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Jilotzingo, Méx.— En la primera línea para apagar el fuego que desde hace nueve días arrasa con la zona boscosa de Jilotzingo hay cientos de voluntarios, estudiantes, trabajadores, vecinos no sólo de Mazatla, sino de todos los barrios y municipios vecinos.
Con palas, azadones y rastrillos remueven la tierra para crear brechas cortafuegos al pie del bosque donde se han perdido cientos de hectáreas.
El polvo que cubre el rostro y el cuerpo de Susana, de 27 años, estudiante de ingeniería en sistemas que vive en Tlalnepantla, dan cuenta del trabajo que ha realizado por cuatro días subiendo y bajando víveres en una camioneta todoterreno que se acerca a los combatientes que laboran a 3 mil metros de altura. Ella dedica su semana de vacaciones para ayudar.
Vecinos de Naucalpan, Tlalnepantla y especialmente de Zona Esmeralda, en Atizapán de Zaragoza, llegan con tortas, galletas energéticas, cubrebocas, goggles, guantes industriales, palas y machetes.
Otros acuden con motosierras, agua potable en garrafas que los brigadistas suben para humedecer el bosque y evitar la propagación del fuego.
En un recorrido por la zona, EL UNIVERSAL constató que incluso hacen uso de vehículos todoterreno que son capaces de cruzar troncos, como el RZR de Alejandro Castañón, a quien conocen como Cotton, para llevar víveres hasta la zona del siniestro.
“Llevo 10 años dedicándome a esto, es un hobbie muy bonito, pero ahora toca ayudar. Son los vehículos que están solicitando para llegar a la línea de fuego”, detalla.
En Zona Esmeralda, cientos de familias organizaron un centro de acopio desde donde camionetas con víveres los transportan especialmente a Los Arcos de Jilotzingo; ahí son distribuidos a los diferentes frentes en los que se combate el incendio.
Nueve días de lucha
Nueve días de fuego han devastado más de 600 hectáreas de bosque en este municipio mexiquense donde prevalece la hipótesis de que estos incendios son provocados, dijo la alcaldesa Ana Teresa Casas González, quien lamentó la pérdida de cubierta forestal de uno de los últimos pulmones del Valle de México.
Esto es “una catástrofe ecológica” en el Bosque de Agua, que alimenta al Valle de México, afirmó Rubén Mayen, director municipal de Ecología, quien apuntó que la velocidad del viento, la sequía y la tala clandestina que aqueja a Jilotzingo son las causas de estos incendios que, aseguró, son provocados.
Los brigadistas han encontrado botellas con aceite y círculos de fuego junto al pie de los árboles, incluso algunos han entrado en pánico al afirmar que mientras ellos están en un punto haciendo brechas, alguien prende fuego a sus espaldas para dejarlos atrapados.
El fuego inició el martes 19 de marzo y nueve días después hay cinco focos activos en distintos puntos del bosque, especialmente en Mazatla, apuntó la alcaldesa Casas González.
La llegada de helicópteros de la Secretaría de la Defensa Nacional la tarde del lunes y su operación durante el martes con descargas de agua con enormes baldes ayudó al control del siniestro.
Sin embargo, este miércoles no se vieron aeronaves apoyando y son necesarias, afirmó la presidenta municipal, quien reiteró la solicitud de apoyo aéreo urgente.
En el combate del fuego hay 300 brigadistas voluntarios y 250 de Probosque, Ejército Mexicano, Marina y Protección Civil, Indicó Ana Teresa, quien directamente ha estado abriendo zanjas cortafuego.
El humo y polvo se expanden
“¡Huele mucho a humo!”, fue la frase con la que amanecieron y han permanecido por días decenas de miles de habitantes del norponiente del Valle de México, por los incendios forestales que han asolado la región boscosa.
Las cenizas fueron visibles como tolvaneras por todo el lugar.
“¡El olor a humo es terrible!” , externaron habitantes de Zona Esmeralda, especialmente del Condado de Sayavedra, La Estadia y Chiluca, entre otros fraccionamientos y colonias de Atizapán de Zaragoza.
El humo también se mantuvo en la región de Naucalpan, Tlalnepantla e incluso en alcaldías de la Ciudad de México como Azcapotzalco y Miguel Hidalgo.
El olor a quemado entró por puertas y ventanas, incluso la ropa tendida quedaba impregnada a la humo. “A mi hija le sangra la nariz, a todos nos lloran los ojos y tenemos la nariz reseca”, contó María Fernanda, de Zona Esmeralda.