El se volvió a abrir una herida que muchos creían cerrada. Francia Gutiérrez estaba fuera de la ciudad cuando recibió la llamada que cambiaría para siempre su manera de mirar el , el lugar donde había crecido y donde su familia había vivido el sismo de 1985.

La noticia le parecía inconcebible: el edificio 1C, aquel que había resistido en 1985, se había derrumbado. Para ella, ese espacio no era únicamente un conjunto habitacional; era el sitio donde había transcurrido su infancia, donde habían nacido sus hermanos y donde las jardineras, los pasillos y las ventanas se habían llenado de recuerdos.

En San Ángel, la jornada de Israel transcurría con normalidad hasta que la tierra comenzó a sacudirse. El movimiento se sintió fuerte, aunque sin mayores daños visibles en esa zona. La incertidumbre se instaló de inmediato: durante horas no hubo forma de comunicarse, y la preocupación crecía con cada intento fallido por llamar a casa. Solo más tarde, cuando por fin las líneas telefónicas se restablecieron, llegó la noticia que estremeció a todos: en el multifamiliar había un colapso.

Otros vecinos se enteraron en el camino de regreso. La noticia corría de boca en boca, y al llegar al multifamiliar no quedaba espacio para la negación: el polvo aún flotaba en el aire y las primeras cadenas humanas ya removían fragmentos del edificio caído. Lo que había comenzado como un día cualquiera, se transformó en una jornada que partiría en dos la historia de la comunidad.

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La batalla por volver a casa

El derrumbe del 1C no solo dejó a decenas de familias sin hogar, también fue el comienzo de una lucha larga y desgastante para quienes habitaban los edificios que, aunque no colapsaron, quedaron severamente dañados y tuvieron que ser reconstruidos. No bastaba con sobrevivir; había que recuperar los edificios dañados.

Si de algo hay certeza es que nada de lo que se consiguió llegó por iniciativa de las autoridades: fueron los vecinos quienes, organizados, hicieron visible su caso hasta lograr que se atendiera la totalidad del multifamiliar.

La explanada de la unidad habitacional y la iglesia se transformaron en los principales puntos de encuentro, donde a cualquier hora del día o de la noche se realizaban asambleas.

En la iglesia del Multifamiliar Tlalpan se reunieron incontables veces los vecinos después del sismo de 2017, convirtiéndola en un refugio de organización, esperanza y resistencia comunitaria. 
Foto: Dana Rufino/ EL UNIVERSAL
En la iglesia del Multifamiliar Tlalpan se reunieron incontables veces los vecinos después del sismo de 2017, convirtiéndola en un refugio de organización, esperanza y resistencia comunitaria. Foto: Dana Rufino/ EL UNIVERSAL

De esas asambleas nació “Damnificados Unidos de la Ciudad de México”, un movimiento que trascendió las paredes del multifamiliar y unió a comunidades afectadas en distintos puntos de la ciudad. Con pancartas, marchas y protestas, lograron visibilizar lo que estaba en juego. Garantizar un hogar seguro no era un favor, sino un derecho.

El camino no fue sencillo. Hubo intentos de cobrar la reconstrucción como si se tratara de un trámite ordinario, además de trabas burocráticas que retrasaban los avances. Frente a cada obstáculo, la comunidad respondió con organización. Hubo manifestaciones en calles y oficinas públicas, recorridos con funcionarios y vigilias que se prolongaban hasta la madrugada.

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Israel Ballesteros expresó con claridad lo que muchos sentían: el gobierno no otorgaba apoyos extraordinarios, lo que se consiguió fue únicamente el cumplimiento de una obligación. Esa convicción mantuvo unida a la comunidad: exigir lo que correspondía sin rendirse al cansancio ni a la incertidumbre. Cada muro que se levantaba era más que una obra de construcción: representaba la victoria de quienes habían decidido no callar y no ceder.

“De entrada nos cuesta trabajo el término apoyo, es decir, no son apoyos, es su responsabilidad, es su chamba, son derechos de nosotros y obligaciones de ellos” menciona Israel Ballesteros.

La fuerza de la organización no solo vino de la juventud, sino de los vecinos y vecinas de mayor edad. Eran quienes habían sostenido al multifamiliar desde décadas atrás y ahora, en medio de la incertidumbre, volvían a encabezar la resistencia. Israel lo resumió con claridad:

“El Multi no se dejaba de nadie, porque había un arraigo y una historia de lucha que no se iba a borrar con un derrumbe.”

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Esa memoria colectiva se volvió motor para enfrentar las amenazas y la presión. Incluso en los momentos más duros, hubo quienes, con valentía, reafirmaban: “No sé si voy a perder aquí la vida, la salud o algo, pero no voy a regresar a mi casa a decirle a mi familia que perdí la vivienda”, aseveró Israel.

Por su parte, Francia destacó: “La solidaridad más sentida fue la paciencia y empatía durante las movilizaciones, esperando el inicio de obras y el cumplimiento de tiempos, más que por recursos o lujos; eso permitió sostenernos durante los meses y años de reconstrucción. “

Si algo se recuerda es la resistencia colectiva, la manera en que se sostenían unos a otros para no rendirse en medio del cansancio.

La batalla por volver a casa no fue un trámite: la lucha se convirtió en un símbolo de resistencia y en una prueba de que la comunidad del Multifamiliar Tlalpan supo convertir la tragedia en una causa compartida.

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Las manos que sostuvieron la esperanza

La comunidad tuvo que luchar para enfrentar las trabas que les ponían los órganos gubernamentales, sin embargo, la pelea vino acompañada de la solidaridad espontánea, que se convirtió en un recuerdo imborrable. Desde el primer día, el multifamiliar se llenó de personas dispuestas a ayudar, ciudadanos que llegaban con agua, alimentos, ropa y herramientas. La explanada, el parque y las jardineras se transformaron en campamentos, donde se compartía todo lo necesario para resistir.

El ambiente era contradictorio: un dolor profundo que al mismo tiempo estaba acompañado de gestos de humanidad. Muchos lo describen como algo muy bonito, porque fue conmovedor ver llegar a desconocidos que ofrecían su tiempo y sus recursos; pero también como algo que no se le desea a nadie, porque esa ayuda estaba anclada al sufrimiento de la pérdida.

En medio de esa organización, Pier Puebla asumió la tarea de coordinar la preparación de la comida comunitaria. Grandes ollas se llenaban cada día y se repartían entre las familias, manteniendo vivo un espíritu de unión que dio fuerza a la comunidad en las semanas posteriores al sismo.

“Se pidió que hubiera un comedor en el parque para todos los que estábamos aquí, y ahí a mí me tocó repartir la comida: desayuno, comida y cena”, dijo.

Pier Puebla (der.) y Juan Mora Rubio (izq.), vecinos del Multifamiliar Tlalpan, recuerdan cómo la solidaridad y la organización comunitaria se volvieron fundamentales tras el sismo de 2017. 
Foto: Dana Rufino/ EL UNIVERSAL
Pier Puebla (der.) y Juan Mora Rubio (izq.), vecinos del Multifamiliar Tlalpan, recuerdan cómo la solidaridad y la organización comunitaria se volvieron fundamentales tras el sismo de 2017. Foto: Dana Rufino/ EL UNIVERSAL

Pier recuerda y agradece el apoyo recibido por toda la comunidad, porque improvisaron actividades para los niños, en un intento por darles respiro en medio del caos.

“En mi caso, yo me sentía apoyada porque nosotros no teníamos nada de ropa, ni zapatos ni nada y la gente nos apoyó muchísimo. Todo el tiempo nos traían algún evento, porque había varios niños, eventos que ya uno se distraía en eso. Y les agradezco yo mucho a toda la comunidad, a todas las colonias que vinieron a apoyarnos”, señaló conmovida.

La solidaridad no desapareció con los días. Aunque la ciudad retomaba su rutina, el multifamiliar seguía recibiendo apoyo. Los vecinos aún recuerdan los rostros de tantas personas que, sin haber vivido ahí, hicieron suyo el dolor de la comunidad. La memoria de ese acompañamiento se conserva como una de las lecciones más fuertes que dejó la tragedia.

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Un regreso marcado por cicatrices

El retorno a los departamentos no significó el final de las dificultades. Con el paso de los meses y años aparecieron nuevos problemas que dejaron huellas en la comunidad. Entre ellos, el recuerdo amargo de que lo entregado fue con precios inflados: enseres domésticos y materiales que fueron presentados con un costo oficial, pero que en realidad eran mucho más baratos.

En el edificio 1C existen tensiones. No todos los residentes asumieron de la misma manera los compromisos derivados de la reconstrucción, lo que ha provocado divisiones y discusiones que aún se sienten en la vida cotidiana de la unidad.

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El Multifamiliar Tlalpan, uno de los complejos habitacionales más representativos de la Ciudad de México, fue escenario de organización vecinal y lucha tras el sismo del 19 de septiembre de 2017. 
Foto: Dana Rufino/ EL UNIVERSAL
El Multifamiliar Tlalpan, uno de los complejos habitacionales más representativos de la Ciudad de México, fue escenario de organización vecinal y lucha tras el sismo del 19 de septiembre de 2017. Foto: Dana Rufino/ EL UNIVERSAL

Para Juan Mora la vida interna del multifamiliar también cambió. Llegaron nuevas familias, y las generaciones más jóvenes rara vez participan en las reuniones vecinales. Esto ha modificado la dinámica de la organización, que antes era constante y ahora se enfrenta al desinterés de muchos. Aun así, quienes vivieron de cerca la tragedia, sostienen los vínculos forjados en la emergencia y mantienen viva la memoria de lo ocurrido.

Recordar para seguir adelante

Al mirar hacia atrás, la memoria del 19 de septiembre no solo evoca la caída de un edificio, sino también la unión de una comunidad que se negó a rendirse. El multifamiliar Tlalpan guarda cicatrices que no desaparecerán, pero también historias de resistencia que siguen dando sentido a cada pasillo reconstruido.

Como expresó Francia, lo esencial es que lo vivido no se olvide, que se conserve en la memoria colectiva y que sirva de recordatorio para el futuro. Que las casas y los edificios sean realmente seguros, y que ninguna familia vuelva a enfrentar una tragedia semejante. Porque recordar, es también una forma de reconocer la vida que persiste más allá de la pérdida.

“No pensemos en estos 19 de septiembre solo como una conmemoración, sino que tratemos de que los edificios, casas y departamentos sean seguros estructuralmente. Esto nos puede hacer una sociedad que aprenda de las desgracias, que no son naturales, sino humanas.”

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