Conocido como Huizachtepetl o cerro de los huizaches, el Cerro de la Estrella, en la alcaldía Iztapalapa, es un emblema del oriente de la Ciudad de México con gran valor cultural y ambiental que, a pesar de ser considerada área natural protegida y parque nacional, se enfrenta a la urbanización desmedida y afectación de su vegetación.
Ante esta problemática, que ha llevado a la pérdida de más de 90% de su territorio original, autoridades de la alcaldía impulsan una intervención para que el cerro “tenga la vida y el aporte ambiental y cultural que merece esta zona”, a través de una reforestación con 16 mil árboles endémicos, la cual arrancará el próximo 10 de julio.
“Si algo queremos y apreciamos nosotros es a nuestro Cerro de la Estrella, por milenario, por nuestra reserva natural; está determinado como área natural protegida y como parque nacional, entonces las competencias son tanto del gobierno federal, del gobierno de la ciudad y de la alcaldía”, dice Aleida Alavez, edil de Iztapalapa.
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La alcaldesa cuenta a EL UNIVERSAL que está por formalizarse un acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema) capitalina para el cuidado de este lugar. No obstante, a finales del año pasado las autoridades de la demarcación pusieron en marcha esta intervención que inició con la limpieza del espacio.
Como parte de estos trabajos, se hizo una revisión del arbolado de todo el cerro —incluido el camino al basamento piramidal que está dentro del Museo del Fuego Nuevo y el predio Loma Encantada—, que corresponde a un total de 24 hectáreas, tras la cual se determinó el retiro de mil 23 ejemplares muertos, que podían ser un riesgo para los usuarios que suelen ir a ejercitarse o pasear.
Tarea minuciosa
Durante una visita al Cerro de la Estrella, un grupo de biólogos, asesores de reforestación y expertos, quienes han estado realizando las labores de limpieza del lugar durante los últimos meses y las acciones previas a la reforestación en puerta, explican a esta casa editorial los hallazgos, retos y pormenores de la tarea emprendida por los tres órdenes de gobierno.
No se trata sólo de quitar árboles por quitar, sino que se hacen estudios previos para determinar si un árbol debe ser retirado, en especial los ejemplares muertos que pueden ser un riesgo para los transeúntes, ya que podrían caerse.
Algunos árboles —aunque en un primer momento parezcan poco atractivos a la vista— no se deben retirar, al contrario, se dejan en pie y se marcan con un círculo azul, ya que son conocidos como “árboles percha”, es decir, son utilizados por aves —generalmente rapaces— para pararse o hacer nidos, por lo que aún son útiles para la fauna, detalla la bióloga Laura Mendoza, jefa de Unidad Departamental de Gestión de Áreas Naturales Protegidas de Sedema.
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“Entre más altos sean, más agradable es para ellos, porque tienen mayor visibilidad, sobre todo para las aves que buscan cazar. En este caso se dejó ese [señala un árbol] porque no implica un riesgo para los visitantes, no está a pie camino y está muy firme”, explica mientras señala un cedro blanco que se caracteriza por ser de buena madera y resistencia.
En medio de la vegetación que actualmente luce verde y muy brillante, en buena medida gracias a la época de lluvias en curso, se aprecian montoncitos de madera que dan cuenta de los cientos de árboles que han sido retirados; en el camino también hay tinacos que se usan para la captación y riego de toda la zona.
Aquí todo se usa. La madera de los árboles que han sido retirados no se irá a la basura, sino que será reutilizada para otras obras dentro del mismo Parque Nacional, por ejemplo, para la construcción de “morillos”, que son una especie de retenedores que se colocan en la tierra y ayudan a evitar la erosión del suelo.
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“Tienen ciertas dimensiones, diámetros y el acomodo que se da es para que el suelo no se siga deslavando y provoque erosión”, señala.
Tampoco “es que se derribe y ahí se quede, los compañeros están capacitados para hacer el acomodo y después trasladar el material [la madera] a los otros lugares donde se harán las obras, la normatividad tiene todo establecido”, indica Laura Mendoza.
En el Cerro de la Estrella hay toda clase de árboles endémicos de México, desde huizaches —árbol que ha caracterizado a ese cerro por años, al ser un ejemplar con espinas que los habitantes solían usar para crear las tradicionales coronas de la Pasión de Cristo—, guajes, mezquites o palo dulce, una especie de arbusto con flores blancas con centro amarillo que emanan un olor llamativo que atrae a algunos polinizadores, como las abejas.
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Los árboles más adecuados para esta zona tienen la característica de que “resisten la sequía y son de ecosistema semiárido, estas especies son ideales”, abunda la bióloga, al resaltar que son precisamente este tipo de árboles los que se usarán para la reforestación, además se traerán especies polinizadoras.
Advierte que es importante tomar en cuenta para las reforestaciones traer especies de árboles que sean adecuadas para la zona, que resistan y no generen un daño al ecosistema: “No traer por ejemplo grevileas, que es una especie australiana, no es de México, pirules o eucaliptos que ahorita tenemos un fuerte problema con ellos”.
Llaman al cuidado
En esta temporada de lluvias, en la que el agua permite que la vegetación crezca de forma natural, todos los días decenas de capitalinos se dan cita en los alrededores del cerro.
Sin embargo, el espacio también se enfrenta al descuido y falta de cultura cívica de unos cuantos.
“La gente trae a sus mascotas —que no debería—, recoge las heces en bolsas, pero ahí las dejan, entonces lo más que encontramos en las limpiezas son bolsas con heces; ya tienen la conciencia de levantarla, pero no se la llevan”, advierte Adriana Bustamante, directora ejecutiva de Desarrollo Sustentable de la alcaldía Iztapalapa.
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La alcaldesa de Iztapalapa, Aleida Alavez, lamenta la falta de cultura de los visitantes para cuidar de este sitio natural —que está próximo a ser declarado Zona de Monumentos Arqueológicos por la presidenta Claudia Sheinbaum—, aunque apunta que más que por parte de los propios iztapalapenses, son los visitantes ajenos a la zona quienes dejan basura.
“Es algo muy triste porque no estamos mentalizados; los usuarios del cerro, sobre todo los que corren sí le tienen mucho respeto al cerro y son los más demandantes en su atención y su cuidado, yo diría que los paseantes de ocasión son los que nos causan este problema de basura, de heces o de abandono de perros; la cultura de la gente no ha ayudado mucho”, dice.
En su oficina, la edil afirma que como parte de esta intervención en el Cerro de la Estrella se rehabilitaron las seis casetas de seguridad en los alrededores del parque y los baños localizados en la entrada, se rehabilitó la señalética ambiental y se trabaja en la construcción de una barda perimetral para el control de asentamientos humanos irregulares para resguardar el área natural protegida “que cada vez es menor”.