Una voz en su mente le ordenó que las matara. Ese pensamiento que le invadía la conciencia repetía que debía vengar la infidelidad de Esther Alicia y también asesinar a las dos niñas que él ya desconocía como sus hijas.

Así lo dice José Juan , el hombre que asesinó a su mujer y a sus dos pequeñas para después mutilar sus cuerpos. Y aunque pareciera el acto cometido por un demente, los peritos en siquiatría que examinaron al feminicida como parte de su proceso penal , dictaminaron que el hombre actuó en pleno juicio.

Sentado frente a un juez que se encargará de sentenciarlo, José Juan escucha lo que hizo la noche del 31 de diciembre. Él mantiene la mirada de frente, se muestra apacible, responde con voz fuerte, seguro de lo que dice.

No se le mira avergonzado, no demuestra pesadumbre, ni muestra tristeza. Ese mismo comportamiento lo presentó ante las peritos en siquiatría que lo entrevistaron y ante quienes confesó su delito.

Contó que las voces en su mente comenzaron a llamarlo desde hace meses. “Salían del televisor, de la radio, de la música y ordenaban que las matara”. Dos días antes de cometer el triple feminicidio , la mente de José Juan se debilitó. El enojo, los celos y la desconfianza, lo invadieron.

Por eso, dice, buscó la ayuda de un ministro de la Iglesia Cristiana a la que solía asistir. El pastor que lo guiaba le recomendó olvidarse de los problemas y entregarse a Dios en un retiro espiritual.

José Juan siguió el consejo del clérigo. Ahí, en la reunión impartida en Tlaxcala, el pastor lo convenció de regresar a su casa en Los Héroes Tecámac para ofrecer perdón a su mujer, buscar un empleo y cuidar a su familia.

Al llegar, imploró perdón y lanzó juramentos. Para enmendar sus errores, ofreció matrimonio a la mujer con quien había vivido en concubinato durante siete años; ella aceptó. Para celebrar había que anunciar el matrimonio durante Año Nuevo en la casa de los padres de su futuro marido.

Esa tarde, la pareja y sus dos hijas abordaron un taxi para trasladarse hacia Iztapalapa. En su camino, la radio del automóvil volvió a atormentarlo. “La música y las voces de los locutores”, asegura, le advertían que la mujer lo engañaba y que no merecía vivir.

El festejo terminó al llegar a Iztapalapa. Encontrar a un amigo que participaría en la fiesta, hizo que José Juan se encelara y discutiera con sus familiares. Ahí los golpes no faltaron y obligaron a Esther Alicia a obedecer a su agresor y regresar juntos a su casa.

Al llegar cometió el crimen. Antes de apuñalar a la mujer y de asfixiar a sus dos hijas, les ordenó que se encerraran en sus dormitorios, que no hicieran ruido y que durmieran.

Una vez en silencio, el hombre entró a la recámara; encontró a la mujer despierta y la agredió. Pero esa noche no fue la primera vez en que la atacó. Ante peritos, confesó que violó a la mujer tantas veces que su memoria lo ha olvidado, que contrató prostitutas con la intención de contagiar a su víctima con alguna enfermedad que la llevara a la muerte.

Una vez cometido el primer asesinato , fue en busca de las dos menores. Ellas dormían cuando les cubrió el rostro con las manos hasta asfixiarlas.

Durante siete días

, el hombre mantuvo los cuerpos mutilados sobre la cama. Las cubrió con cal, cloro y jabón para evitar que el olor alertara a Marco Antonio, su hermano y vecino. Y es que ante él, era otro. Su comportamiento se modificaba porque era el hermano quien lo ayudaba con los gastos de su familia.

Aunque pareciera una locura, el dictamen siquiátrico dice que José Juan actuó en juicio cuando mató a su familia y por ello, el juez lo vinculó a proceso.

lrs

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