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david.fuentes@eluniversal.com.mx
El magistrado Rafael Guerra Álvarez asumió ayer la presidencia del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México (TSJ-CDMX). Durante su discurso, puntualizó que el órgano judicial debe atender y entender las demandas actuales de la sociedad, con el fin de impartir una justicia sin demora y sin distingos, asegurando ante autoridades de la nueva administración local que no es un hombre de facciones ni conflictos.
En el evento que se realizó en una sesión del pleno público de magistrados y luego de rendir la protesta del cargo, el magistrado mencionó que muchos ciudadanos tienen una percepción negativa de “nuestro Poder Judicial”, por lo que consideró que “debemos entender y ser sensibles” a los problemas sociales que enfrenta México y la ciudad.
Guerra Álvarez lanzó un mensaje a los otros dos poderes de la ciudad: “Juntos debemos hacer lo que nos corresponde en estos tiempos”, destacó durante su discurso al tiempo que se comprometió ante los titulares de los poderes Ejecutivo y Legislativo para sacar adelante proyectos que fortalezcan al Judicial, con la finalidad de resolver los problemas que exigen actuar incluso con antelación.
Con la presencia de la jefa de Gobierno capitalino, Claudia Sheinbaum Pardo, y del presidente de la Mesa Directiva del Congreso local, Jesús Martín del Campo, Guerra Álvarez destacó que el desafío cotidiano para los integrantes del Poder Judicial local es ejercer con plena autonomía e independencia sus cargos y enaltecer los principios que conlleva la investidura del juzgador.
Respecto a quienes integran el papel del Poder Judicial, dijo que “no sólo somos en ocasiones un notorio contrapeso”, sino más bien el reforzamiento social que implica que los magistrados, jueces, personal administrativo y empleados diversos están para ayudar a aplicar la justicia pronta, imparcial y expedita de la Ciudad de México.
Abundó también en que impartir justicia es un asunto de la más alta relevancia, y planteó que el papel de los juzgadores debe significarse por la formación profesional especializada, su alto contenido ético, honradez, honestidad y sensibilidad.
“Una sociedad que desconfía de sus impartidores de justicia está de antemano derrotada”, consideró.
Hizo un llamado a los juzgadores para dar lo mejor de sí, bajo la premisa de que el resultado de sus esfuerzos es lo que hace que la población tenga o no confianza en ellos.