Las comidas que le sirven tres veces al día a los más de 400 migrantes instalados desde el 12 de diciembre en la Casa del Peregrino San Juan Diego, las actividades de entretenimiento para todas las edades, o los servicios médicos, son suficientes para los caminantes, ellos sólo quieren una cosa: llegar a Estados Unidos y hacer realidad el sueño americano. Más de dos meses de camino, malos tratos y vejaciones ameritan un descanso, dicen. Hay que reposar los pies, curar las ampollas, hidratarse para luego seguir su ruta.
Saben que se aproxima Navidad y Año Nuevo, pero no es impedimento para que lleguen a su meta. “Son días donde más se extraña a la familia, pero ni modo, vamos a seguir caminando y quién sabe dónde nos agarren esas fechas, al fin de cuentas, todo lo hacemos por la familia”, comenta María Sandoval.
En la casa, ubicada en la alcaldía Gustavo A. Madero, se dejan ver centroamericanos y haitianos, todos con el mismo objetivo, ni uno busca quedarse en la Ciudad o en el país, pese a los buenos actos de fe que han recibido.
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Él, a diferencia de la mayoría de los migrantes, se embarcó en el viaje por la aventura.
Desde niño tenía la inquietud de conocer el mundo, ahora en medio de la caravana lo está logrando: “Los mexicanos me han dejado con la boca callada, por allá tenemos la percepción que son mala gente y no es así, nos han tratado muy bien”.