“Buscar a mi hija es como buscar una aguja en el Ajusco”, dice Claudia Vanessa Gámez, madre de quien desapareció durante una caminata en el Pico del Águila, en Tlalpan.

A 14 días de la desaparición la joven de 19 años, la esperanza se mantiene para la familia, pese al cansancio y la angustia que viven diariamente.

Una vez más, el fue escenario de una jornada de búsqueda, ahora por Ana Amelí, en la que más de 200 personas recorrieron cada rincón de la zona boscosa para hallar a la senderista de quien se perdió el rastro el sábado 12 de julio.

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La convocatoria surgió desde las redes sociales y decenas de personas respondieron al llamado sin haber conocido a Ana Amelí. La cita fue a las 7:00 horas en la estación de Metro Chabacano, para de ahí llegar hasta el albergue Alpino en la reserva ecológica del Ajusco, y continuar la búsqueda donde se le vio por última vez.

Cerca de las 10:00 horas, el vehículo que transportaba a los voluntarios se detuvo en el kilómetro 21.5 de la carretera Picacho-Ajusco. Ahí ya esperaban 45 elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional, peritos de la Fiscalía General de Justicia, guardabosques, familiares de Ana y dos perros entrenados de la Policía de Investigación.

La estrategia se dividió en tres grupos. El primero, rumbo al pico del Ajusco; el segundo, armado con picos y palas, buscaría en las barrancas; y el tercero, el más difícil, caminaría los senderos más escarpados, con Vanessa al frente.

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Vestida con pantalón caqui, sombrero de ala ancha y guantes verdes, la mamá de Ana Amelí se ató el cabello y se internó en la maleza. A cada paso, gritaba: “¡Ana! ¿Dónde estás, hija? ¡Amelí, regresa!”

Después de horas de caminata, llegaron a un paraje abandonado, donde parecía haber iniciado la construcción de una casa. Cerca, una pequeña zona de cultivo olvidado llamó la atención de los perros, que comenzaron a olfatear con intensidad. Con picos, voluntarios escarbaron la tierra húmeda, mientras otros removían ramas y piedras con las manos.

“Cada vez que encontramos algo, siento que se me va a salir el corazón”, confesó Mariana, una voluntaria quien dijo: “pero cuando nos dicen que no es de ella… es como caer de nuevo al vacío”.

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Entre los arbustos, aparecieron unas prendas femeninas: una bolsa, una chamarra, unos zapatos. La esperanza se encendió, pero pronto fue apagada. Las pertenencias no correspondían a la joven desaparecida.

Durante la jornada, Vanessa tomó apenas cinco minutos para descansar. En un momento de calma, se le acercó Enriqueta, madre buscadora desde hace siete años. Su hijo, Francisco, desapareció en 2018 en la misma zona. Se fundieron en un abrazo. “No pierdas la esperanza, Vanessa. A veces una madre encuentra, aunque nadie más crea”, le dijo.

A las 15:00 horas, la jornada llegó a su fin. En el punto de reunión, Vanessa tomó la palabra.

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“Gracias a todos los que caminaron conmigo hoy. Gracias por darme su tiempo, su energía. Me siento mal porque no encontramos pistas de mi hija… pero más triste es ver que se tiene que movilizar tanta gente para que se atienda una desaparición”, externó.

“Buscar a mi hija en el Ajusco es como tratar de hallar una aguja en un pajar… no sé si hoy subió mi esperanza o la perdí”, comentó Vanessa.

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