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Texto: Gabriel Sánchez Pozos
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica
¿Qué hacer cuando uno de tus cinco sentidos se ha ido? Al perder un pie o una mano, las prótesis son tu mejor opción; si tu capacidad auditiva ya no es la de antes, te puedes colocar un amplificador auditivo detrás de la oreja; sin embargo, ¿qué hacer cuando tu vista ya no está más?, para ello sólo un amigo, tu mejor amigo, puede ayudarte.
No sólo funge como psicólogo, distractor o mascota, no. Un perro puede llegar a ser la única oportunidad para un ciego de reingresar a la vida diaria. Ahora es común apreciar a esta pareja de compañeros caminar por la calles de la ciudad: el animal lleva consigo un arnés del que va sujeto su dueño. Ambos caminan y paran al mismo tiempo.
La imagen ya no es ajena a nosotros, pero, ¿desde cuándo los perros se convirtieron en guías de las personas invidentes? Ya decían los mexicas que este animal es primordial en el camino al más allá, aunque en nuestro mundo, todo comenzó desde hace más de 100 años, específicamente con los estragos que dejó la Primera Guerra Mundial.
Aunque existen indicios de que el austriaco Johann Wilhelm Klein, mejor conocido como el padre de la ceguera por sus aportes en este campo, comenzó a hacer experimentos en 1819 con un perro al poner en su collar un palo con una barra transversal que servía como arnés, la idea no tuvo impacto hasta un siglo más tarde.
En 1916 Heinrich Stalling, quien fuese presidente de la Asociación Alemana de Perros Sanitarios, fundó la primera escuela de perros guía en el mundo en la ciudad de Oldemburgo, para ayudar a soldados que quedaron ciegos en la guerra. Un año después, había más de 100 caninos amaestrados para la labor y en 1919, la cifra ya alcanzaba los 500; pero los métodos eran cuestionados pues se enseñaba a golpes a los animales y estos, frecuentemente fallaban en sus tareas. Aun así, una segunda escuela fue abierta en Postdam para 1923 y su relevancia fue mayor.
Para la década de los años 20, la ayuda de los perros guía comenzaba a propagarse en todo el mundo. Plana de EL UNIVERSAL.
La idea viajó al continente americano cuando Dorothy Harrison Eustis, que tenía un criadero de perros pastor alemán en Suiza, visitó la escuela de Postdam y narró su experiencia a un periódico estadounidense. Gracias a ello, Eustis recibió la carta del estadounidense Morris Frank, un chico ciego que viajó hasta Europa para llevarse consigo una perrita pastor alemán con la que empezó un proyecto para enseñar a más canes y ayudar a más gente.
En México, la idea tardó dos años más en concretarse. En 1931, el licenciado Ramón Beteta, quien fuera el Jefe de Departamento de Acción Educativa y Social de la Beneficencia Pública viajó a Estados Unidos como representante mexicano del Congreso Mundial de Trabajo en favor de los Ciegos.
EL UNIVERSAL obtuvo en ese entonces una entrevista con el funcionario y comentaba su asombro ante “una sincronización admirable entre el ciego y el perro” que pudo observar en su paso por tierras norteamericanas.
Para 1948, después de la Segunda Guerra Mundial, Alemania volvía a ser pionera en la ayuda a personas que perdieron la vista. De nueva cuenta fue la Cruz Roja Bávara la que puso la pauta a través de una escuela sostenida con donaciones particulares para enseñar a sólo 100 perros y de los cuales terminaban adiestrados 80.
Las solicitudes en ese entonces por obtener un canino ascendían a 3 mil. En ese tiempo, el entrenamiento duraba ocho meses en los que los animales eran enseñados a esquivar todo obstáculo con el que pudieran encontrarse.
De regreso en tierras mexicanas, un año después Genoveva Sinykie miembro del “Master Eye Foundation” de los Estados Unidos, visitó la capital mexicana para hablar de su experiencia en la cría de perros-guías para ciegos, y expuso que en su país ya había donado más de 300 mil caninos; sin embargo, la Asociación Canina Mexicana refirió que los perros en México sólo eran capacitados con fines de defensa y seguridad, por ello consideraban útil la aplicación de estos animales en la ayuda a ciegos.
Los años 50 fueron esenciales para que los perros lazarillos hicieran su incursión a México. Aunque las escuelas caninas estaban lejos de existir, el Instituto Leader-Dog League de Rochester en Michigan comenzó a regalar perros entrenados a mexicanos que calificaran como “honorables”, así que sólo algunas personas podían contar con esta ayuda. Asimismo, con ello comenzaron problemáticas sociales para los dueños de estos animales.
En 1987 aún no se aprobaba la ley para que estos serviciales compañeros viajaran libremente en el transporte público, como lo hacía este peculiar usuario en el Metro. Archivo/ EL UNIVERSAL.
El 5 de enero de 1951, EL UNIVERSAL publicaba una carta de Lilia González Holguin, una mujer ciega que demandaba al gobierno de México mejores condiciones para ella y su perro pues ningún camión del transporte público la aceptaba con su compañero, incluso cuando el animal no molestaba a nadie. “El perro-guía es un medio efectivo de rehabilitación usado en los países más civilizados y la Metrópoli mexicana no ha estado a la altura” reclamaba Lilia.
A finales de esta década, específicamente en 1957, el perro ya era considerado como una parte vanguardista de la civilización porque el humano había depositado toda su confianza al hacerlo guía y sostén moral, esto refiriéndose a las personas ciegas. Incluso se mencionaba que los animales eran capaces de esta labor gracias a que sus ojos podían distinguir la luz verde de la roja al pasar un semáforo.
Al final de la década de los años 50 se consideraba vanguardista tener como mascota a un perro por su gran inteligencia. Hemeroteca de EL UNIVERSAL.
Hoy los datos son diferentes. La veterinaria Azucena Campos Manzanares, graduada por la Universidad Autónoma Metropolitana, mencionó en entrevista telefónica que los perros perciben gamas de colores diferentes a las del humano y no son capaces de ver los colores cálidos; es imposible que perciban el rojo.
La visión de los perros no les permite distinguir el color rojo de los semáforos. Archivo/ EL UNIVERSAL.
Casi 10 años más tarde, en 1968, la Ciudad de México preparaba los primeros Juegos Olímpicos que América Latina recibía. Era el evento deportivo más importante que el país tenía en toda su historia. Por ello, la imagen de progreso tenía que ser vista en cada detalle. Esto significaba que había 140 mil seres no bienvenidos en las calles mexicanas que serían sacrificados por el antirrábico al darles de comer carne envenenada. Ese fue el plan del Gobierno mexicano que fue dado a conocer en un boletín.
Amor Pérez de Gómez de EL UNIVERSAL demandaba que una ciudad con entonces apenas 6 millones de habitantes no debía envenenar sus calles pues podía morir un niño hambriento o un perro guía. El autor refería que en ese año, solamente 30 personas contaban con un compañero lazarillo donado por Estados Unidos y cuyo valor aproximado eran 10 mil pesos de fines de la década de los 60. Asimismo, mencionaba que sólo los “invidentes mexicanos más cultos, bilingües y preparados, que se ganan la vida como representantes de productos farmacéuticos, visitadores médicos o vendedores de artículos diversos” tenían a un ejemplar.
La ayuda del perro lazarillo en esta imagen de 1992 era cotidiana en la Ciudad de México. Archivo/ EL UNIVERSAL.
A finales de la década de los 70, para ser específicos en 1978, el Guiding Institute, ubicado en Los Angeles, California mandaba a México de forma anual a 10 perras lazarillas sin lucro de por medio. Sí, sólo hembras eran aceptadas en este instituto y la información la dio a conocer en ese entonces Manuel Cervantes, quien fungiera como el presidente del Club Canófilo Mexicano de Pastor Alemán.
La veterinaria Azucena comenta que antes el adiestramiento era sólo para hembras, lo cual se debía a la falta de cultura de la esterilización, pues un macho, no castrado, podía perder el control y distraerse de su labor al ver a una hembra. Hoy, todo ha cambiado y podemos ver tanto hembras como machos realizando esta tarea.
Cada año este club mandaba a 50 caninas seleccionadas previamente para ser entrenadas en Los Angeles y sólo entre 6 y 10 animales aprobaban los exámenes a los que eran sometidos. Pero también los posibles dueños eran estudiados para saber si eran aptos o no para recibir a las perras. Si lo eran, volaban hasta la ciudad estadounidense en espera de estar dos meses en un proceso de adaptación con las hembras.
Hagamos otro salto en el tiempo y detengámonos en 1988, año en que Silvia Lozada Badillo, quien perdió la vista a los tres años, fundó Escuela para Entrenamiento de Perros Guía para Ciegos, la primera en México y América Latina.
En esta escuela, el proceso de selección tanto de caninos como de humanos nunca ha sido sencillo, como se podría creer. Hasta 2016, esta institución había entregado 112 animales, según la página VERNE EN EL PAÍS. El entrenamiento empieza al mes de nacidos y termina al año y medio. Sólo se capacitan a perros labrador o golden retriever por “su temperamento adecuado”.
Silvia Lozada, fundadora de la Escuela para Entrenamiento de Perros Guía para Ciegos, con su lazarillo en esta imagen de noviembre de 2002. Archivo/EL UNIVERSAL.
Como se refiere en su página de internet, se puede solicitar un animal a la Escuela para Entrenamiento de Perros Guía para Ciegos, si se cumplen una serie de requisitos: tener entre 18 y 55 años, haber tomado un curso de orientación y movilidad, tener la disponibilidad de permanecer 28 días en las instalaciones de la institución para su capacitación, así como tener los ingresos monetarios mínimos para cubrir las necesidades básicas del canino, son algunos de los más importantes.
Sobre este último, se hace un examen socioeconómico al candidato ya que desde la crianza hasta la jubilación hay un gasto promedio de 500 mil pesos; por supuesto, el perro guía no se vende y el solicitante deberá cubrir 25 mil pesos de recuperación que se reparten en cuatro diferentes rubros.
Según el informe de 2017 del Atlas de la Agencia Internacional para la Prevención de la Ceguera en México (IAPB, por sus siglas en inglés) existen alrededor de dos millones de personas con deficiencias visuales, de los cuales más de 400 mil padecen ceguera. Además, con información del sitio del Congreso de la Unión de los Estados Unidos Mexicanos, se estimaba en 2017 la existencia de sólo 400 perros guía.
La buena noticia es que en marzo de 2018 la Cámara de diputados aprobó el dictamen de la Ley de los Derechos de las Personas Usuarias de Perros Guías y Animales de Servicio en la cual se estipula que los lazarillos pueden ingresar a casi cualquier lugar o servicio público. Las únicas restricciones son: zonas de manipulación de alimentos, quirófanos, cuidados intensivos, piscinas, zonas de restauración y algún otro lugar con medidas higiénicas especiales.
Entrar a un lugar público en el 2004 no era permitido oficialmente, lo cual llegaba a levantar protestas entre las personas que necesitaban de perros guía. Aquí una mujer va de compras a una tienda de autoservicio con su lazarillo. Archivo/EL UNIVERSAL.
Nuestra foto principal es de 1984 en la estación del Metro Observatorio, donde se observan a dos personas invidentes auxiliadas por canes.
Fuentes:
Entrevistas
https://bit.ly/32Fbsqb
https://bit.ly/2YeJHph
https://bit.ly/2Ye9CgB
https://bit.ly/2YclKib
https://bit.ly/2YclKib
https://bit.ly/30CcSAa