Desde hace 70 años, el Estadio Olímpico Universitario de la UNAM se ha convertido en uno de los recintos más importantes del país, al registrar hazañas deportivas, manifestaciones políticas y ha sido centro de acopio tras desastres naturales, e incluso funcionó como sede de vacunación para hacer frente a la pandemia de Covid-19.
Dicho inmueble, que puede llegar a albergar a más de 70 mil espectadores y que fue construido en dos años, fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) por su arquitectura y herencia cultural, por lo que debe ser preservado para las futuras generaciones.
EL UNIVERSAL recorrió el recinto y pudo observar que, con siete décadas, las gradas de cemento, el pasto natural, la pista de atletismo, así como el pebetero y el famoso palomar —lugar donde se hacen las transmisiones en vivo— lucen casi como nuevas como si el tiempo no pasara, y es que cada porra que la comunidad universitaria entona lo mantiene vivo: “Cachún, cachún, ra, ra. Cachún, cachún, ra ra. Goya, goya, ¡Universidad!”.
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Lo mismo sucede al exterior del estadio, el cual alberga una de las obras más importantes del muralista Diego Rivera La Universidad, la familia y el deporte en México, cuya estructura está hecha por piedras de colores naturales para no recibir mantenimiento, y el cual está compuesto por el escudo universitario, con el cóndor y el águila sobre un nopal, además de tres figuras: un padre y una madre entregando la paloma de la paz al hijo, así como dos figuras gigantescas que corresponden a unos atletas, hombre y mujer, que encienden la antorcha del fuego olímpico.
Diego Rivera en su obra también plasmó una enorme serpiente emplumada, la imagen simbólica del dios prehispánico Quetzalcóatl, complementa la composición en la parte inferior junto con maíz que representa la cultura del país.
“Un sombrero de charro”
El jefe de la División de Educación Continua de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, Armando Carranco Hernández, detalló que el estadio es una obra compleja, ya que tiene una geometría perfecta que simula un sombrero de charro, pero para otros un cráter de un volcán por sus curvaturas. Pese a estar construido en piedra volcánica como el resto de CU, no hubo problemas para su edificación; al contrario, se hizo en un tiempo récord de dos años, con una inversión de 28 millones de pesos de aquel entonces.
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“La arquitectura no tiene sentido si no es habitada. Es un inmueble eterno en el sentido de que cada generación lo vuelve a habitar. Hay mucha polémica de pronto de por qué no se moderniza como lo solicita la FIFA o la NFL para hacer eventos internacionales, pero es un estadio universitario, no es comercial, es decir, el paso del tiempo se da más atemporal, por lo que pasarán 100 años y el estadio seguirá siendo ocupado”, aseguró.
Recordó que en 1952 fue inaugurado por el presidente de México, Miguel Alemán Valdés, y el rector de la UNAM, Luis Garrido Díaz, y estuvo a cargo de los arquitectos Augusto Pérez Palacios, Raúl Salinas Moro y Jorge Bravo Jiménez, originalmente para partidos de futbol americano; nueve días después de su inauguración el primer encuentro disputado fue el clásico de futbol americano UNAM-IPN, el 29 de noviembre de ese año, donde el conjunto local venció al equipo politécnico 20 a 19.
También ha sido sede de los Juegos Panamericanos de 1955 y de 1975, de los Juegos Olímpicos de 1968 —fue entonces que el estadio de la Ciudad Universitaria pasó a ser el Estadio Olímpico Universitario que conocemos hasta ahora— y de la Copa Mundial de 1986.
Incluso han sucedido actos de protesta como la rechifla que recibió el presidente Gustavo Díaz Ordaz tras inaugurar los Juegos Olímpicos de 1968, o el Black Power, una señal de protesta por los derechos civiles negros en Estados Unidos, que hicieron los atletas afroamericanos Tommie Smith y John Carlos en el podio tras obtener medalla de oro y bronce en la carrera de 200 metros.
También se han registrado tragedias. El arquitecto de la UNAM recordó que en 1985 ocho personas murieron en el túnel 29 del estadio debido a los disturbios ocurridos en los túneles después de un Pumas contra América.
No obstante, señaló que han sido más las hazañas deportivas: Ana Gabriela Guevara, el 3 de mayo de 2003, hizo los 300 metros planos en 35.30 segundos, récord mundial dentro de una exhibición atlética, o el futbolista Diego Armando Maradona jugando en el Mundial en un encuentro entre Corea del Sur y Argentina.
El Estadio Olímpico Universitario también ha ayudado en causas difíciles. El 19 de septiembre de 2017, tan sólo horas después del sismo que azotó a la Ciudad, abrió sus puertas para albergar un centro de acopio de artículos de primera necesidad y herramientas para rescatar y recoger escombros.
En plena pandemia de Covid-19 funcionó como centro para realizar pruebas de detección y posteriormente para albergar el macrocentro de vacunación que ayudó a inocular a miles de personas una vez arribaron las vacunas a principios de 2021. El arquitecto añadió que el estadio, además de ser un recinto deportivo, funge como sitio de encuentro entre la comunidad universitaria y da identidad a la UNAM.
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