Aunque el auge de las en la capital se dio a partir de la inauguración de la Plaza México (5 de febrero de 1946), este tipo de festejos se da en el país desde la llegada de los españoles.

La primera corrida de la que hay registro data del 24 de junio de 1526, aunque quedaron oficializadas y permitidas a partir del 11 de agosto de 1529. De hecho, se decretó que la fiesta de San Hipólito (una de las más importantes de la época) siempre culminara con una.

En aquella época los festejos ponían a un burel frente a un rejoneador. Los matadores a pie todavía no existían. El Zócalo fue el primer sitio en el que se llevaron a cabo expresiones de , las cuales fueron arraigadas en la Nueva España por los conquistadores.

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Fue hasta el siglo XVIII cuando las corridas cambiaron a una versión más parecida a lo que ha quedado prohibido en la capital del país, con un torero frente al burel. Sin embargo, la fiesta brava no siempre fue aceptada por la sociedad e incluso por algunos presidentes.

Benito Juárez y Venustiano Carranza prohibieron estos festejos por la crueldad que implican. No obstante, sus sucesores los reactivaron.

Este vaivén de permisos y prohibiciones culminó con la inauguración de la Plaza de Toros México, la más grande el mundo, con capacidad para 45 mil personas.

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El primer cartel del Coso de Insurgentes fue integrado por Luis Castro El Soldado, Manuel Rodríguez Manolete y Luis Procuna El Berrendito de San Juan.

Silverio Pérez, Eloy Cavazos, Enrique Ponce, Julián López El Juli, Eulalio López Zotoluco, José Tomás y el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza son algunas de las figuras más importantes que han toreado en la Ciudad de México.

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