60 minutos todos los días. “Era alrededor de tres horas a la semana”.
Dijo que cuando se daban cuenta que un trabajador había estado hablando con FLOC, no lo volvían a contratar al siguiente año y que necesitaba al sindicato para encontrar un trabajo alternativo.
Siete de los trabajadores eventualmente llevaron el caso a un tribunal y, en 2017, ganaron varios miles de dólares de salarios atrasados. “Fue la primera vez que demandé para exigir los derechos de los trabajadores... me sentí bien porque era algo que ya teníamos nosotros ganado, porque era de nuestro trabajo,” dijo Carlos.
“Su objetivo no era el dinero”, dijo Flores, el organizador del sindicato que trabajó con Carlos. “Querían conseguir mejores condiciones laborales, mejor trato y el dinero era la única presión con la que contaban”.
En 2017, dos años después de que Carlos abandonara la granja Jackson, llegó Roberto*. Bajo el calor del sol de pleno verano, los trabajadores realizaban su ardua labor por horas, en ocasiones 7 días a la semana. La vida que Roberto encontró era muy parecida a la que Carlos había vivido. El personal de la granja era grosero. Uno de ellos llegó incluso a llamarlos “esclavos”, Roberto le dijo a la Oficina. “A “A veces no nos sacaban ni a tomar agua,” afirmó.
Dijo que con frecuencia no terminaba de trabajar hasta las primeras horas de la mañana. Los trabajadores eran presionados a hacer tanto como podían en el menor tiempo posible, decía, y su empleador era quien decidía cuando comenzaban o terminaban, con frecuencia sin que se les avisara con tiempo suficiente.
Cuando Roberto decidió unirse al sindicato y expresar su preocupación por el trato que recibían los trabajadores, a nadie le sorprendió que se encontrara con una fuerte resistencia. Rodney, el hijo de Brent Jackson, se rehusó a reunirse con él, seis empleados más y dos representantes de FLOC. El personal de la granja amenazó con llamar a la policía si los representantes de FLOC no se iban de la granja. El sindicato se vio obligado a explicar a las autoridades del orden público que no habían ingresado ilegalmente y que habían sido invitados a la granja por los trabajadores, quienes residían allí.
Roberto estaba dispuesto y podía volver a la granja Jackson en 2018, pero él y otros que se quejaron durante la temporada de 2017 habían sido vetados, afirman documentos del tribunal. Tampoco recibió una oferta de la granja Jackson en 2019. En este momento es cuando Roberto y sus colegas deciden llevar a Jackson al tribunal – con la ayuda de FLOC y su abogado – con la afirmación de que estaban recibiendo represalias por unirse a un sindicato. Más adelante ese mismo año, Jackson acordó llegar a un arreglo cuyos términos no fueron divulgados.
Desde la campaña de Jackson para senador en 2010 – y durante todas las reclamaciones realizadas por sus empleados en 2014 y en los casos llevados ante el tribunal por Carlos y Roberto – Reynolds American ha promovido continuamente sus ambiciones políticas a través de contribuciones por miles de dólares.
De hecho, casi cada año desde 2010, Reynolds American ha brindado dinero a Jackson – un total de $17,500 de su comité de acción política. Solo dos legisladores de Carolina del Norte han recibido más donaciones del comité en ese tiempo. Adicionalmente, Reynolds American ha contribuido una suma similar al Caucus Republicano del Senado de Carolina del Norte, del que Jackson forma parte y recibe dinero.
Reynolds es además uno de los siete “miembros clave” del grupo de cabildeo empresarial NC Chamber. Durante la última década ha brindado más de $200,000 al grupo, y Jackson ha recibido $14,500 de fondos provenientes de NC Chamber.
Un documento corporativo expone como Reynolds American decide a cuáles candidatos políticos va a donar: “Todas las contribuciones corporativas propuestas pasan por un proceso de revisión para ... determinar si satisfacen los mejores intereses de las compañías de RAI (Reynolds American Inc.)”. A pesar del compromiso por parte de la compañía de eliminar toda explotación de su cadena de suministro y de respaldar el derecho de los trabajadores a organizarse, ha seguido donando a Jackson. Incluso durante su primera campaña para las elecciones de 2010, ya se le hacían preguntas sobre su conducta en el pasado y sobre lo sucedido a Fuentes durante el verano de 1998.
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La ciudad del camello
“La huella permanente del tabaco se extiende por toda Carolina del Norte”, escribió recientemente Raleigh News & Observer. En ningún otro lado esa huella se hace más evidente que en Winston-Salem, una pequeña ciudad al norte del estado.
Allí, la familia Reynolds ha dado su nombre a una escuela, un campus universitario, un distrito comercial de tiendas, un parque, un museo y numerosas carreteras. Sobre el paisaje de la ciudad se imponen un par de torres de chimenea de 130 pies con las letras RJR, las iniciales del hombre que cambió para siempre la cara de Winston-Salem.
El hijo de un propietario de esclavos de Virginia, Richard Joshua Reynolds se dirigió hacia el sur en 1875 en búsqueda de una ciudad donde iniciar su compañía de tabaco. Durante una gran parte de la historia de la industria en Carolina del Norte, el tabaco era cosechado por esclavos y más adelante por familias pobres, muchas de ellas Negras y atascadas en acuerdos de aparcería que las dejaban permanentemente endeudadas a adinerados propietarios de tierra de raza blanca. Este sistema creó algunas de las familias más millonarias de los Estados Unidos y dos de las más prominentes estaban en Carolina del Norte – los Dukes en Durham y los Reynolds en Winston-Salem.
Para la época en que murió en 1918, su compañía tenía más de 100 edificios en la ciudad y en el día de su funeral, su hogar adoptivo guardó luto por su pseudoestadista. Algunos negocios locales cerraron sus puertas y miles de personas se alinearon en las calles de la ciudad para ofrecer sus respetos.
Después de su muerte, la compañía de tabaco RJ Reynolds continuó dominando la vida de Carolina del Norte. La compañía construyó uno de los edificios más grandes de esa época en el suroeste, una versión reducida del edificio Empire State, en East 4th Street. La recepción del edificio brillaba con mármol y bronce bruñido.
Por varias generaciones, la industria del tabaco ha ocupado una posición central, no solo en la economía del sur estadounidense, sino también en la política de todo el país. Hasta 2004 el gobierno había estado apoyando a los granjeros tabacaleros desde la década de 1930. Y los grupos de cabildeo de las tabacaleras han ayudado a que la industria evite recibir regulaciones más estrictas, mayores impuestos e incluso han combatido las afirmaciones de que los cigarrillos son dañinos. Cuando la industria enfrentó restricciones importantes para su publicidad en 1996, el candidato republicano para la presidencia, Bob Dole, dijo que no creía que el tabaco era adictivo para todos. La campaña de Dole había recibido cientos de miles de dólares en donaciones de compañías tabacaleras – quienes eran “los gigantes de la política estadounidense”, de acuerdo con el asesor especial del presidente Clinton.
Aunque los vestigios del dominio por parte de la industria del tabaco aún están presentes, los tiempos han cambiado. Las tasas de consumo de tabaco se han visto muy reducidas. Puede que las palabras “RJ Reynolds Tobacco Company” [Compañía tabacalera RJ Reynolds] sigan grabadas en la puerta del edificio en East 4th Street, pero hoy es el aroma de los ajos asados de un bar-restaurante francés quien da la bienvenida a los visitantes a lo que es ahora un hotel de cuatro estrellas: la oficina central de la compañía se ha mudado al lado, a un edificio de concreto más austero. Y las emblemáticas chimeneas Reynolds ya no pertenecen a una central eléctrica de carbón sino a un espacio en expansión de oficinas, entretenimiento y tiendas de venta al por menor con vista hacia el “innovation quarter” de Winston-Salem.
Pero si bien su presencia parece haberse desvanecido, Reynolds sigue allí, en el corazón de Winston-Salem. Y su influencia aún impregna la ciudad.
Por medio de su fundación, Reynolds American ha continuado con el legado de su fundador. Donó más de $5 millones a la caridad en 2019 (la información más reciente disponible), la mayoría a organizaciones en Carolina del Norte que incluyen universidades, escuelas, centros médicos y refugios para animales.
Otras fundaciones locales tienen su origen en el dinero de Reynolds. Una de ellas ha financiado recientemente un nuevo parque infantil en una escuela primaria en Winston-Salem. Otra, nombrada en honor a uno de los hijos de RJ Reynolds, ha apoyado a grupos que ayudan a los trabajadores agrícolas inmigrantes y a las injusticias a las que se enfrentan.
La compañía sigue siendo uno de los principales actores detrás de escena en las contiendas políticas, han donado $563,000 a candidatos de Carolina del Norte desde 2010. Más de $525,000 de esa cantidad fue donada a candidatos republicanos, de acuerdo con el análisis de la Oficina. Estas sumas son adicionales a los cientos de miles que Reynolds dona a grupos en Washington para influir en las elecciones del estado.
También ha conservado los servicios de grupos de cabildeo con buenas conexiones en Carolina del Norte. Entre sus filas están el antiguo alcalde de Raleigh y antiguo presidente del partido republicano en el estado, Tom Fetzer, y un antiguo representante demócrata a la cámara, Edward Hanes. Mientras desempeñaba su cargo, Hanes recibió más dinero de Reynolds American que cualquier otro demócrata de Carolina del Norte hasta ese entonces.
En el corazón del centro de Winston-Salem, afuera del ayuntamiento, se puede ver una estatua en bronce de RJ Reynolds sentado en un caballo, la placa lo describe como “un empresario exitoso y un benefactor público”. No existe un mejor recordatorio que en la política de Carolina del Norte, el fantasma de la industria del tabaco nunca está demasiado lejos.
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Volver a hacer las reglas
El 29 de abril de 2016, Brent Jackson escribió un correo electrónico a un contacto en North Carolina Farm Bureau [Oficina Agrícola de Carolina del Norte], que realiza cabildeo en nombre de los dueños de granjas. Adjuntó una carta al correo electrónico y escribió el asunto: “Chantaje”.
La carta adjunta era de un abogado que estaba representando a Carlos y a otros trabajadores agrícolas que habían trabajado en la granja de Jackson el año anterior. El abogado quería resolver los reclamos por fuera del tribunal, pero solo si Jackson accedía a realizar un convenio colectivo para los trabajadores de su granja y de esta manera permitirles pertenecer a un sindicato.
Unos meses después, Jackson envió otro correo electrónico al grupo de cabildeo. Esta vez estaba reenviando un mensaje que había recibido de su propio abogado. Su abogado comentaba sobre el borrador de una enmienda a una propuesta de ley que prohibiría realizar convenios colectivos mientras se resuelven disputas legales – los mismos términos que el abogado de los trabajadores agrícolas habían sugerido en la carta.
“Podría ser potencialmente útil para nosotros”, escribió el abogado de Jackson. “Si [los trabajadores agrícolas] insisten en incluir el reconocimiento del sindicato como parte del arreglo ... podría ser un problema para ellos si la revisión llega a convertirse en ley”.
Jackson y NC Farm Bureau trabajaron para garantizar que la enmienda se incluyera en la Ley Agraria de 2017, un proyecto de ley copatrocinado por Jackson. El año pasado, un tribunal federal emitió un juicio en el que declara que esta sección de la ley es inconstitucional. FLOC sigue luchando contra una parte de la ley que impide que las cuotas para el sindicato puedan salir directamente del pago a los trabajadores agrícolas, un derecho que todos los otros sectores privados en Carolina del Norte tienen.
De hecho, el día antes de que el gobernador firmara la ley, el caso contra Jackson llegó a un arreglo (el convenio colectivo no estaba entre los términos del arreglo). Pero estos correos – divulgados recientemente como parte de una porción de documentos incluidos en un juicio de FLOC en contra de la ley – revelan el acceso que Farm Bureau tiene con los políticos en Carolina del Norte y la influencia detrás de Reynolds American en las altas esferas del poder.
NC Farm Bureau ha surgido como una poderosa voz antisindical en el estado. El empleado de Farm Bureau Michael Sherman no podía haber puesto más clara la opinión del grupo: “Nuestros miembros han adoptado una política en la que nos oponemos a la creación de sindicatos para los trabajadores agrícolas”, dijo durante una declaración.
Otro empleado mencionó que el grupo tiene conversaciones “frecuentes” con Reynolds American. El año pasado, la compañía donó $25,000 a Keep Ag Growing [Mantener el crecimiento de la agricultura], una organización administrada por Farm Bureau que ha apoyado las campañas de candidatos republicanos en elecciones estatales.
Una de esas conversaciones entre Reynolds American y NC Farm Bureau fue sobre el acuerdo al que el sindicato quería llegar con el fabricante de cigarrillos y que conllevaba que los dueños de granjas con trabajadores bajo un sindicato iban a obtener un mayor precio por su tabaco. Después de eso, NC Farm Bureau elaboró un borrador para un proyecto de ley, aprobado en 2013, que hacía que estos acuerdos fueran ilegales. Flores, el antiguo organizador de FLOC le dijo a la Oficina que Reynolds American ha “mencionado públicamente la ley como una de las razones por las que no pueden negociar un acuerdo con nosotros”.
Sherman además detalló el considerable acceso a los políticos del estado que la organización ha tenido, lo que le permite redactar proyectos de ley y crear estrategias con un selecto grupo de legisladores republicanos, entre los que está Jackson y otro productor de tabaco convertido en político, David Lewis, para la aprobación de estos proyectos de ley. NC Farm Bureau no respondió a preguntas sobre sus actividades de cabildeo y relaciones con Reynolds American.
Jackson ha apoyado otros proyectos de ley que han afectado a los trabajadores agrícolas. Como presidente del Comité de Asignaciones Presupuestarias del Senado de Carolina del Norte, supervisó cortes drásticos al presupuesto para Legal Aid, que realiza asistencia legal en Carolina del Norte, cuyos abogados han sido decisivos para representar a los trabajadores agrícolas de las granjas, en casos como los que se han presentado en contra de Jackson. Los cortes obligaron al grupo a despedir hasta 30 de sus abogados.
Y el año pasado, fue el copatrocinador de un proyecto de ley que quería proteger a los empleadores de demandas de retaliación por parte de empleados – el tipo de reclamos que él mismo ha tenido que enfrentar. La enmienda fue muy criticada y luego moderó el lenguaje del proyecto de ley.
Todo esto ha sido una parte de lo que McMillan describe como una cultura antisindical en el estado.
“Existen desafíos legales. También hay barreras culturales en Carolina del Norte, dijo. “Existe una cultura de temor que persiste alrededor de los sindicatos y de los estereotipos y desinformación que pienso que a veces hace que sea difícil realizar la labor de trabajo organizativo”.
Desde su punto de vista, se ha vuelto más difícil realizar trabajo organizativo en Carolina del Norte desde que los republicanos asumieron el control de la asamblea general en 2010: “Definitivamente hemos visto más leyes y proyectos de leyes anti trabajadores”.
Foto. Cornell Watson / Mother Jones and TBIJ
Enfrentar el futuro
En los años recientes, Reynolds American ha reconocido la importancia de que los trabajadores agrícolas tengan la libertad de unirse a un sindicato. La compañía ha consagrado en su código para proveedores una conducta con un conjunto de estándares mínimos, como contar con un ambiente seguro y la libertad de asociación para los trabajadores.
“Al menos ahora admiten que tienen algún tipo de responsabilidad con los trabajadores en su cadena de suministros”, dice Flores. “Después de años de presión, han pasado de ‘no es nuestro problema’ a ‘a la final...sí es nuestro problema’”.
A pesar de esto, Reynolds ha apoyado a políticos y organizaciones que han ayudado a los dueños de granjas a enfrentarse a los sindicatos. “Hay actores abusivos que ganan mucho dinero ayudando a que las personas no puedan estar satisfechas”, dijo un legislador y aliado de Farm Bureau en apoyo a la Ley Agraria de 2017.
Esta campaña en contra de la sindicalización para los trabajadores agrícolas llega en un momento en el que más y más productores dependen del programa H-2A, particularmente desde que la administración Trump empezó a tomar medidas en contra de los trabajadores indocumentados (quienes, de acuerdo con algunos estimados, suman más de la mitad de los trabajadores agrícolas en la nación). A pesar de las opiniones en los círculos políticos, Lee Wicker, director de North Carolina Growers Association (NCGA) le dijo a la Oficina que el convenio colectivo realizado con FLOC ha sido un éxito para ellos en gran medida. Ya que ofrece a los trabajadores una forma de plantear sus problemas y a los dueños de las granjas la posibilidad de encontrar soluciones sin tener que recurrir a los tribunales, explicó.
“Creo que está funcionando”, dijo Wicker. “Desde luego, a veces surgen conflictos, pero, por ahora, nuestros productores han decidido que es la manera más conveniente para resolver los problemas”.
Wicker menciona otros problemas más urgentes que los dueños de granjas deben enfrentar, por ejemplo, la incapacidad de planear costos de mano de obra a futuro. Los dueños de las granjas no conocen el salario establecido para los trabajadores H-2A del año siguiente hasta noviembre, unos meses antes de que muchos empiecen a llegar.
Los productores se sienten además exprimidos por los fabricantes de cigarrillos, quienes clasifican el tabaco y establecen el precio después de que ha sido cultivado y cosechado. Las compañías tabacaleras pueden "inventar lo que quieran como excusa para no comprar tu cosecha, y si no tienes seguro no recibes nada", dijo a la Oficina el dueño de una granja de Carolina del Norte que suministra a una filial de Reynolds American.
Ahora, el tabaco se puede conseguir por fuera de los Estados Unidos a un menor precio de países como Zimbabue y Malaui, y los precios en los Estados Unidos no se han ajustado al incremento de los costos de mano de obra y producción. Un cultivo que durante mucho tiempo pagó las cuentas de los agricultores estadounidenses está ahora en constante descenso. En el 2020, la guerra comercial con China – uno de los mercados más importantes para el tabaco de Carolina del Norte – hundió la producción del estado a su nivel más bajo en cerca de 100 años.
Por ahora, al menos, la cosecha continúa. Algunos granjeros temen que este verano va a ser su última cosecha con el cultivo que una vez le dio forma a la vida en el estado. Muchos de ellos ya lo han dejado de cultivar. Pero como en los últimos siete años, Carlos ha vuelto de México, las temperaturas ya alcanzan máximos históricos.
“Es bien duro el trabajo aquí en el campo, bien fuerte. El calor lo sentimos muy duro,” dijo bajo la sombra ese domingo de junio mientras veía fotos de los dibujos de su hija. Pero a él y a sus compañeros de trabajo se les permiten más descansos cuando es necesario. “Me gusta donde estoy”, dice.
Roberto también volvió a Carolina del Norte y se reía al preguntarle si volvería a trabajar para Jackson: “Ya no creo que me lleve!”.
Mientras tanto, Jackson está haciendo campaña para su reelección en noviembre. Su campaña ya ha recaudado seiscientos mil dólares, más que casi cualquier otro candidato en el estado. Mucho de este apoyo viene de grupos industriales y grandes negocios. No tiene oponentes.
“Si no muero o voy a prisión y puedo ir a votar por mi propia cuenta, debería estar bien”, decía a manera de broma en el podcast.
El año pasado, en una carta vista por la Oficina, Reynolds American les comunicó a los grupos que hacían campaña por los derechos de los trabajadores que “BAT y RJ Reynolds están de acuerdo con ustedes: los empleadores no deben tomar represalias en contra de los trabajadores por ejercer sus propios derechos”.
En abril de este año, la compañía le ofreció a Jackson otro cheque.
*Los nombres se cambian para proteger la identidad.
Los informes de la Oficina de Periodismo Investigativo[2] (TBIJ[3] [4] [5] in inglese) sobre el tabaco son parte de nuestro proyecto de Salud Global que cuenta con varios patrocinadores. Nuestro proyecto Big Tobacco está financiado por Vital Strategies. Ninguno de nuestros patrocinadores tiene influencia sobre las decisiones editoriales o la producción de TBIJ.
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