Más Información
Sheinbaum se reúne con Lemus; “trabajar al estilo jalisco es en coordinación con la federación”, expresa gobernador
Marko Cortés difunde infografía a favor de denominar terroristas a cárteles; el “primer paso es reconocerlo”, dice
Activistas rechazan colocación de cámaras trampa para fauna en Tren Maya; piden retirar mallas metálicas que obstruyen su paso
Revés al INE, juez niega retirar suspensión definitiva a reforma judicial; da 48 horas para acatar sentencia
Texto: Susana Colin Moya
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
Poco nos queda del paisaje lacustre que caracterizó a la Cuenca de México por siglos, quizá crónicas que dan cuenta de su íntima relación con el agua , pinturas y litografías que nos permiten imaginar su belleza y la traza de importantes avenidas que antaño eran el cauce de ríos y canales .
Sorpresivamente, existen testigos que han logrado sobrevivir al avance de la urbanización y que, si supiéramos escucharlos, nos contarían la historia de un ecosistema completamente distinto al actual. Ellos son los ahuehuetes.
Este árbol es conocido como ciprés mexicano, sabino o ahuehuete. Archivo de EL UNIVERSAL.
Su nombre lo dice todo: ahuehuete proviene del náhuatl: a (atl) agua y huehue viejo: viejo del agua . La especialista en arqueobotánica, Aurora Montúfar, señala que este árbol es la única conífera acuática del mundo y crece desde el sur de Estados Unidos hasta Guatemala, es decir, abarca todo el territorio mexicano.
El ahuehuete se caracteriza por su longevidad , por sus grandes dimensiones y porque se desarrolla cerca de cuerpos de agua , generalmente al lado de los ríos. Según el director de comunicación de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), Carlos Galindo, este ecosistema se llama “bosques de galería” o “bosques de ribera” . Comparten espacio con árboles como fresnos y álamos.
Más allá de su monumentalidad y su excepcionalidad biológica, el ahuehuete tiene un valor ritual muy importante. Aurora Montúfar, bióloga por el Instituto Politécnico Nacional y doctora en Ciencias por la UNAM, refiere que en crónicas novohispanas se narra que esta conífera se concebía como un árbol de protección. “En el pensamiento prehispánico el ahuehuete era una metáfora de lo que debía ser un tlatoani (gobernador) para su pueblo”, comparte.
El ahuehuete está íntimamente relacionado con rituales de petición de lluvia . Montúfar cuenta que durante el trabajo de excavación de la ofrenda 102 del Templo Mayor , en el año 2000, encontraron un par de figurillas antropomorfas revestidas de papel amate con alma (estructura interna) de ramas de ahuehuete . Como esta ofrenda estaba dedicada al dios de la lluvia, Tláloc, se concluyó que estos personajes de barro representaban a los tlaloques, seres místicos que en la cosmovisión nahua eran los que provocaban la lluvia.
A pesar de la conquista militar y espiritual que implicó la llegada de los españoles, los rituales de petición de lluvias continúan en la actualidad. En comunidades rurales nahuas como Temalacatzingo, Guerrero , se realiza una ceremonia donde los niños bailan con una corona de ramas de ahuehuete, nos cuenta Aurora Montúfar.
En la cosmovisión mesoamericana el equilibrio entre los dioses y los humanos es muy importante, una de las formas de establecerlo eran rituales que involucraba a los ahuehuetes. Foto: Archivo de EL UNIVERSAL.
Remanso de este pensamiento quedan algunas leyendas, como aquella que afirma que el gobernante texcocano Nezahualcóyotl sembró ahuehuetes en algunos lugares de la urbe, como Azcapotzalco , Chapultepec y el parque “El contador” , ubicado en San Salvardor Atenco, Estado de México.
En Azcapotzalco existe una gran cantidad de ahuehuetes. Los más antiguos se ubican en los pueblos originarios. Sobresale San Juan Tlihuaca. Foto de 1982, archivo de EL UNIVERSAL.
Se dice que cientos de ahuehuetes, como el que observa el niño, fueron sembrados por órdenes del gobernante Nezahualcóyotl, en lo que hoy es el parque "El Contador", en el Estado de México. 29 diciembre 1986. Archivo Fotográfico de El Universal.
Si bien no hay forma de comprobar la veracidad de esta narración , sí es posible calcular la edad de estos árboles. La ciencia que se ocupa de este análisis y fechamiento se llama dendrocronología , y se realiza a través de los anillos de crecimiento de cada tronco de árbol.
Si cortáramos de forma transversal el tronco de los ahuehuetes y de algunas otras especies de árboles, veríamos anillos que indican los años que han vivido. Y no sólo eso, a través de estas formaciones se puede saber el número de heladas , sequías e incendios que el árbol sobrevivió: en sí mismos son una ventana al pasado.
Muestra de anillos de crecimiento en el tronco de un árbol que pertenece al Centro Nacional de Investigación Disciplinaria en Relación Agua, Suelo, Planta y Atmósfera (CENID- RASPA) del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias (INIFAP). Foto: Archivo de EL UNIVERSAL.
Nuestro árbol nacional
Al valor biológico y ritual del ahuehuete, se suma el valor que este árbol tiene en la historia de México a partir de, quizá, su ejemplar más famoso: el Árbol de la Noche Triste . Según algunos historiadores, este ahuehuete fue testigo del llanto de Hernán Cortés cuando logró huir, junto con su ejército, de Tenochtitlan.
Son tres los ahuehuetes que se “pelean” el título de ser el Árbol de la Noche Triste: uno en Popotla, otro en Marina Nacional esquina con Golfo de Bengala y uno más en Naucalpan. Foto de los años 70, archivo de EL UNIVERSAL.
La narrativa posrevolucionaria , en búsqueda de referentes culturales para la creación de una identidad nacional , retomó al ahuehuete. Como parte de las fiestas del centenario de la consumación de la independencia de México , celebradas durante 1921, se decidió nombrar al viejo del agua como árbol nacional.
El Comité de Festejos del Centenario buscaba un símbolo que asociara la idea de naturaleza con la de patria y lo encontró en el ahuehuete, se afirma en una nota publicada el 12 de julio de 1921 en EL UNIVERSAL.
Fragmento de una nota publicada en este diario el 12 de julio de 1921.
A partir de este nombramiento, se emprendió la labor de sembrar a los hijos del Árbol de la Noche Triste en sitios históricos y “a la memoria de los principales héroes de nuestra Independencia”, como en Dolores Hidalgo, Guanajuato. De hecho, en 2010, para la celebración del Bicentenario, el grupo de ciudadanos Amigos de los Pueblos Antiguos de Azcapotzalco plantaron un par de hijos de éste último (es decir, nietos del de la Noche Triste) en el Parque Tezozomoc , hoy alcaldía Azcapotzalco y en el Bosque de Chapultepec , según la defensora del patrimonio cultural Guadalupe Robles.
Documento que certifica el origen de los ahuehuetes obtenidos en 2010 para plantar en dos lugares de la Ciudad de México. Cortesía: Guadalupe Robles.
Guadalupe Robles durante la siembra del hijo del ahuehuete de Dolores Hidalgo, en el Bosque de Chapultepec.
Durante los años 20 del siglo pasado se realizaron plantaciones y reforestaciones de este icónico árbol en diversos puntos de la ciudad, como Xochimilco , el Desierto de los Leones y en Texcoco .
Parte de la programación de las Fiestas del Centenario, jueves 29 de septiembre de 1921. La consagración del árbol nacional sucedió en Xochimilco. Archivo de EL UNIVERSAL.
“Hubo ayer una significativa ceremonia: se plantaron los primeros ahuehuetes en el camino de Texcoco y en otros pueblos cercanos”, se reportó el 7 de julio de 1922 en EL UNIVERSAL. A esta reforestación asistió la maestra y poetiza Gabriela Mistral.
“Cuando hay elementos de la naturaleza que se patrimonializan , existe el riesgo de mirarlos como individuos y no como especie ”, critica el doctor en Agroecología, Sociología y Desarrollo Rural Sostenible, Eduardo Quintanar. El especialista señala la importancia de concebir a este árbol como parte de un paisaje y un ecosistema y no sólo como un árbol aislado. “Se debe procurar que haya otros ahuehuetes, y eso implica preocuparse por su entorno”, comenta.
Esta aseveración se sitúa 500 años después de la llegada de los españoles a la Cuenca de México. La lucha contra el agua que ellos emprendieron casi ha terminado, poco queda de los lagos y ríos que caracterizaban el paisaje y mantenían vivos a los ahuehuetes.
Los viejos del agua resintieron esta pérdida. Vayamos a Chapultepec , reconocido en el pasado como lugar de viejos ahuehuetes.
“Los ahuehuetes centenarios de Chapultepec, cobijaron con su sombra los deleitosos paseos de nuestros abuelos”, se escribió en las páginas de 1921. Foto: colección Villasana-Torres.
Al pie del cerro de Chapultepec, frente al monumento al Escuadrón 201 y muy cerca del Audiorama , el tronco de “El Sargento” es lo único que queda de este ahuehuete muerto en 1969 por la contaminación y la falta de agua, según una placa de metal colocada a un costado.
El tronco de "El Sargento", primera sección del Bosque de Chapultepec.
“Chapultepec fue un lugar sagrado , lleno de manantiales ”, afirma en entrevista Carlos Hernández, trabajador del Bosque de Chapultepec desde hace 34 años. Es lógico pensar que si se acaba el agua del subsuelo, perecerán también las especies vegetales y animales que la necesitan para vivir. Pero no todo está perdido.
“Algo sienten con el ahuehuete, que vienen a traerles ofrendas”, dice Carlos Hernández al referirse a grupos de personas de tradición prehispánica que periódicamente visitan algunos de estos ejemplares. A unos metros de “El sargento”, un viejo del agu a sobrevive. Frente a él la tierra se mira removida y húmeda, además hay pétalos de rosa rodeados con piedras de río, restos de alguna ceremonia o ritual.
Ofrenda al pie de un ahuehuete en Chapultepec.
Los ahuehuetes resisten a la ausencia del agua en la ciudad, pero no lo hacen solos; existen también ciudadanos defensores de estos árboles. Guadalupe Robles es una de esas personas. Durante años ella ha mapeado y registrado los ahuehuetes de Azcapotzalco , donde, afirma, existen alrededor de 230 ejemplares. “Es como si me llamaran… me los encuentro a donde quiera que voy”, cuenta emocionada.
Algunos viejos del agua sobreviven en los alrededores del lago de Chapultepec.
Guadalupe ha pedido a la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT) y a la Secretaría de Medio Ambiente de la CDMX dictámenes técnicos de ahuehuetes enfermos. Una vez realizados, ella ha canalizado estos estudios a diversas administraciones de la alcaldía Azcapotzalco para que les den mantenimiento y protejan a estos árboles, sin embargo, no ha obtenido respuestas convincentes. “A la autoridad no le importan los ahuehuetes”, dice un poco decepcionada, acaso triste.
Robles señala la importancia de tener un conteo de estos árboles , además de un registro de su estado de salud. Ella lleva el suyo, sin embargo, es una acción que, afirma, debe ser realizada por instancias como la Secretaría del Medio Ambiente de la ciudad.
Ahuehuete ubicado en la Alameda Central en homenaje a Miguel Ángel de Quevedo. Foto: Aida Castro.
El espacio que llamamos Ciudad de México puede leerse a través de capas temporales : ruinas prehispánicas, edificios coloniales, callejones del siglo XIX, iglesias barrocas, multifamiliares de mitad del siglo XX.
En medio de todas esas construcciones aún podemos encontrar restos del paisaje lacustre de hace 5 siglos: los viejos ahuehuetes que permanecen en la ciudad señalan lugares donde hubo agua. Majestuosos, entrañables y valiosos, forman parte de nuestra historia y cultura. Hoy luchan por sobrevivir en un ecosistema que no es más el de ellos.
"Los peluqueros de barrio en ahuehuetes frondosos, dedicándose al corte de pelo de sus clientes modestos, diez centavos por rapada" se leía en El Universal Ilustrado, 1929.
Nuestra foto principal retrata a "El Sargento" en 1904, pertenece al álbum "México y Chapultepec". Las comparativas son del mismo árbol pero en la década de los años 70 y en el 2019.
** Como parte del Día del Árbol, estimado lector o lectora, le recomendamos visitar la plataforma Vecinos Verdes (https://www.biodiversidad.gob.mx/Difusion/cienciaCiudadana/vecinosVerdes.html), un proyecto de la CONABIO para difundir las especies de árboles más comunes en las ciudades mexicanas **
Fuentes:
Hemeroteca y Archivo Fotográfico de EL UNIVERSAL
Entrevistas a Guadalupe Robles, Auróra Montúfar, Carlos Hernández, Carlos Galindo, Eduardo Quintanar.