Más Información
Sheinbaum es una "consumidora voraz" de información: José Merino; el tablero de seguridad, herramienta clave, destaca
Oposición tunde diseño de boletas de elección judicial; “la lista definitiva la harán Monreal y Adán Augusto”, dice Döring
Rosa Icela Rodríguez se reúne con próximo titular del INM; “arrancaremos el 2025 con mucho trabajo”, asegura
Manuel primero llena una pequeña cubeta de agua, prepara la pintura con una mezcla a partes iguales de color y engrudo a base de pegamento blanco, cuidadosamente elije la brocha adecuada y se prepara para una larga noche de trabajo.
Brochazo a brochazo, Manuel le da vida a su alebrije para el desfile de alebrijes monumentales que se realizará este sábado en la Ciudad de México.
Se trata de Cuicatl o canto florido en náhuatl, un alebrije de 2 metros 20 de alto y 150 kilos de peso, que Manuel Godínez, profesor de Arte, lleva tres meses creando solo, en el garaje de su casa en el municipio de Nezahualcóyotl.
“Es un excelente experimento de saber qué cosas puedo hacer yo solo, normalmente lo hacía con mis alumnos y éramos como 200 personas dándole todos a la vez, pero este es completamente mío y me ha hecho darme cuenta de lo que puedo hacer”.
Manuel, arquitecto de profesión, ha encontrado oportunidad dando clases de artes visuales en el colegio Patria de Nezahualcóyotl en las mañanas y en la Secundaria Técnica 89 de Iztapalapa, lugares donde ha realizado la mayoría de sus obras en compañía de sus alumnos; el resto de su tiempo lo dedica a crear estas piezas y trabajos personales de arquitectura y arte.
“Es una afición, un gusto, casi una obsesión, pero también es un espacio de libertad porque decido qué hago y cuándo lo hago, con mis alumnos encontramos un lugar de seguridad. En el arte hay muchas cosas que no decimos en la vida, el arte no es un fin, es un medio para expresarnos”, afirmó.
Esta, su décimo tercera creación, combina elementos del folclore mexicano con uno de los gustos de Manuel, la cultura del rock de los 70 que en su conjunto forman una pieza “llena de vida y color”. La base del proyecto es un gallo tocando la guitarra, arqueado hacia atrás con una actitud enérgica, como si estuviera interpretando un “épico solo de guitarra como los que ya no se dejan oír”.
Pero la belleza de esta pieza radica en los detalles: manos de rana negras y rojas, pantalones entubados y botas que evocan a personajes como Gene Simons de la banda de rock Kiss y también a Alex Lora, vocalista de El Tri, una cola de cocodrilo con estampado de jaguar naranja y negro, alas de murciélago azules y una imponente cabeza de gallo con cresta multicolor.
La guitarra de este intrigante personaje es un girasol con el tallo verde y largo como el mástil, la boca del instrumento como el pistilo de la planta. Manuel comentó que en un inicio la guitarra iba a ser como cualquier otra, pero conforme avanzó el proyecto “el instrumento fue cobrando vida” y poco a poco comenzó a asemejarse más a una planta que a una guitarra.
Manuel comentó que este tipo de cosas pasan a la hora de crear un alebrije y este eventualmente termina por llevar al artista a explorar nuevas posibilidades. “Se llama Cuicatl, canto florido, le puse ese nombre desde que empecé y mira, terminó siendo exactamente eso, por eso digo que los alebrijes terminan haciendo lo que ellos quieren (...), cuando estaba haciendo otro alebrije con mis alumnos habíamos quedado que iba a ser todo blanco y negro y terminó lleno de colores, a veces esas cosas pasan”.
Colores y engrudo
Todo empieza con una idea en la que el artista busca combinar los elementos típicos de estos seres como los colores vistosos y partes de animales distintos con un toque personal que haga destacar a la pieza.
Posteriormente, se inicia con una estructura metálica en la cual se debe tomar en cuenta la resistencia de la pieza, su solidez y su maniobrabilidad para transportarla. Después sigue el engrudo, que es la piel del alebrije, lleva varias capas y tiempo de secado, y finalmente la pintura que combina a partes iguales el color para darle vida a la obra. Este proceso puede durar varios meses de trabajo y gastos.
“A esto le dedico todas las horas que puedo, que no son muchas. Una de las veces que más le dediqué fue el domingo antepasado y fue de cinco de la mañana a ocho de la noche y fue el día que terminé todo el papel”.
Manuel confesó que de los momentos más satisfactorios de hacer un alebrije es retirarlo del lugar de creación con cuidado, montarlo en el vehículo para su transporte y arrancar para ver a las personas en la calle sorprenderse al paso de su trabajo.
“La verdad las primeras veces me enojé por no haber ganado y yo estaba seguro de que me lo merecía, ahora ya me divierto (...) cuando estoy con mis alumnos me importa su felicidad de participar, que mi sobrino venga a verlo y se sorprenda y ver a las personas por la calle cuando lo llevas, eso es más importante que ganar”, resaltó.