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Es el año 2003 y Alfredo Talavera ve, estudia e imita. No entiende cómo Oswaldo Sánchez, titular consagrado con las Chivas, se deshace al entrenar, se prepara como bestia, no da pelota por perdida... y es un entrenamiento.
Talavera, el nacido en La Barca, Jalisco, sonríe y trata de imitarlo, se lanza por todo, no lo iguala —por ahora—, pero sabe que su momento llegará. Y su momento llegó.
Alfredo Talavera tiene la cualidad de la mayoría de los porteros suplentes: la paciencia.
Alfredo Talavera parece portero, se mueve como portero y es un portero completo; tuvo la oportunidad de demostrarlo con los Diablos Rojos cuando fue clave para el campeonato del Bicentenario 2010.
Y la Selección llegó y también tuvo que volver la paciencia. Talavera ha tenido la mala suerte de vivir en la era de Guillermo Ochoa, la mala fortuna de estar detrás de uno de los porteros considerados históricos en el futbol mexicano.
Aguantó la banca en Brasil 2014 y después en Rusia 2018. Hoy, en Qatar 2022, parece que deberá aguantarla de igual forma.
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